El domingo por la mañana, en el programa de Radio 3 "El Bosque Habitado", escuché una interesante entrevista de María José Parejo al filósofo, antropólogo y escritor Santiago Beruete, autor de los libros titulados "Jardinosofía" y "Verdolatría", en los que reivindica la importancia de mantener un contacto regular con las plantas y la rebeldía de cultivar un huerto. "Cuando no hay plantas el mundo está vacío", dijo.
Ciertamente, los primates procedemos del dosel arbóreo, por lo que sentimos cierta añoranza por regresar a los árboles, apreciamos y amamos la vegetación arbórea, y se ha comprobado que pasear por un bosque maduro tiene efectos positivos sobre la salud física y mental.
Sin embargo, el género
Homo y nuestros ancestros evolucionaron en un paisaje de sabana, por lo que sentimos cierta aversión a las selvas cerradas, donde la proliferación de arbustos y lianas nos dificultan la visión y el paso, de ahí el término despectivo "
maleza". En las junglas abundan las plantas espinosas, los insectos y las serpientes venenosas, acechan infinidad de fieras y peligros, y nuestros enemigos nos pueden tender "
emboscadas". Quizás por ello los jardines más bellos emulan a bosques abiertos, con pocos arbustos y abundante césped, flores, árboles frutales y hortalizas comestibles. La jardinería y la horticultura implican una cierta manipulación y dominio, más o menos intenso o incluso agresivo, de la
Naturaleza.
Nuestra cultura judeocristiana está impregnada de un sentido agronómico, desde el Jardín del Edén hasta el "te ganarás el pan con el sudor de tu frente", el cultivo de plantas y árboles, ya sea como alimento (agricultura), como para solaz y disfrute estético (jardinería), lleva implícita cierta intervención sobre el suelo (roturación) y sobre los animales competidores (vallados, plaguicidas), así como una clasificación maniquea de las plantas entre "malas hierbas", que son combatidas mediante escardas y herbicidas, y los propios cultivos útiles y deseados a los que se protege, se abona y se riega.
Al alterar o manipular lo silvestre, especialmente al roturar y remover el suelo, los mayores perjudicados suelen ser los grandes olvidados, los hongos, el reino "
fungi", que resulta fundamental para el equilibrio ecológico y el correcto funcionamiento de los
ecosistemas, asociándose con las raíces de las plantas (
micorrizas), para el reciclado de la
madera, la materia orgánica y la formación de humus, sin olvidar que también aportan alimentos y medicinas.
Cultivar la tierra para obtener alimentos es importante, pero también lo es conservar nuestros bosques, matorrales y pastizales silvestres, con todo su equilibrio dinámico y su biodiversidad. De manera que la disciplina más general y holística debería ser la "silvicultura", considerando a la agricultura y a la jardinería como versiones simplificadas de la primera.
La filosofía o estrategia ideal debería ser "intervenir lo mínimo para obtener lo máximo". Huertos, jardines y bosques deberían ser tratados como lo que son, ecosistemas de los que formamos parte, con los establecemos relaciones de colaboración o simbiosis, sin agotar, esquilmar ni explotar, y con la vista puesta fundamentalmente en el suelo, como soporte vital de todo.
Nunca me han gustado las especializaciones. Considerarse así mismo como filósofo, artista, agricultor, jardinero o selvicultor, me parece una simplificación y autolimitación absurda, así como una falta de humildad, el ser humano debería ser ni más ni menos que eso, un ser humano completo y conectado con el resto de la Naturaleza, en el máximo número de facetas, en lugar de limitarse o vincularse a una única disciplina o actividad, especializándose en algo determinado y tratando únicamente con un clan o grupo selecto de personas que conocen y manejan un determinado argot o lenguaje exclusivo para los iniciados ¡Hay que ser más humildes, holísticos, todoterrenos, integrales, generalistas, universales y universalistas!
Fotografías tomadas by "
Mad Hatter": 1) Vista del pueblo zamorano de
Santa Cruz de los Cuérragos, rodeado por castaños, cerezos, manzanos, robles y temblones, entre los que merodean lobos y hasta algún oso. 2)
Colmenillas (
Morchella pulchella) bajo castaños. 3) Rama de los primates superiores ("
Fauna" vol. II).