martes, abril 26, 2011

CEREZOS Y CIRUELOS SILVESTRES









La Rioja, aunque pequeña, es una Comunidad Autónoma que presenta una gran diversidad de climas y suelos, por lo que en ella habitan numerosas especies de flora. Uno de los géneros mejor representados, dentro de la familia de las Rosáceas, son los Prunus, es decir los cerezos y ciruelos en sus múltiples especies silvestres, de las que voy a apuntar unas breves notas, empezando por las más comunes y terminando por las más raras y escasas:

En las orlas espinosas de los bosques, setos y ribazos de los cultivos encontramos al popular Endrino (Prunus spinosa), un pequeño ciruelillo de porte arbustivo y duro ramaje espinoso, con cuyos frutos azulados, las endrinas, se fabrica el famoso patxarán, dejándolas macerar en anís.

El endrino es conocido desde la antigüedad como planta medicinal y alimenticia. Han sido hallados huesos de endrina en antiguas ciudades lacustres del neolítico.

Las flores del endrino contienen glucósidos, taninos, vitamina C, azúcar y pigmentos. Sus propiedades son, sobre todo, diuréticas, con un ligero efecto laxante. Los frutos contienen mayormente taninos y ácidos orgánicos, cuando están secos tienen propiedades astringentes y algo laxantes. Se emplean contra afecciones de las vías urinarias y de la vejiga, así como en trastornos digestivos. Los frutos frescos sirven para la fabricación de jugos, jarabes y licores como el patxarán. La tintura de endrinas tiene aplicaciones sudoríficas, diuréticas y laxantes. En alimentación se emplean para fabricar confituras y mermeladas. Las cortezas y hojas tienen propiedades antiasmáticas y antidiabéticas.

En zonas algo más frescas y húmedas pueden encontrarse algunos endrinos más altos, menos espinosos y con las hojas y los frutos más grandes, que pueden ser Ciruelos (Prunus domestica) asilvestrados o bien verdaderos Ciruelos silvestres (Prunus insititia), cuya diferenciación no resulta fácil, hasta el punto de que a este último se le considera una subespecie del primero (P. domestica ssp. insititia). Para complicar aún más la cosa, resulta que hay alguna especie de Ciruelo silvestre que también se cultiva, como es el caso del llamado Ciruelo de Damasco o Mirabel (P. insititia var. syriaca).

En los bordes y claros de bosques mixtos, hayedos, robledales y pinares encontramos al Cerezo silvestre (Prunus avium), cuyas pequeñas y ácidas cerezas son mucho más apreciadas por los pájaros que por las personas, si bien durante los últimos años se están realizando bastantes plantaciones (ver fotos 2ª y 3ª) con esta especie debido a que su crecimiento es relativamente rápido y a que tiene una tendencia natural a desarrollar una serie de características que contribuyen a su idoneidad como especie productora de madera de calidad, tales como: la dominancia apical de su porte, la longitud, limpieza y rectitud de su fuste, y la calidad y belleza de su madera; características éstas que están siendo potenciadas mediante labores de selección o mejora genética, habiéndose obtenido clones que pueden cortarse a un turno comprendido entre los 35 y 40 años, si bien lo más habitual en la mayoría de los terrenos es que el diámetro óptimo comercial no se alcance hasta los 45 ó 60 años de edad.

Este árbol también tiene usos medicinales. Tanto los pedúnculos como las hojas tienen aplicaciones en el tratamiento de las bronquitis y contra las diarreas. También poseen excelentes propiedades diuréticas, carminativas, sedantes y refrescantes. El jugo fresco de los frutos es antianémico, rico en hierro y calcio, adecuado igualmente en los trastornos hepáticos. Las sustancias que integra esta planta son sobre todo taninos; contiene una importante esencia polinífera y melífera. Las hojas suelen formar parte de la composición de tisanas adelgazantes. Las cerezas maduras sirven además para la preparación de jarabes, para mejorar el sabor de ciertos remedios y hacerlos más asimilables. Esta planta también se utiliza en la conservación de los pepinillos. El gusto es amargo y astringente.

Al margen de sus usos comerciales, lo cierto es que los cerezos silvestres confieren una gran belleza a los paisajes en los que habitan, tanto en primavera, debido a su abundante floración blanca (ver primera foto), como en otoño, por los vivos colores rojizos que adquieren sus hojas (ver 3ª foto).

En el extremo opuesto, no en lo referente a la belleza sino a que presenta un porte achaparrado, retorcido y muy ramificado, poco apto para usos madereros, tenemos al llamado Cerezo de Santa Lucía (Prunus mahaleb), propio de los barrancos y pies de cantiles rocosos calizos, en climas con una mayor influencia mediterránea. Tiene unas pequeñas cerezas agrupadas en pequeños corimbos, de color negro al madurar, que sólo son comidas por la fauna silvestre, aunque, debido a su gran rusticidad, es muy utilizado como portainjertos de variedades de cerezos cultivados por su fruto.

También de porte más bien arbustivo, ya que suele vivir en lo alto de las montañas, casi en el límite superior del arbolado, junto a torrenteras, arroyos y canchales húmedos, vive el denominado Cerezo de racimo o Cerezo aliso (Prunus padus), muy escaso en La Rioja. Sus pequeñas cerezas también son negras al madurar y están agrupadas en largos racimos. De la semilla procedente de los escasos ejemplares silvestres encontrados en la Sierra de la Demanda se ha obtenido casi un centenar de plantas (ver 5ª foto) que han sido plantadas en zonas apropiadas de la Sierra, si bien, a pesar de la protección brindada, la supervivencia de los plantones ha sido muy escasa, debido a la elevada presión ejercida por los herbívoros, tanto silvestres (cérvidos) como domésticos (ganado). En la sexta foto se puede ver unos de los pocos ejemplares que, de momento, está logrando sobrevivir.

Por último, también en lugares húmedos pero más protegidos de los vientos fríos del Norte, tenemos a un gran arbusto o arbolillo de hoja perenne, una reliquia de las laurisilvas del Terciario, se trata del denominado Loro o Laurel de Portugal (Prunus lusitanica), especie propia de los "canutos" gaditanos, los barrancos húmedos y templados de la costa atlántica, de algunas sierras del centro y sur peninsular, el Atlas marroquí y también está presente (la subespecie hixa) en las actuales laurisilvas de las Islas Canarias. En La Rioja, es extremadamente rara, motivo por el que ha sido declarada especie en peligro de extinción (Decreto 59/1998) al igual que en el País Vasco, más recientemente. En la Comunidad riojana, tan sólo se han encontrado tres ejemplares silvestres, junto a un arroyo del Alto Najerilla, de los que únicamente fructifica uno del que se obtuvieron unas 2.000 plantas (ver 7ª foto), procedentes tanto de esquejes como de semillas, entre los años 1998 y 2000, las cuales fueron plantadas durante los años 2002 a 2004 en zonas potencialmente apropiadas para el desarrollo de la especie. Este año se va a hacer un inventario de los ejemplares que han sobrevivido, así como de las principales causas de mortalidad de la especie. En la octava y última foto puede verse al único ejemplar procedente de esqueje (un clon del único ejemplar que fructifica) que sobrevive en la actualidad, mide 12 mm de diámetro en la base, 34 cm de altura y tiene 34 hojas, como puede comprobarse, el crecimiento es muy lento en los pobres suelos rocosos y en el frío clima de la Sierra de la Demanda.

Fotos by Mad Hatter: 1ª) Flores de Cerezo silvestre (Prunus avium) y Manzano cultivado (Malus domestica). 2ª) Plantación de Cerezo (P. avium) para madera, de 2 años de edad (savias). 3ª) La misma plantación de cerezo con 8 savias. 4ª) Frutos de Cerezo de racimo (P. padus). 5ª) Plántula recién germinada en vivero de P. padus. 6ª) Planta de P. padus de 8 años de edad (savias) protegida con ramaje de arbustos espinosos. 7ª) Planta de Loro (P. lusitanica) de 4 savias, obtenida en vivero, por germinación de semilla. 8ª) Planta de P. lusitanica de 14 savias, procedente de un esqueje del único ejemplar que fructifica en La Rioja, la cual ha sido reintroducida en su hábitat de origen.

Resuena en el sombrero: El susurro producido por las hojas de los cerezos silvestres al ser mecidas por el viento (El único grupo musical que me ha venido a la mente son los “Virgin Prunes”, pero resultan demasiado tétricos para ilustrar esta entrada).

lunes, abril 11, 2011

DESCUBRIMIENTO EN EL CAMINO





Aunque la época en la que más fructifican las setas es el otoño (sobretodo durante el mes de noviembre), ya hemos comentado en diversas ocasiones que en primavera, tras las lluvias y con los primeros calores, también suelen salir algunas especies, siendo las más conocidas las Colmenillas (Morchella), la Seta de chopo (Agrocybe aegerita, cuarta foto) y la Seta de San Jorge o Perretxico (Calocybe gambosa).

Con respecto a las Colmenillas, recientemente se ha descubierto que no son tan excelentes e inocuas como se creía, ya que, consumidas en fresco, aunque estén bien cocinadas, pueden producir en determinadas personas el denominado “síndrome cerebeloso”. Los síntomas de este síndrome aparecen al día siguiente de la ingesta, con una sensación de malestar, mareos, temblores, falta de equilibrio, inestabilidad al andar o estar de pie y falta de coordinación motora que impide la manipulación de cualquier objeto. Dependiendo del grado de afección, estos síntomas pueden durar de unos días a varias semanas. De momento, se desconoce la sustancia implicada en esta intoxicación, y no han sido aisladas especies concretas dentro del género Morchella, pero se cita un caso en 1979 con esta sintomatología debido a M. esculenta. Por lo tanto, es conveniente desecar estas setas antes de rehidratarlas para cocinarlas (nunca comerlas en crudo) e ingerirlas en pequeñas cantidades y de forma esporádica, lo cual no resulta difícil en este caso, al tratarse de setas escasas y muy buscadas (yo sólo las he probado en dos ocasiones).

El otro día, recolecté varios carpóforos de una seta desconocida para mí, que crecía en el borde de un camino, junto a unas zarzas y cerca de unos chopos. A primera vista, con ese color marrón oscuro y aspecto viscoso (primera foto), no parecían demasiado apetecibles, pero, una vez lavadas y cortadas (segunda foto), tienen una pinta agradable, parecida a la de las Tricholomas.

Tras no pocas búsquedas, deliberaciones y consultas a sociedades micológicas, vía internet, he conseguido identificar el género y la especie, se trata de Lyophyllum decastes (= L. aggregatum), que se caracteriza por crecer formando grupos de bastantes ejemplares, con los pies fusionados en la base, formando corros, y por tener la carne elástica. El sombrero es de color pardo grisáceo o pardo ocre, con algunas fibrillas innatas, de perfil convexo a aplanado pero frecuentemente giboso o irregular, puede llegar a tener 12 cm de diámetro, con cutícula brillante y algo viscosa en tiempo húmedo, pero ligeramente arrugada y con una fina pubescencia blanquecina hacia los bordes, al secarse. Las láminas son cremosas, ligeramente decurrentes y medianamente prietas. El pie es de color blanquecino o cremoso, difuminado de marrón hacia la base, con frecuencia curvado, a veces excéntrico, fibroso-cartilaginoso. Pero lo más característico es su aroma a alubias verdes frescas, siendo su sabor suave y agradable, por lo que es muy buena comestible.

Fructifica generalmente en otoño, pero con menor frecuencia también puede aparecer en primavera. Vive en zonas donde hay madera enterrada, siendo más frecuente en los bordes de caminos y pistas forestales, en parques y jardines, tanto bajo caducifolios como bajo coníferas. Aparece formando ramilletes de muchos individuos siendo una especie común, que se conoce como “Babosa” en la Ribera de Navarra y como “Seta de tocón” y “Seta de membrillero” en otras zonas.

Existen otras especies parecidas del género Lyophyllum, como L. transforme, de las que se diferencia porque la carne de L. decastes no ennegrece con el rozamiento, a lo sumo empardece ligeramente, si bien se trata de un problema menor, ya que todas las especies de este género son comestibles. Los hongos, al tener unas esporas microscópicas que pueden permanecer durante mucho tiempo flotando en el aire, suelen tener una amplia distribución, muchos son circumboreales o incluso mundiales, como es el caso de L. decastes.

Las Lyophyllum son poco conocidas y frecuentemente despreciadas en España, pero son muy apreciadas en la cocina japonesa, donde se les conoce como Hatake-Shimeji (L. decastes cultivado en la tercera foto), y hasta han conseguido cultivar una especie micorrizógena como L. shimeji, denominado Hon-Shimeji. L. decastes también es conocido en Méjico, donde se les llama “Clavitos”.

Además de ser comestibles, es posible que L. decastes también tenga uso medicinal, ya que se está estudiando si posee propiedades antitumorales e hipocolesteremiantes.

Lógicamente, tenía que probarlas, así que primero me decidí a cocinar unas pocas, simplemente fritas en aceite de oliva con un pequeño ajete silvestre (muy suave) para poder apreciar bien el sabor de la “nueva” seta, que resultó ser muy agradable, con un fondo de afrutado frescor, aunque quizás lo más destacable de esta especie es su textura y consistencia, crujiente y tierna a la vez, sobre todo el pie que tiene como fibras de suave cartílago que se parten enseguida al morder creando en la boca una sensación agradable, mientras que el sombrero es muy tierno y suave, con la cutícula algo más durita. Pasados un par de días, las preparé de nuevo, esta vez revueltas con huevo y mezcladas con unas pocas setas de chopo, unos trocitos de brócoli y un par de ajetes silvestres, añadiendo un chorro de brandy durante la cocción, para realzar su sabor y ablandarlas un poco, y también quedaron muy ricas.

Esta seta me recuerda en muchos aspectos a la Capuchina (Tricholoma portentosum), incluso, en algún artículo, al Lyophyllum decastes se le denomina “Tricholoma agregado”. Otro Tricholoma parecido es la Negrilla o Ratón (T. terreum), y como diría Superratón: “No olviden supervitaminarse, supermineralizarse y… SUPERLIOFILIZARSE!!! ¡Salud y buen provecho!