The Handsome Family, el dúo de alt-country compuesto por Brett y Rennie Sparks, acaban de publicar un nuevo álbum titulado “Wilderness”, que versa sobre la fauna silvestre. En internet hay disponible una bella canción titulada “Woodpecker” (Pájaro carpintero), con la que esta genial pareja nos traslada a las austeras y rústicas alacenas abandonadas, casi vacías, con unos pocos bellos recipientes de arcaico vidrio transparente, que se aparecen cual fantasmas en su interior, y en los que nuestras bisabuelas guardaban mermeladas caseras, mantequilla, legumbres, azúcar, té y café, dentro de apolillados armarios de madera, iluminados con la luz que se refleja en las paredes desconchadas, tras haber atravesado unas ventanas con la pintura ajada y cuarteada por el paso del tiempo.
El proceso creativo de esta canción del pájaro carpintero ha sido descrito bella y magistralmente por la propia Rennie, poetisa, letrista y banjista del dúo, en el interesante artículo que ha sido publicado hace unos pocos días en el “New York Times”, ilustrado con el dibujo suyo que veis arriba, y que traduzco a continuación:
“El último septiembre, en uno de esos tempranos días rojizo-dorados del otoño, me despertó un tamborileo (tap-tap-tapping) que provenía del patio. Un pájaro carpintero estaba martilleando el viejo arce (Acer negundo) que se encuentra pasada la chumbera cerca del callejón del fondo, mientras yo yacía en la cama dejando que mis pensamientos diesen vueltas:
¿Cómo sabe el pájaro carpintero los árboles que están llenos de bichos? ¿Qué saben esos bichos cuándo el pico de un pájaro carpintero martillea cerca? ¿Qué sabe el árbol cuándo un pájaro carpintero martillea su corteza?
Aquí me encuentro tratando de empatizar con un árbol, con una larva de insecto y con un pájaro, y sé que es una buena ocasión de que se esté gestando una idea para alguna canción. Por supuesto que esto no significa que se termine ninguna canción, pero sí significa que me voy a pasar unas pocas horas sentada en el sillón indagando sobre palabras como “pájaro carpintero” y “escarabajo del arce” y que pasaré todavía más tiempo revolviendo y escribiendo en mi cuaderno de notas.
Tengo un montón de cuadernos llenos de notas y escritos. A menudo no conducen a nada, pero algunas veces, en los días de suerte, los escritos empiezan a conectarse con algún misterio que no puedo dejar hasta que éste sea desvelado. Lo que una vez fue un amasijo de palabras e ideas empieza a magnetizarse y estar lleno de sentido ¡Oh, esos días de suerte!
Básicamente, me limito a sentarme en el sofá y a seguir las chispas que se dispersan por aquí y por allá.
Aquella mañana que empezó con un tamborileo, le siguió una tarde en la que aprendí mucho sobre pájaros carpinteros. Supe que estas aves tienen lenguas larguísimas con cerdas en su extremo. Supe que el cráneo de los pájaros carpinteros está especialmente diseñado para protegerlos de los impactos, como un casco anti-choque. También averigüé que su oído es sorprendentemente agudo. Estas aves pueden escuchar el sonido de las larvas al moverse dentro del tronco de un árbol cuando pasan volando por encima.
¡Sí! Este último hecho resonaba en mi cabeza, que me cosquilleaba de excitación.
Me senté un rato y traté de imaginar cómo sería tener un oído tan fino que fuese capaz de escuchar los bichos meneándose dentro de los árboles. Al principio me pareció algo maravilloso – escuchar grandes orquestas en las rocas y las laderas, las canciones secretas del aire y la tierra. Pero entonces caí en la cuenta de lo mucho que eso me distraería. Con un oído tan sensible ¿No terminaríamos todos con nuestras orejas pegadas a montones de porquería y agujeros de árboles, durante días, olvidándonos de comer y de dormir, completamente absortos por los sonidos más insignificantes?
Por qué entonces, me preguntaba, los pájaros carpinteros no se vuelven locos de distracción a causa de su agudo sentido del oído? ¿Como pueden soportar estas aves el martilleo sobre el tronco de un árbol cuando sus oídos son tan sensibles como para escuchar a los bichos arrastrase dentro de la madera? ¿Está entonces el cerebro de un pájaro carpintero sintonizado para escuchar con precisión determinados sonidos e ignorar completamente otros? ¿Qué partes de la realidad filtran activamente nuestros propios cerebros cuando tratamos de percibir el mundo?
De repente y aparentemente sin conexión alguna, me acordé de Mary Sweeney.
Mary Sweeney fue una mujer brevemente mencionada en el libro de Michael Lesy, “Wisconsin Death Trip”. Recordaba que había escrito alguna nota o dos sobre ella en un cuaderno, en algún sitio, hace unos pocos años, mientras leí el libro de Lesy y recordaba que varias veces, durante estos años, intenté sin éxito escribir algo acerca de ella. En mis cuadernos, tengo escritas miles de palabras sobre centenares de personas. La mayoría de ellas no conducen a nada.
Por ejemplo: Durante las dos últimas semanas, he estado obsesionada con las lombrices y Alan Turing ¿Qué relación tienen ambas cosas? Aún no lo sé, pero la obsesión, la inmutable convicción de que hay alguna conexión mágica y profunda, persiste. Así que no dejo de anotar cosas en busca del camino oculto.
Ahora, en este día del pájaro carpintero: Un profundo e inescrutable nivel de mi psyche, está convencido de que Mary Sweeney era un pájaro carpintero. El truco está en que el resto de mi se convenza de ello.
Busqué en internet sobre Mary Sweeney y encontré un poco más sobre ella: Había sido arrestada cientos de veces en Wisconsin, durante los años 1890, por romper ventanas arrojando el bolso una y otra vez a los cristales. Era una esposa y madre, antigua maestra, que periódicamente huía de su casa en St. Paul (Minnesotta), cogía trenes a pequeños pueblos de Wisconsin donde desembarcaba y era capturada de nuevo, “complacida en su salvaje deporte”, según el periódico “The Badger State Banner”. Ella admitió el uso de cocaína para “calmar los nervios” y se dijo que había sufrido una lesión en la cabeza, pero no era capaz de dar una explicación razonable del motivo por el que no podía dejar de romper ventanas.
Por supuesto, los crímenes de Mary parecen ser obra de una mente desilusionada y llena de sufrimiento. Pero, aún así, hay algo en sus acciones que las eleva por encima de la mera “locura”. La idea de ella, una maestra del siglo XIX, repentinamente trasformada en una diosa de la ruina, la encuentro al borde de considerarla, de algún modo, extrañamente heroica.
“Adorable Mary Sweeney, la famosa rompedora de ventanas”.
Escribí esa línea en mi cuaderno y sacudió mi cabeza ¿Qué diablos tenía eso que ver con los pájaros carpinteros? Todavía no tengo una idea clara, pero supe que había una conexión entre el martilleo del pájaro carpintero y la rotura de ventanas de Mary. Lo sentía. Supongo que ahí reside el secreto de escribir letras. La historia que se cuenta en una canción no tiene necesariamente por qué “ser” verdad, pero tiene que “sentirse” verdadera.
Así que, tenía la sensación de que Mary Sweeney era una bella heroína y no una depravada vándala. No estaba basado en los hechos, desde luego, sino en cómo los hechos me habían golpeado emocionalmente. ¿Cómo puede ser heroico romper ventanas? De algún modo me había enganchado a esta gran certeza emocional: Mary rompía ventanas porque ella veía algo en ellas que nadie más podía ver. ¡Ella era el pájaro carpintero de las ventanas!
Me sentí mejor acerca de Mary y los pájaros carpinteros cuando pensaba en ello. En esa búsqueda de calma, repentinamente me di cuenta de lo que había estado tratando de expresar con palabras desde que me desperté aquella mañana: el sentimiento de expansión repentina – la rotura de límites, esa maravillosa y aterradora sensación de que, de repente, el mundo se hace más grande de lo que era hace un momento.
La espantosa/extática expansión de la percepción fue la que me proporcionó aquel pájaro carpintero que tamborileaba en el patio. Había despertado de un sueño profundo para encontrar que mi mundo era mayor que mi habitación. Y es, de algún modo, una repentina expansión de la percepción la que Mary Sweeney dio al mundo rompiendo ventanas en pequeños pueblos del siglo XIX, en Wisconsin, para bien o para mal, Mary hizo del mundo un lugar más grande y más extraño, trayendo su caos rompedor a las tranquilas calles de aquellos tranquilos pueblos en aquellos tranquilos días. La prueba es esta: Todavía estamos pensando sobre ello, después de cien años ¡Menuda pájara carpintera fue Mary!
Una buena canción brilla con una luz que te permite ver más lejos y sentir más, al menos durante esos pocos minutos que transcurren hasta que muere la última nota y nos encontramos de vuelta en nuestra pequeña habitación. Y esta magia se realiza sin que salte ningún cristal en pedazos ni se dañe la corteza de ningún árbol.
Así, me puse manos a la obra con mi canción del pájaro carpintero. Conecté mi punto A con mi punto B y con mi punto C, hasta que tuve tres versos y un estribillo acerca de una mujer que también era un pájaro carpintero. Le di la letra a mi marido Brett y el misterioso proceso de nuestra forma conjunta de escribir canciones siguió su curso.
¿Quién puede decir cómo una melodía llega a la cabeza de Brett? Él, ciertamente, no puede.
“Leo las palabras una y otra vez”, dice Brett. “Y entonces, eventualmente, empiezan a cantarme”.
Y eso fue lo que pasó. Observé como Brett se ponía delante del folio con la letra durante unos cuantos días. Siempre tenía el papel cerca mientras veía la televisión y mientras comía. A veces le veía mover los labios mientras leía. A veces no. Una noche en medio de un episodio de reposición de “La Oficina”, de repente, apagó la tele, agarró su guitarra y empezó a cantar las palabras que yo había escrito. Y, en la melodía que Brett escribió creo que se las arregló para contar más de la historia que yo quería contar. En la canción de Brett escucho las trinantes y gorjeantes notas de un pico martilleando y las altas y afiladas armonías del anhelo de una mente inestable en busca de algo bello y brillante.
De esta manera vino una nueva canción al mundo. Puede que no haya llegado al universo con el mismo impacto rompedor con el que un bolso es arrojado a una ventana o con el que el pico de un pájaro carpintero golpea sobre la corteza, pero, a nuestra propia y pequeña manera, espero que hayamos añadido al mundo algo bello y que haga pensar, algo que abra un poco más nuestras ventanas para que entre un poco más de luz.”
Resuena en el sombrero: “Woodpecker".- The Handsome Family (Alburquerque (New Mexico), 2013).
Pintura y casi todo el texto by Rennie Sparks. Traducción al castellano by Mad Hatter.