Richard J. Roberts es un premio Nobel de medicina que fue entrevistado en “La Contra” de “La Vanguardia” el día 27 de julio de 2007. El título del artículo fue “El fármaco que cura del todo no es rentable”, y en él explicaba cómo la industria farmacéutica pervierte a los propios investigadores de tal modo que si no convierten un medicamento que cura en otro que cronifica la enfermedad no les pagan la investigación. También acusaba a los gobiernos europeos y americano de estar vendidos a esta industria, la cual financia sus campañas políticas. Sin duda, son acusaciones muy graves vertidas por un premio Nobel que, inexplicablemente, han pasado desapercibidas ¿Por qué?
Existe una evidente confabulación entre las administraciones y las grandes empresas para dominar el mundo de la enfermedad, la salud y la alimentación. Provocar enfermedades, en vez de prevenirlas, es muy rentable. Se cierra un círculo de negocio: primero se provocan las enfermedades (con semillas transgénicas, insecticidas, herbicidas, aspartamos transgénicos, azúcares refinados, leches homogeneizadas, etc.) para que después tenga negocio la industria farmacéutica. Así que, por un lado te enferman y por el otro te cronifican la enfermedad. Quieren que continuemos muchos años vivos pero enfermos, para seguir consumiendo y generando pingües beneficios.
Esta adicción a los productos artificiales controlados por grandes empresas comienza desde el momento en que nacemos. Hace unas pocas décadas era una práctica habitual que matronas y pediatras cortasen el frenillo lingual de los bebés recién nacidos. Se trata de una intervención muy sencilla que no tiene ningún tipo de riesgo ni complicación y que aporta numerosas ventajas al niño y al futuro adulto, una de ellas es que se facilita la lactancia materna. Curiosamente, hace unas décadas se empezó a transmitir a la sociedad y a los pediatras el mensaje de que ese tipo de intervenciones en niños tan pequeños eran prácticas primitivas y obsoletas, que producían en los bebés un sufrimiento totalmente innecesario ¿Cuál está siendo el resultado? Pues que hay muchos niños que tienen dificultades para tomar el pecho correctamente y necesitan ser alimentados con una carísima leche artificial que es suministrada por quién?… A pesar de que en todos los foros se recomienda la lactancia materna como la mejor alimentación para los bebés, siempre que sea posible, claro.
¿Qué es lo que está fastidiando y entorpeciendo algo este gran negocio? El uso de prácticas naturales, el cultivo y el consumo de plantas medicinales, frutas y verduras frescas y ecológicas, que produzcan semillas fértiles y que cualquiera pueda reproducir y cultivar en su casa, sabiendo que en ellas está la verdadera fuente de salud, que además es buena, bonita y barata.
El Ka´a He´ê, Yerbadulce o Stevia (Stevia rebaudiana Bertoni) es una planta vivaz de la familia de las Compuestas, nativa de la zona Norte de la región oriental del Paraguay, que desde tiempo inmemorial viene siendo utilizada por los indígenas de la zona como planta medicinal y edulcorante.
Tras numerosos estudios científicos, se ha descubierto que las hojas de la Stevia contienen varios glicósidos diterpenos como el Steviósido, el Rebaudiósido y el Dulcósido, entre otros, que le proporcionan un poder edulcorante 350 veces superior a la sacarosa que se extrae de la caña de azúcar, aportando 0 calorías.
Se ha demostrado que el consumo de esta planta es beneficioso para los diabéticos; induce la pérdida de peso, por lo que es útil contra la obesidad; favorece el funcionamiento regular del corazón, evitando arritmias; alivia los dolores reumáticos, es anticaries, antidepresivo, diurético, digestivo y antiácido.
Coca-Cola ha estado utilizando durante muchos años el aspartamo, un edulcorante artificial que produce una mayor adicción que los azúcares convencionales, curiosamente, durante esos mismos años la FDA prohibió en USA el uso y la comercialización de la Stevia, argumentando posibles trastornos neurológicos debidos a su consumo. Más tarde se demostró que el aspartamo tiene efectos cancerígenos, cosa que ya se venía sospechando desde hace tiempo, motivo por el que Japón, hace 20 años, obligó a Coca-Cola a sustituir el aspartamo por Stevia en la Coca-Cola Light. Incomprensiblemente, hasta 20 años después Coca-Cola no ha “descubierto” el “Santo Grial de los edulcorantes” (según palabras textuales pronunciadas en rueda de prensa) que es la Stevia ¡Qué casualidad! Pocos días antes, la FDA había autorizado el consumo de Stevia sin ningún problema. Coca-Cola, en alianza con Cargill, ha patentado diversos productos extraídos de la Stevia para 24 aplicaciones, y están haciendo investigaciones genéticas para que la planta produzca únicamente el glicósido con mayor poder edulcorante pero con menos propiedades medicinales, que es el Rebaudiósido.
Hace poco ha entrado en vigor una Directiva Europea que prohibe la comercialización de plantas medicinales cuyo uso no sea tradicional (habitual desde hace al menos 15 años), de manera que se da la paradoja que una Coca-Cola Light edulcorada con un producto patentado, copiado del que contiene la Stevia pero fabricado sintéticamente, puede venderse sin problemas, poniendo en la etiqueta sus efectos medicinales, pero sin embargo, no se pueden comercializar bolsitas de hojas secas de Stevia para infusión, poniendo en la etiqueta sus propiedades medicinales que, para más inri, son incluso superiores a las del producto sintético refinado, ya que las plantas son naturales y el cuerpo humano las asimila mucho mejor y con muchos menos efectos secundarios.
Otra planta medicinal, en este caso con un reconocido efecto contra la malaria, es la también compuesta Artemisia annua. Pues bien, el señor Bill Gates ha decidido dar 80 millones de dólares a quien consiga artificialmente la molécula sintética responsable de las propiedades de la Artemisia, porque no puede ser que los pobres de África y Asia se curen gratuitamente de la malaria con una plantita cultivada en casa. El remedio se lo tiene que proporcionar la bestia farmacéutica, y para ello hay que patentar un producto concreto. De modo que están a punto de conseguir, de hecho ya lo han conseguido, una molécula aislada a partir de la Artemisia, muy potente, pero que, al ser sintética y no actuar junto con el resto de sustancias naturales de la planta, el cuerpo no la reconoce. Va muy bien al principio, pero después van apareciendo resistencias y contraindicaciones en el ser humano. En cambio, si se toma la Artemisia, como tantas otras plantas, en estado natural y en las dosis adecuadas, las contraindicaciones prácticamente no existen, porque la misma planta te protege de las mismas.
Con las Kalanchoe (K. daigremontiana, K. pinnata y K. gastonis-bonnieri) sucede algo similar, parece probado que el consumo de sus hojas frescas previene el cáncer, pero como la bestia farmacéutica no ha logrado aislar una molécula responsable de dicho efecto, sencillamente se han abandonado las investigaciones y se ha tratado de ocultar el hecho, ya que las radioterapias, quimioterapias y todo lo que conlleva el cáncer son asuntos demasiado rentables como para que la gente los evite, así como así, simplemente teniendo unas pocas macetas con plantas en la terraza de su casa.
Pero resulta que ahí está precisamente la solución a las cortapisas legales que nos tratan de imponer, ya que, según la Orden SCO/190/2004, de 28 de enero, por la que se establece la lista de plantas cuya venta al público queda prohibida o restringida por razón de su toxicidad, no se pueden comercializar bolsitas de hojas secas de Tejo para hacerse una infusión (cosa no recomendable porque este árbol es muy venenoso, pero sólo es por poner un ejemplo), pero puedo comprar una planta de dicha especie para uso ornamental en cualquier vivero, sin ningún problema.
Otra planta comestible y medicinal que resulta muy decorativa por el color púrpura de sus hojas, es la Perilla o Shiso japonés (Perilla frutescens), una labiada anual con propiedades similares a las del Romero (Rosmarinus officinalis), pero con un mayor poder antiinflamatorio y antialérgico, debido a su elevada concentración de ácido rosmarínico, sobre todo en el aceite de sus semillas, aunque sus hojas frescas aportan un agradable y suave sabor agrio a las ensaladas y guarniciones para platos de verdura, pescado o carne.
Todas estas plantas las conozco, las cultivo en casa y las tomo, gracias a una asociación sin ánimo de lucro llamada “Dulce Revolución”, que está impulsada por “Slow Food Terres” de Lleida y que cada vez va contando con más voluntarios que cultivan estas plantas y dan a conocer sus propiedades, basadas en experiencias y testimonios individuales que se transmiten de boca en boca y vía internet ¡Gracias por abrirnos los ojos amigos!
La foto de arriba corresponde al secado de mi segunda cosecha de hojas de Stevia, que tengo en una maceta, en el jardín de casa ¡Es increíble el dulzor que proporciona la masticación de un pequeño trozo de hoja fresca! La infusión de sus hojas secas también es muy dulce, aunque al final deja un regusto ligeramente amargo que recuerda al regaliz y que a mí me resulta agradable, aunque parece que dicho retrosabor es la causa que está limitando el uso generalizado de esta planta como edulcorante saludable, hipocalórico e hipoglucemiante, y es en lo que se escuda la industria para aislar y sintetizar extractos artificiales que, puede que tengan un sabor más puramente dulce e intenso, pero a cambio hay que pagar un alto precio, como es la eliminación de una gran parte de sus propiedades medicinales, a parte de la gran injusticia económica y social que supone el lucrativo negocio que hemos comentado.
Al ver la foto de arriba, me ha recordado la imagen de una bandera, podría ser la bandera verde de la “Dulce Revolución” ¡Unámonos! ¡Revelémonos todos contra la industria farmacéutica y los gobiernos vendidos que la apoyan! Siguiendo el sabio ejemplo del visionario escritor Thoreau ¡Hago un llamamiento a la desobediencia pacífica y civil! La salud y el poder vivir en un medio ambiente limpio y sano son derechos fundamentales con los que no se puede jugar, ni mucho menos podemos permitir que sean pisoteados por la avaricia de los poderosos ¡Basta ya!