domingo, septiembre 06, 2020

LA DULCAMARA O LAS UVAS DEL DIABLO




La Dulcamara (Solanum dulcamara) es una planta trepadora bastante común en nuestros setos que resulta especialmente vistosa y llamativa, a partir de estas fechas cuando maduran sus bayas de un intenso color rojo, agrupadas en racimos, por lo que también es conocida como “Uvas del Diablo” (1ª foto).

El nombre genérico “Solanum” procede de la palabra latina “solamen”, que significa “alivio” o “consuelo”, lo que obviamente ha sido para los muchos campesinos que, a lo largo de los siglos, la han tomado para aliviar las articulaciones doloridas de los dedos.

El nombre específico “dulcamara” proviene del hecho de que, al principio, las hojas y la raíz tienen un sabor amargo, que al cabo de un rato se vuelve dulce.

En pequeñas dosis esta planta tiene propiedades diuréticas, expectorantes y sedantes, además de actuar como bactericida y reconstituyente.

Sin embargo, una sobredosis es muy peligrosa, ya que altera el sistema nervioso central, el ritmo cardíaco y la respiración, provocando delirios, convulsiones y a veces la muerte. Por ese motivo, la Dulcamara sólo debe tomarse en las dosis prescritas por una persona cualificada.

La aplicación más conocida de esta planta es la de combatir las afecciones cutáneas, como los eccemas crónicos, la escrófula, el reumatismo y el panadizo (la inflamación del tejido celular de los dedos). También se administra por vía oral para tratar la bronquitis, la ictericia y la colitis ulcerosa, o externamente para las verrugas, los sarpullidos, las úlceras y la celulitis.

Esta planta se ponía también alrededor del cuello del ganado para protegerlo contra el mal de ojo.

En la tumba de Tutankhamón (1343-1323 a. C.) se encontró un collar (2ª foto) que, entre otras plantas, contiene bayas secas de Dulcamara.

Este collar de flores que apareció sobre el tercer féretro se componía de hojas, flores, bayas y frutos de varias plantas, junto con cuentas de vidrio azul, dispuestas en nueve tiras y pegadas a una hoja semicircular de papiro. Es un tipo muy raro, que sólo se conoce por ejemplares del reinado de Tutankhamón y es muy interesante porque muestra las verdaderas hojas, flores y frutos copiados en los collares de cuentas de fayenza de la segunda mitad de la Dinastía XVIII.

Las tres primeras tiras de este collar y la séptima eran parecidas. Se componían de cuentas o lentejuelas de vidrio azul y bayas de solano leñoso (Solanum dulcamara, L.) que colgaban de finas tiras de hojas de palmera datilera. Las lentejuelas y las bayas estaban agrupadas alternativamente, de veinte a veinticinco lentejuelas por cada cuatro bayas. La cuarta tira era de hojas de sauce y de una planta no identificada, dispuesta alternativamente y sirviendo de base para los pétalos de nenúfar azul. Estaban atadas por medio de tiras de papiro que pasaban por encima y por debajo de las hojas.

La quinta tira consistía en bayas de solano que colgaban de una franja de hojas de palmera datilera. La sexta tira se componía de las hojas de una planta no identificada todavía, flores de centaurea y de Picris coronopifolia, Asch., con once frutos de mandrágora (Mandragora officinalis, L.), colocados a intervalos regulares. Los frutos de mandrágora estaban cortados por la mitad, habiéndose quitado los cálices, e iban cosidos al collar. La séptima tira era igual a las tres primeras. La octava se componía de hojas de olivo y de una planta no identificada dispuesta alternativamente. La novena tira, que quedaba en la parte exterior del collar, estaba hecha con las hojas de la misma planta no identificada usada en las tiras sexta y octava, junto con flores de centaurea.

Observaciones acerca de las plantas identificadas: El apio silvestre (Apium graveolens, L.). Sabíamos que esta planta existía en el antiguo Egipto a través de dos fuentes. En primer lugar por una hermosa corona compuesta de sus hojas y de pétalos de loto azul descubierta en una tumba de la Dinastía XXII en Tebas en 1885, y que hoy día se encuentra en el Museo de El Cairo.

En segundo lugar por otra corona bastante parecida, encontrada por Schiaparelli en la tumba de Kha, arquitecto de Amenofis III en Deijr el Medineh, hoy día en Turín. El apio silvestre era también una planta favorita de los floristas de Grecia y Roma. Los vencedores de los Juegos Istmicos y Nemésicos eran coronados con guirnaldas hechas con sus hojas y tales guirnaldas se colocaban también en las tumbas y en las camas de las personas gravemente enfermas. Es interesante notar aquí que en el Museo de Florencia hay algunas semillas de apio silvestre procedentes de una tumba egipcia (No. 3628) y que las semillas de esta planta eran uno de los ingredientes empleados por los escitas para embalsamar los cuerpos.

La centaurea (Centaurea depressa, M. Bieb.). Ésta era una de las flores más corrientes usadas por los floristas egipcios para hacer coronas y se han conservado muchas flores de este tipo en guirnaldas que datan desde la dinastía XVIII hasta la época grecorromana. No es oriunda de Egipto, sino que debió de ser introducida desde el Próximo Oriente o la península griega, primero como un hierbajo entre los campos de grano y luego cultivada en los jardines de Tebas. Hoy día no aparece en Siria ni en Palestina, pero sí en la Arcadia y en la llanura del Ática, donde florece en abril.

En algunas regiones de Australia, la Dulcamara es una planta invasora, por lo que está sujeta a restricciones legales.

Resuena en el sombrero: “Bittersweet”.- Hoodoo Gurus (Australia, 1985).