Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo han traído algunas consecuencias previsibles como el ascenso de la ultraderecha y otras más imprevisibles, como la dimisión de Yolanda Díaz al frente de “Sumar”, por lo que toca de nuevo hablar de Democracia Participativa.
Ayer escuchaba en la radio (Radio 3) una entrevista con el periodista y escritor Juan Soto Ivars (en la foto), sobre su libro “La Trinchera de Letras”, merecedor de la última edición del Premio Jovellanos, en el que reflexiona sobre lo que el autor denomina la “batalla cultural”, que es la causa de la creciente división social, tensión y crispación que se abre camino en Occidente, y cuyo origen se encuentra en la enorme intransigencia, cerrazón mental e incapacidad para entender otras lógicas distintas a la nuestra.
En el mundo actual, teóricamente muy intercomunicado e informado, en realidad vivimos dentro de nuestros propios guetos intelectuales, en los que nos relacionamos únicamente con gente que tiene formas de pensar similares o al menos con los que compartimos una misma lógica y un mismo lenguaje. Creemos firmemente que nuestra lógica, nuestra forma de pensar y nuestras hipótesis de partida son las únicas verdaderas y que cualquier otra persona que piense lo contrario, una de dos, o es imbécil o es malvada.
Esto hace que existan problemas que nos parecen imposibles de solucionar (conflicto israelita-palestino, guerra de Ucrania, problema territorial de Cataluña, etc.). Unido al hecho de que se incrementa la polarización de la sociedad en dos bandos opuestos que carecen de nexos de unión y que, además, dividen a la población en dos partes muy cercanas al 50%, por lo que la Democracia, basada en el poder de decisión de la mayoría, no consigue soluciones claras ni satisfactorias para una gran parte de la ciudadanía.
En una tertulia política de TV, una periodista decía hace poco que, durante las últimas décadas la el concepto de “partido” ha sido muy devaluado, debido a las luchas de poder, la corrupción, el amiguismo, el clientelismo y las mafias que han conllevado su funcionamiento, por lo que se buscan nuevas formas de participación ciudadana, colaboración y activismo político. Después del 15M, en 2014, cuando surgió “Podemos”, se decía que no era un partido político, sino una “plataforma de participación ciudadana”, en la que el poder fluiría de abajo arriba, de manera totalmente “transversal”, las ideologías (izquierdas y derechas) habían quedado obsoletas, lo importante eran los argumentos y las ideas para solucionar los problemas reales de la sociedad. Ya que, actualmente, las nuevas tecnologías permiten la comunicación, el debate, la votación y la toma de decisiones en grandes grupos de personas, en muy poco tiempo.
Desgraciadamente, muy pronto quedó demostrado que aquel novedoso ideario nunca pasó del papel a la práctica, sino que se afianzó en el poder una cúpula dirigida por Pablo Iglesias, en la que funcionaron los amiguismos, favoritismos, arbitrariedades y prejuicios de siempre, propios de la “vieja política”.
Tras la expulsión, desbandada o aburrimiento por desencanto de muchos de los miembros iniciales de “Podemos”, Pablo Iglesias abdicó y nombró a Yolanda Díaz sucesora omnipotente, tanto en el partido como en el Gobierno, aglutinando a todas las fuerzas a la “izquierda” del PSOE en un nuevo proyecto o plataforma de participación denominada “Sumar” que tampoco consigue superar el techo electoral de “Izquierda Unida” o los “Verdes” que, a pesar de los graves problemas ambientales y la emergencia climática que padecemos, inexplicablemente también se hunden en la marginalidad y la irrelevancia electoral. Lo que, finalmente, ha motivado que la gran esperanza blanca de la “izquierda chupy-guay” también haya dimitido de todos sus cargos en el partido (no así en el Gobierno, donde continúa siendo Vicepresidenta).
Pues mire usted, yo sigo insistiendo en que la única alternativa válida es la “participación ciudadana” en pos del bien común, sin ideologías preconcebidas, estructurando la sociedad en niveles o escalones ordenados de abajo arriba, en los que se cumpla la “ley del cinco” (el nivel superior se nutre de las ideas aportadas por un máximo de 5 subniveles inferiores). La igualdad se vería superada por la sabiduría, prevaleciendo de las ideas, los argumentos y su coherencia, sobre las personas que las plantean. Es decir, la condición sexual o el género de las personas sería algo totalmente secundario y anecdótico (al igual que lo es la raza, la religión, el lugar de origen, la edad, la clase social o el color del pelo). Lo importante no es sólo lo que se vota, sino las explicaciones de por qué se vota a favor o en contra de algo, en concordancia con unos valores y objetivos bien definidos, teniendo en cuenta la viabilidad real (técnica y económica) para poner en práctica las políticas, teniendo siempre en cuenta la opinión de los interesados, los agentes implicados, así como el mayor número posible de expertos en cada una de las materias.
Resuena en el sombrero: “Going Round Again”.- New Musik (London, 1982).