La formación de
suelo es un elemento fundamental para la vida, partiendo de la roca madre, por
acción de los meteoros atmosféricos (lluvia, hielo-deshielo y viento), así como
por las reacciones químicas y bioquímicas, poco a poco, muy lentamente, en un
proceso que puede durar miles de años, se va formando una capa cada vez más
profunda de suelo, que permite que vaya arraigando en él una vegetación cada
vez más madura y de mayor porte.
Conforme van
evolucionando las comunidades vegetales que se establecen sobre un terreno y
los ecosistemas que sustentan, el suelo también va madurando, de manera que el
desarrollo del arbolado incrementa la porosidad, el intercambio gaseoso y la
actividad biológica del suelo, tanto hacia abajo, con el crecimiento de las
raíces, como hacia arriba, mediante la continua aportación de restos (ramillas,
ramas, hojas secas, corteza, pétalos, polen, frutos, excrementos de animales, polvo,
etc.) que, al descomponerse, gracias a la actividad de numerosos organismos
(lombrices, insectos, ácaros, miriápodos, crustáceos, hongos y bacterias), van
aumentando la capa de humus, rico en materia orgánica.
En una finca de la
Sierra de Cameros (La Rioja) he ido observando como ha ido evolucionando la
vegetación desde que he plantado diversos árboles (robles, castaños, nogales,
serbales, pomares, avellanos, perales, ciruelos y manzanos). Antes de plantarlos existía un pastizal en el que
predominaban diversas especies de gramíneas (Dactylis glomerata, Cynosurus
cristatus, Arrhenatherum elatius, Holcus lanatus, Phleum pratense y Festuca ovina), con algunas leguminosas (Trifolium angustifolium, Trifolium pratense y
Lotus corniculatus), unas pocas compuestas como la Milenrama (Achillea
millefolium) y el Salsifí (Tragopogon pratensis), así como una escrofulariácea
hemiparásita de las gramíneas como es la Cascabelera (Rhinanthus minor).
Al cercar la finca
(para impedir la entrada de ganado) y plantar los árboles empezaron a
proliferar umbelíferas como Daucus carota y Thapsia villosa, compuestas como
Centaurea nigra, escrofulariáeas como el Gordolobo (Verbascum thapsus), así
como algunos arbustos como Zarzas (Rubus ulmifolius), Rosales silvestres (Rosa canina) y Endrinos (Prunus spinosa), los cuales eliminaba para permitir el tránsito
cómodo y evitar la competencia con los jóvenes árboles. También suelo realizar
ligeras podas, para eliminar las ramas muertas, las enfermas o aquellas que se
cruzan y estorban o rozan con otras. A principios o mediados de junio también
suelo segar la hierba. Todos los restos leñosos y herbáceos producidos por estas labores de mantenimeinto quedan extendidos sobre el suelo para que aporten materia orgánica y formen una capa o “mulch” que
aumente o conserve la humedad del suelo durante más tiempo, a lo largo del
verano.
A medida que las
copas empezaron a desarrollarse y sombrear el suelo, noté que empezaron a
escasear la mayoría de las gramíneas antes mencionadas, propias de pastizales
abiertos, pasando a predominar otras especies que toleran mejor la sombra, como
son: Cynosurus cristatus, Anthoxanthum odoratum y Festuca rubra, así como la
ciperácea Carex remota, también aumentó la diversidad y la biomasa de
leguminosas como Trifolium pratense, Trifolium repens, Trifolium campestre,
Medicago orbicularis y Vicia sepium. Se hicieron más frecuentes algunas orquídeas como Serapias lingua, Dactylorhiza insularis, Orchis morio, Ophrys
sphegodes y Ophrys apifera. Proliferaron algunas herbáceas altas, propias de
las orlas de bosque, tales como Campanula rapunculus, Hypericum perforatum,
Agrimonia eupatoria, Heracleum sphondylium y Ortiga (Urtica dioca); e, incluso,
comenzaron a aparecer las primeras plantas propias del sotobosque, como son la
Prímula (Primula veris) y la Violeta (Viola riviniana).
Los hongos también experimentaron una mayor diversidad y desarrollo, a la par que el arbolado, a finales de julio de 2010 encontré un hongo semihipógeo (Scleroderma areolatum) bajo uno de los nogales, debajo de algunos robles también fructificó algún año la apreciada seda o
perretxiko (Calocybe gambosa) y una especie sin identificar del género
Cortinarius.
Foto by Mad Hatter: Joven Pomar (Sorbus domestica) de 10 años de edad, en
junio de 2010, parcela de El Rasillo (La Rioja).