El Didgeridoo o Yidaki es uno de los instrumentos musicales más antiguos de la humanidad, ya que es probable que los aborígenes australianos lo lleven utilizando desde hace más de 40.000 años; y unos 1.200 años en su versión maya, donde se le llama “trompeta maya”, “Hompak” o “Hom-Tash”.
El Didgeridoo se fabrica a partir de ramas secas de eucalipto que han sido horadadas en su interior por las termitas, dejando un tubo hueco. Mientras que las trompetas mayas se fabrican con el vástago leñoso seco y ahuecado de la inflorescencia del maguey, ágave o pita. Yo me he fabricado uno con este mismo material, cortando un trozo de 1,60 m. de largo, que se hiende a lo largo por la mitad, golpeando con una maza un cuchillo grande, al objeto de vaciar su interior con un formón y una lima, dejando una pared exterior de unos 15 mm. en su parte superior (más estrecha) y de unos 8 mm. en su parte inferior más ancha. A continuación, se lija y barniza el interior, se pegan con cola de carpintero ambas mitades y por último se lima, lija y barniza el exterior.
Didgeridoo no es la palabra aborigen que designa a este instrumento, sino la que le dieron los europeos en sus primeras visitas a la isla. Aunque, según los diferentes dialectos aborígenes, existen decenas de palabras para designarlo, la más comúnmente utilizada por los aborígenes es “Yidaki”, que significa “instrumento de conexión espiritual”.
Ya en tiempos remotos los aborígenes hacían uso de las propiedades del digeridoo, como símbolo cultural e identificativo de su procedencia, para ritualizar en distintos contextos las bases de su existencia. Se ha usado ancestralmente como objeto ritual y de mimetización teatral con el entorno, como acompañamiento de la voz y también como instrumento solista.
Dentro de los clanes aborígenes, y todavía hoy en día, denota distinción en el rango o casta de las capacidades del músico que lo toca. Generación tras generación es transmitido un sistema propio de ser tocado por los clanes en cuya procedencia tiene sus orígenes el didgeridoo, en el noreste de la Tierra de Arnhem (Territorio del Norte de Australia). De padres a hijos, de maestro a alumno, se transmite el conocimiento en las complejas técnicas utilizadas para tocarlo.
Para producir su característico sonido continuo, se hacen vibrar suavemente los labios en su interior, siendo preciso mantener un flujo continuo de aire, lo cual se consigue mediante la técnica conocida como “
respiración circular”. El “
truco” consiste en mantener la boca siempre llena de aire (con los carrillos hinchados), de manera que, en el momento en que inspiramos aire por la nariz, para recargar los pulmones, a la vez expulsamos el aire que tenemos almacenado en la boca, apretando los carrillos y cerrando la glotis de la garganta, para luego seguir expulsando por la boca el aire de los pulmones (
aquí podéis ver un gráfico muy ilustrativo).
Esto lo puede realizar cualquier persona, si bien requiere de cierto entrenamiento, para lo cual ayuda la realización de algunos ejercicios consistentes en tomar un sorbo de agua y escupirlo a la vez que se inspira aire por la nariz, así como ejercitarse tratando de mantener un flujo de aire continuo a través de una pajita introducida en un vaso de agua.
Las connotaciones arcaicas y el sonido característico del didgeridoo lo convierten en un instrumento óptimo para la musicoterapia, tanto para el que toca (que puede utilizarlo como instrumento para guiar sus meditaciones, al tener que observar constantemente el sistema respiratorio y armonizar los centros energéticos o
chakras), como para el que escucha, resultando beneficioso en los aspectos siguientes:
1) Alivio del estrés y la ansiedad.
2) Mejora de la oxigenación del cuerpo y de la capacidad de concentración.
3) Mejora de la creatividad.
4) Mejora de la visión (física, mental y espiritual).
5) Equilibrio de los hemisferios cerebrales.
6) Alivia los dolores de cabeza.
7) Aumento de la energía por medio de la estimulación del líquido cefalorraquídeo.
8) Equilibrio y limpieza de los chakras.
Durante una sesión con didgeridoo o trompeta maya los participantes se tumban en el suelo y reciben un masaje vibracional que revitaliza y despierta la conciencia. Instrumentos científicos de medición de las ondas cerebrales han registrado que al recibir la vibración del didgeridoo, se calma la mente y comienzan a predominar ondas alfa en el cerebro (frecuencia de 8 a 12 ciclos por segundo o hertzios), representando un estado mental que se traduce en capacidades crecientes para la creatividad. Luego, es posible pasar a las ondas theta (4-7 hertzios) e incluso las ondas del delta (0.5-3 hertzios), incorporando así estados del bienestar y una meditación más profunda.
La respiración circular aporta notables beneficios. Según un reciente estudio científico, se sabe que tocar regularmente el didgeridoo mejora el sueño, evita el síndrome de apnea-hipopnea, reduce los ronquidos y disminuye la somnolencia diurna. Todo esto sin olvidar los beneficios que aporta tomar conciencia de nuestra propia respiración.
Podemos inducir a estados de relajación profunda, al mismo tiempo que guiamos el viaje y sus dinámicas, a través del ritmo y la respiración.
Aparte de las cualidades terapéutico-psicológicas, también podemos utilizar el sonido para masajear el cuerpo de un paciente a nivel físico y energético, desbloqueando tensiones musculares, contribuyendo positivamente a la reparación de fracturas óseas y aumentando el nivel de entropía en el cuerpo.
El didgeridoo produce un tono fundamental bajo y una gran variedad de armónicos, en un sonido a menudo muy similar al acorde de voz de los monjes tibetanos.
Es fácil de tocar, no requiere experiencia musical y tampoco es necesario saber solfeo.
Su práctica oxigena y se convierte en un momento meditativo que serena y despeja la mente. Su sonido es hipnótico y puede ser muy relajante o muy rítmico. En nuestra sociedad, además de utilizarse como instrumento de música se usa para sanación por musicoterapeutas.
Resuena en el sombrero:
Didgeridoo tocado por el artista aborigen
Jeremy Donovan (Australia, 2006).