sábado, enero 30, 2016

LOS EXTREMOS SE TOCAN (XXVIII): DISTINTAS INTERPRETACIONES DE UNA MISMA REALIDAD





A partir de unos mismos hechos objetivos, como son los incendios forestales y que la mayoría de los pinares mediterráneos sufren el ataque de las orugas de la procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) con cierta periodicidad, pueden extraerse conclusiones totalmente opuestas.

Tradicionalmente, se ha considerado a la procesionaria una plaga que devora las acículas de los pinos y los debilita, además del problema que suponen los pelos urticantes con los que estas orugas se defienden y que causan dolencias consistentes en alergias y urticarias a las personas que visitan los pinares atacados. También se argumenta que la visión de los bolsones de seda blancos sobre el follaje dañado de los pinos produce un impacto paisajístico negativo y denota un abandono y falta de “limpieza” de nuestros montes que favorece la propagación de los incendios forestales.

Sin embargo, actualmente la visión mayoritariamente aceptada por la comunidad científica es que la procesionaria es un “factor de estación” de los pinares mediterráneos y que este insecto cumple una importante función en los ecosistemas forestales. Efectivamente, la procesionaria es el único animal capaz de devorar las duras acículas viejas de los pinos, unas acículas que al secarse y caer al suelo se acumulan en el suelo del bosque formando una capa bastante gruesa en los pinares más espesos que se denomina popularmente “pinocha”.

Las orugas de procesionaria se comen las acículas de los pinos durante el otoño y el invierno, por lo que la inmensa mayoría de los árboles rebrota sin ningún problema en primavera. Las defoliaciones intensas se producen cada 5 - 10 años, por lo que da tiempo a que el pinar se recupere perfectamente, por lo que sus efectos sobre el ecosistema pueden resumirse en los siguientes:

1º) Pone a disposición de otros consumidores secundarios (el ejército de predadores y parasitos que se alimentan de la procesionaria en todos sus estadios: huevo, larva, crisálida y adulto) la energía y los nutrientes contenidos en las duras acículas de los pinos.

2º) Disminuye el espesor de la capa de “pinocha” que cubre el suelo, debido a una disminución de las acículas secas que caen de viejas y a un aumento de la velocidad a la que éstas se descomponen en el suelo, como consecuencia del mayor contenido en nitrógeno y humedad que aportan los excrementos arrojados por las orugas.

3º) Ese aumento de la fertilidad del suelo, unido a una mayor cantidad de luz que llega al mismo, debido al aclarado de las copas de los pinos, promueve y favorece el desarrollo de la regeneración natural de los pinos y de otras muchas plantas, contribuyendo a aumentar la diversidad y la productividad del ecosistema.

Por todo ello, puede considerarse que la procesionaria contribuye a disminuir la vulnerabilidad de los pinares para verse afectados por incendios y por los ataques de otros organismos verdaderamente patógenos.

Este ejemplo pone de manifiesto la importancia de conocer la REALIDAD, saber lo que sucede en realidad, en lugar de imaginar lo que creemos que pasa, dejándonos llevar por nuestros prejuicios, es decir “elucubrando” en lugar de argumentar realmente.

Resuena en el sombrero: “Fight Fire”.- The Chesterfield Kings (Rochester (New York), 1985).

Anteriores capítulos de esta sección: I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI, XVII, XVIII, XIX, XX, XXI, XXII, XXIII, XXIV, XXV, XXVI y XXVII.

jueves, enero 14, 2016

LOS EXTREMOS SE TOCAN (XXVII): Lo infinitamente complejo y sencillo: EL PRINCIPIO NATURAL



En el libro “The Nature Principle” de Richard Louv (2012), se describen un montón de experiencias y datos que demuestran el poder terapéutico de la Naturaleza, como fuente de salud y de sabiduría, por lo que concluye que resulta imposible desarrollarnos plenamente como seres humanos, felices, si vivimos desconectados del sistema natural, si nos separamos de la Naturaleza en lugar de integrarnos en ella. Sin embargo, el libro no acaba de llegar a sintetizar qué es lo esencial de este llamado “principio natural”, quizás porque sea algo demasiado complejo y demasiado sencillo, a la vez, para poder ser expresado con palabras, de manera precisa y en toda su magnitud. No obstante, voy a intentar resumirlo, lo mejor que pueda:

En nuestra sociedad, tendemos a identificar lo natural con aspectos físicos, tales como el aire, el agua, el suelo, las plantas, los animales, el “medio ambiente”, pero lo más trascendente de lo natural es su faceta espiritual. Dentro de la parte nº 2 del libro, “Vitamina N”, en el capítulo 6 “The Deep Green High” (que podría traducirse como “el subidón verde profundo”) y que subtitula “la verdadera manera de mantenerse en forma es el asombro radical”, describe una serie de experiencias extremas en la Naturaleza y la profunda e intensa conexión que éstas implican. Cita una frase del teólogo judío, el Rabino Abraham Joshua Heschel, que dice: “Nuestro objetivo debería ser vivir la vida con asombro, mirar al mundo de forma que nada se dé por sentado. Todo es fenomenal, todo es increíble, ser espiritual es estar constantemente asombrado”.

En ese capítulo habla de la “extrema animación de la Naturaleza” que John Muir decía que resultaba contagiosa. Describe la experiencia de una californiana treintañera, Brook Shinsky, practicante de deportes extremos en el medio natural, que es capaz de sentirse como un pájaro cuando surca los cielos, embutida en su traje especial para volar sin motor, más bien para caer planeando como una especie de gran ardilla voladora, esquivando picos, farallones rocosos y copas de árboles, en su audaz, trepidante y veloz trayecto. Preguntada la joven deportista si, al estar totalmente centrada en tan arriesgada actividad, tiene tiempo para apreciar el mundo natural, ella replicó: “De pequeña siempre me intrigaron las aves, ahora sé cómo se sienten al volar y veo el mundo como lo ve un pájaro, en esos momentos me siento verdaderamente presente y plenamente despierta”.

Lo más natural se aproxima a lo que muchas veces denominamos “salvaje”, en el sentido de inesperado e imprevisible, un término que implica ciertas dosis de aventura, de sorpresa y de misterio.

Si bien, más adelante, en la tercera parte del libro “Cerca es el nuevo lejos, saber quién eres conociendo dónde estás”, en el capítulo 12 referido a “The Bond” (el vínculo íntimo), como demostración de otro principio al que suelo recurrir frecuentemente y que da nombre a esta sección -“los extremos se tocan”-, Louv describe la experiencia de Ron Swaisgood, biólogo director del Departamento de Ecología Animal Aplicada del Instituto de Conservación del Zoo de San Diego, una persona que ha vivido todo tipo de experiencias intensas con animales en su hábitat natural y que, de forma paradójicamente asombrosa incluso para él mismo, ha descubierto el verdadero y profundo sentido de la Naturaleza gracias a su hijo, “ahora que soy padre (dice), paso mucho tiempo mirando los bichos del suelo, me muevo mucho más despacio, de manera que paso más tiempo en la Naturaleza. Es decir, muchas veces somos unos meros espectadores, unos observadores o estudiosos de la Naturaleza, pero no nos sentimos dentro de ella, formando parte de ella.

Antes de leer este libro, achacaba la generalizada falta de interés, en nuestra sociedad actual, por todo aquello que implique pensar y reflexionar, así como lo poco de moda que está la filosofía, lo achacaba a las prisas y al ajetreo de la vida moderna, a la falta de tiempo para pararse un momento a pensar, la superficialidad, el materialismo, la inmediatez; pero ahora, después de haberlo leído, me pregunto ¿Y si una gran parte de la gente hubiese perdido la capacidad de reflexionar o al menos de disfrutar con ello? ¿Por qué a tanta gente le disgusta pensar, les parece una pérdida de tiempo, les produce frustración y pesadumbre o, sencillamente, nunca se les ocurre hacerlo? ¿Por qué formo parte de la minoría que disfruta reflexionando y discutiendo sobre temas filosóficos? ¿Tendrá esto algo que ver con el hecho de haber sentido y vivido experiencias de conexión con la Naturaleza? ¿Sentirnos conectados a la Naturaleza es un requisito imprescindible para desarrollarnos plenamente como personas y para adquirir capacidades cognitivas, vitales y espirituales?

La Naturaleza despierta y agudiza nuestros sentidos, aumenta nuestra capacidad de observación y de atención, aumenta nuestra capacidad de enfocar los problemas desde un punto de vista global o integral, por así decirlo, aumenta al mismo tiempo nuestra capacidad de análisis y de síntesis, estructura nuestro cerebro para reflexionar o razonar de manera serena, lúcida, eficaz y positiva, aumenta nuestra capacidad de intuición, refuerza nuestra humildad y aumenta nuestro sentimiento de interconexión con las demás personas y con todo el resto de los demás seres vivos, e incluso con los no vivos, como son el aire, el agua, las rocas y la tierra, nos impulsa a sentir una especie de profundo vértigo, una comunión trascendente, una profunda sensación de que formamos parte de algo muy superior a nosotros, de que formamos parte de un “Todo” que es mucho más que la suma de las partes.

Volviendo a la segunda parte del libro “Vitamina N”, en el capítulo 5 “Renaturalizar la psyche, aplicar el principio natural a nuestra salud mental”, en la página 62, habla sobre el “Inconsciente ecológico”, “la noción de que en la Naturaleza todo está conectado de maneras que no alcanzamos a comprender plenamente”, el “Over-Soul” (sobrespíritu) que llamaba Ralph Waldo Emerson, en 1841, y que está muy relacionado con el concepto de “Gaia”, acuñado en el siglo XX (la ilustración de arriba es un “mandala de Gaia”), y que vendría a ser algo así como el espíritu global de la “Madre Tierra” o el corazón común de todos los habitantes del planeta.

Otro aspecto a destacar del libro es que, pese a su subtítulo “Reconectando con la Naturaleza en una Era Virtual”, no se trata del típico alegato pseudoecologista que arremete contra todo lo que huela a progreso y tecnología, sino que valora en gran medida las potentes herramientas que nos ofrecen las nuevas tecnologías (llega a hablar de “Tecno-naturalistas” en la página 192, capítulo 15 “Las neuronas naturales van a trabajar, el principio natural en los negocios”, de la parte 4ª “Creando el Paraíso Cotidiano, diseño de alta tecnología/alta naturaleza donde vivimos, trabajamos y jugamos”), unas herramientas que, utilizadas de forma adecuada y con el propósito correcto, pueden y deberían servirnos para conectar con la Naturaleza, de una forma mucho más profunda, como nunca antes ha sucedido en la Historia de la Humanidad, en lugar de utilizarlas para evadirnos de la realidad, creando un mundo paralelo virtual.

Cuando uno da un paseo por el medio natural, hay que ir caminando, avanzando un paso tras otro, no hay posibilidad de apretar ningún botón que acelere el tiempo, al objeto de abreviar nuestro trayecto, en un viaje que no es trivial sino que está lleno de significado, en el que entramos en contacto real (vemos, olemos, tocamos, saboreamos y sentimos) con el suelo, las plantas, los hongos y los animales. En la Naturaleza todo tiene un propósito, un significado, una intención, y en la Naturaleza nada es estático, todo cambia, todo evoluciona, todo es dinámico. Si hiciéramos el mismo trayecto un mes después, encontraríamos cosas nuevas que siempre consiguen sorprendernos, pero no de una forma inquietante o estresante, sino que nos proporcionan “solaz”, una palabra que hacía mucho tiempo que no escuchaba.

En la Naturaleza no sobrevive el más rápido, ni el más fuerte, sino el que mejor se adapta a los cambios y es más constante y persistente. La vida no es una prueba de fuerza, ni una carrera de velocidad, sino que se asemeja más a una “maratón”.

En definitiva, las palabras claves del libro podrían ser: “Naturaleza”, “conexión”, “solaz”, “propósito”, “restauración” y “adaptación”.

Anteriores entradas de esta sección: I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI, XVII, XVIII, XIX, XX, XXI, XXII, XXIII, XXIV, XXV y XXVI.

Resuena en el sombrero: “Into My Hands”.- The Church (Camberra (Australia), 1984).