La verdad es que no tiene mucho misterio, dentro de un rabel lo único que hay es aire, si bien no se trata de un aire cualquiera, sino del aire del lugar en el que se está, del lugar en el que se vive, un aire que quizás fue el mismo que atravesó los pulmones de nuestros tatarabuelos.
Un rabel no es más que una especie de violín rústico construido con los elementos que cada rabelista puede encontrar o reciclar en su entorno inmediato.
Creo firmemente en eso de que “la primera impresión es la que cuenta” y la primera vez que vi un rabel me vinieron a la mente tres imágenes: una pala de frontón, un sarcófago y una caja o estuche de lápices, todos ellos de madera.
La pala de jugar a pelota, por esa artesanía rural, relacionada también con el espectáculo, ya que si hay algo que no puede faltar en ningún pueblo del Norte es un frontón donde jugar los partidos de pelota y donde, en ocasiones, se reúne la gente para otro tipo de actos sociales, culturales, festivos o deportivos.
El sarcófago representa el lugar que nos relaciona con nuestros ancestros, es como si un trocito del alma de nuestros antepasados habitase allí dentro del rabel y nos fuesen proporcionando pinturas o lápices (de ahí lo del estuche) con los que pintar los paisajes de nuestros recuerdos y de nuestro medio ambiente, en el sentido más amplio de la palabra, tanto natural y físico, como emocional, psíquico y espiritual.
De hecho, como cantan los propios rabelistas, un buen rabel debe estar fabricado con rey (raíz) de pino, el cuerpo; crin de mula negra, la cuerda del arco; tripa de gato, el cordaje; cabeza de serpiente, el cordal; y cuerno, para la atadura. Si bien, se admiten todo tipo de variantes, en aras del aprovechamiento y reciclaje de todo tipo de materiales que el rabelista pueda aprovechar.
El sábado por la tarde, tuve el privilegio de asistir a las actuaciones que se celebraron con motivo de la II Feria Ganadera de las Siete Villas en Viniegra de Arriba. Las siete villas son los pueblos de Brieva de Cameros, Ventrosa, Viniegra de Arriba, Viniegra de Abajo, Mansilla, Canales de la Sierra y Villavelayo, que conforman la comarca del Alto Najerilla, en la vertiente norteña y riojana de la Sierra de Urbión, una comarca de secular tradición pastoral, ganadera y trashumante.
El festejo contó con las actuaciones de “El Chirri” (en la primera foto), rabelista de Alberite; Javier Asensio (segunda foto), folclorista riojano, aunque nacido en Vinuesa (Soria); Misael Rojas (tercera foto), rabelista de la comarca riojana de los Moncalvillos; el grupo Zarándula, de Logroño; y Miguel Cadavieco, de Cantabria.
La temática de los romances y cantares con los que nos deleitaron los músicos, al son del rabel, el pandero y la gaita de bota, versa sobre asuntos relacionados con los usos y costumbres de la vida rural, cuentos de pastores relacionadas con la ganadería trashumante, en la que abundan las historias de bandidos, lobos, perros, corderos, zorros, mezcladas con la arraigada temática católica en la que se asegura que vírgenes, santos, apóstoles y hasta el mismísimo Jesucristo, transitaron por estos paisajes serranos. También se tratan asuntos socioeconómicos, tales como herencias, conflictos de tierras y lindes, lugares de descanso eterno, así como las desigualdades existentes entre los ricos terratenientes de noble linaje y los humildes trabajadores del campo, pobres de dinero, pero ricos en maña, ingenio, picaresca y alegría de vivir.
Una alegría de vivir que, a pesar de la secular censura propia del puritanismo cristiano, también incluye episodios de sexo explícito, muy subidos de tono, como el romance que nos cantó “El Chirri” sobre los “cojones internacionales de su abuelo”, que son “internacionales” no porque su abuelo hubiese sido muy multirracial en sus relaciones, sino porque rima con “cardenales”, los que le hacían en el culo de su abuela. Si bien, “El Chirri” no se atrevió a cantar el último verso para no turbar los inocentes oídos de la numerosa chiquillería que se dio cita en la concurrida plaza del pueblo.
Es digno de resaltar precisamente ese hecho, que en tiempos de la TDT, internet y la play-station, los más jóvenes disfrutaron de lo lindo con los cuentos, las historias y las músicas, que recitaban de viva voz los mayores, en compañía de los venerables ancianos, como el Tío Goyo, allí presente, cuya memoria ha logrado ser rescatada en gran parte debido al esfuerzo encomiable de personas como Javier Asensio García, que a lo largo de toda su vida han ido recopilando estos romances, cantares, historias, costumbres y cuentos que forman parte de nuestras raíces. Una labor que ha culminado con la publicación del libro “El Romancero General de La Rioja”.
Sirva de ejemplo, este romance que cantó el propio Javier, “El Romance de la Loba Parda”:
"Estando yo en la mi choza pintando la mi cayada,
las cabrillas altas iban y la luna rebajada;
mal barruntan las ovejas, no paran en la majada.
Vide venir siete lobos por una oscura cañada.
Venían echando suertes cuál entrará a la majada;
le tocó a una loba vieja, patituerta, cana y parda,
que tenía los colmillos como punta de navaja.
Dio tres vueltas al redil y no pudo sacar nada;
a la otra vuelta que dio, sacó la borrega blanca
hija de la oveja churra, nieta de la orejisana,
la que tenían mis amos para el domingo de Pascua.
¡Aquí, mis siete cachorros, aquí, perra trujillana,
aquí, perro el de los hierros, a correr la loba parda!
Si me cobráis la borrega, cenaréis leche y hogaza;
y si no me la cobráis, cenaréis de mi cayada.
Los perros tras de la loba las uñas se esmigajaban;
siete leguas la corrieron por unas sierras muy agrias.
Al subir un cotarrito la loba ya va cansada:
—Tomad, perros, la borrega, sana y buena como estaba.
—No queremos la borrega, de tu boca alobadada
que queremos tu pelleja pa' el pastor una zamarra;
el rabo para correas, para atacarse las bragas;
de la cabeza un zurrón, para meter las cucharas;
las tripas para vihuelas, para que bailen las damas".
Al escuchar estos romances, uno se da cuenta de lo reciente, moderna y escasa que es la tradición forestal en estas sierras, ya que resulta evidente el predominio aplastante de la secular tradición pastoral y ganadera.
También he de decir que no tengo nada en contra de las tradiciones, ni de conservar el recuerdo de los antiguos usos y costumbres de nuestros queridos pueblos, pero echo en falta que no se hagan nuevas composiciones más acordes con los tiempos que corren, y con algo más de "caña", se podría llamar "Rebel Rabel" (o algo así), lo cual contribuiría, sin duda, a mantener vivo este estilo musical tan útil y eficaz para contar historias en la más pura tradición oral.
En el vecino valle del río Iregua, también muy ganadero, pero más boscoso y rico debido a una más fácil comunicación por la carretera Soria-Logroño (N-111), se encuentra el próspero pueblo de Villoslada de Cameros, en pleno Parque Natural de la Sierra de Cebollera, en el llamado Cameros Nuevo.
Pues bien, en Villoslada se celebra la feria de ganado más importante de la sierra, a la que siempre han acudido ganaderos de todos los pueblos de los alrededores. Javier Asensio contó una anécdota referida a uno de los ganaderos más pudientes de Viniegra de Arriba, el Tío Fidel, el cual solía ir todos los años a la feria de Villoslada. En esas ferias, además de ganado, se venden todo tipo de productos culinarios y de artesanía, incluidos algunos instrumentos y juguetes como los chiflos, muy populares entre la chiquillería de antaño. De modo que todos los chavales del pueblo con los que se encontraba el Tío Fidel, le pedían a éste que les trajera un chiflo, y a cada paso le decían: “Tío Fidel, si va usted a la feria de Villoslada, haga el favor de traerme un chiflo. Tío Fidel no se olvide usted de traerme un chiflo. Tío Fidel tráigame un chiflo!” En esto, el Tío Fidel se tropezó con Juanito, el chaval más trabajador y honrado del pueblo, quien muy educado le dijo: “Tío Fidel, tenga usted cinco pesetas para que me compre un chiflo, por favor”. A lo que el sorprendido Tío Fidel le contestó con aplomo: “Tú chiflarás.”
Resuenan en el sombrero: “El Romance de la Loba Parda”.- Juanma Sánchez (La Cabrera (Madrid), 2006). Y "Fidel Rabelista", en honor al Tío Fidel. (Un recuerdo tambien para el entrañable Tío Flore, el último trashumante del cercano pueblo camerano de El Rasillo, quien, antes de morir, me transmitió el secreto de su extraordinario y medicinal "Zurracapote" ¡Va por usted! Descanse en paz).
Fotos by Mad Hatter.