¡No hay manera! Por mucho que nos empeñamos los
forestales y la
PAC de la
Unión Europea, la cultura forestal no acaba de implantarse en la inmensa mayoría de
España ¿Por qué nos cuesta tanto dedicarnos al sector
forestal?
El mundo
rural, en general, cada vez está más abandonado debido a que nuestra cultura es aplastantemente urbana y a que los medios de comunicación de masas están dirigidos a la abrumadoramente mayoritaria población urbanita.
El minoritario y depauperado mundo rural sobrevive a duras penas, gracias principalmente a la agricultura, la ganadería, la artesanía y el turismo. La actividad forestal sólo es significativa en algunas zonas del
Norte (Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco y Navarra), pero ni siquiera en estas zonas de clima húmedo los
bosques parecen no ser lo suficientemente productivos como para que la gente viva de ellos.
Sin embargo, el motivo del abandono de nuestros bosques no es que éstos no sean productivos, ni se trata de un asunto principalmente económico, sino fundamentalmente social y cultural. En primer lugar, llevamos muchas décadas, incluso siglos, educando a nuestros niños y jóvenes para que abandonen sus pueblos y no valoren la cultura tradicional que se ha ido acumulando durante siglos, una cultura basada en la observación de la naturaleza que les ayudaba a aprovechar todos los recursos que les ofrece la naturaleza durante cada estación del año.
El otro día, escuché en la radio (“El Bosque Habitado” de Radio 3) una historia sobre un padre que guardó la hoja del periódico en la que aparecía un bello mapa mundi. Su hijo pequeño al verla la cogió y la hizo pedazos, el padre apesadumbrado le impuso como castigo a su travieso hijo la tarea de recomponer el mapa mundi pegando los trozos, pensando que le iba a costar varios días, ya que un niño tan pequeño todavía no sabía nada de geografía, pero resulta que a las pocas horas el niño apareció con el mapa perfectamente recompuesto ¿Cómo es posible que lo hayas hecho tan pronto hijo mío? A lo que el niño respondió: “No sabía cómo era el mapa, papá, pero en la cara de detrás había un hombre que sí sé cómo es, así que recompuse el hombre y al dar la vuelta a la hoja ví que el mundo también se había arreglado”. El mensaje está muy claro: Las políticas de desarrollo rural, subvenciones y ayudas económicas, pueden ser enormemente complicadas, pero si nos fijamos en el hombre que ha habitado durante siglos el campo y recomponemos su cultura, veremos que el medio rural se recompone por sí solo, al mismo tiempo.
El problema es que en muchas regiones de nuestro país no sólo apenas existe una cultura forestal, sino un auténtico rechazo hacia el árbol y lo
silvestre, a lo que con frecuencia se denomina con términos tan despectivos como “
maleza” o terreno “
improductivo”. Recuerdo que mi primer jefe en
Toledo, me dijo que en cierta ocasión visitó un pueblo de
La Mancha para hacer una plantación lineal de árboles a la orilla de un camino, en una inmensa llanura sin un sólo árbol en kilómetros a la redonda. Tratando de mostrar el lado positivo a un paisano con el que entabló conversación, le comentó: “
Piense en lo agradable que será dentro de unos años tomarse el bocadillo y un trago de vino a la sombra de los árboles”. A lo que el paisano, muy seco, le contestó: “¿
La tortilla? ¡
A la sombra´l carro!” Mi jefe, todo cortado, se despidió educadamente y se fue.
Lo forestal sólo suele contemplarse de una forma muy secundaria, como proveedor de leña, caza y pesca, por lo general de manera furtiva y utilizando métodos prohibidos, tales como: recogida de huevos y pollos de pájaros, colocación de lazos, uso de plantas tóxicas (Verbascum) para atontar los peces (enverbescar de las aguas), arponear lagartos, etc. También se recogen otros productos comestibles como espárragos verdes, frutos, setas; plantas medicinales y materiales para artesanía: mimbre, esparto, corteza de zarza, palos, etc. Así como helechos para las camas del ganado. Pero el grueso de la economía y la producción de alimentos provienen de la agricultura y la ganadería.
Sin duda, las actividades agropecuarias son más intensivas y productivas en relación a la superficie ocupada, que los extensivos aprovechamientos forestales. La necesidad de superficies relativamente grandes y la gran dificultad sociocultural que supone el asociacionismo de pequeños propietarios en nuestro país, han ligado los aprovechamientos forestales y cinegéticos a grandes latifundios en manos de unos pocos terratenientes privilegiados (nobles, aristócratas, capitalistas, grandes empresarios), predominantes en la mitad sur peninsular, debido a motivos históricos (Desamortización de Mendizábal). Mientras que, en la mitad norte, son mayoría los montes propiedad de ayuntamientos, muchos de ellos catalogados de Utilidad Pública, la figura de protección legal y de conservación práctica más eficaz que se haya inventado nunca.
En este sentido hay que decir, que la idea surgida en algunas Comunidades Autónomas de poner a la venta los Montes de U. P., al objeto de obtener fondos para paliar la actual crisis económica es una aberración histórica de un enorme calibre, un catastrófico y claro ejemplo del “pan para hoy y hambre para mañana” y de que “el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”.
Así mismo, los prolongados plazos de tiempo en los que funcionan la mayoría de las especies forestales arbóreas, constituyen un importante escollo a la hora de que nos decidamos a plantarlas y darles unos mínimos cuidados (selvicultura). Quizás por eso, una de las pocas especies que ha tenido cierto éxito entre los propietarios particulares son las plantaciones de clones de chopos híbridos (Populus x euramericana) y de Eucaliptus para producción de madera a turno corto (15 años), lo cual les asemeja algo más a un cultivo agrícola de lo que suele ser la gestión, ordenación y selvicultura de los bosques naturales.
Habría que tener en cuenta y valorar en su justa medida que la existencia de una
superficie apropiada, sana e interconectada de ecosistemas forestales (bosques, matorrales, setos, sotos, praderas, ríos, lagos, fuentes, trampales, roquedos, etc.) aumenta considerablemente la biodiversidad, la calidad y cantidad de los recursos, la belleza de los paisajes, la calidad de vida y la salud física, mental y espiritual de las personas que viven en su entorno ¿Qué precio tiene eso?
Lo
forestal no suele verse como algo moderno y con futuro, sino que más bien tiende a asociarse con el pasado, remontándose hasta el
Paleolítico, un tiempo anterior a la agricultura, en la que el ser humano llevaba una vida nómada sustentada en la caza, la pesca y la recolección de frutos silvestres. Posteriormente, durante muchos siglos, el bosque fue el lugar preferido por el enemigo para realizar emboscadas, refugio de bandidos,
lobos y alimañas. En el mejor de los casos, era el coto de caza exclusivo del noble terrateniente y amo del lugar, poblado por ciervos y
jabalís intocables que salían a alimentarse por las noches en los sembrados del pueblo, produciendo unos daños por los que no eran compensados en forma alguna.
En el plano laboral, la actividad forestal es el último, duro, ingrato y malpagado recurso al que aferrarse cuando no queda otra cosa, apenas se exige formación ni cualificación alguna,
para el monte vale cualquiera, un trabajo al que pueden dedicarse los presos y los parados. Cuando, en realidad, el manejo de la vegetación, de nuestra flora, de nuestros hábitats, de nuestro patrimonio natural, requiere de numerosos conocimientos en muy diversas materias (ecología, mecánica, ergonomía, seguridad), capacidad de observación, una cierta preparación física y una cierta vocación, que, para nada, hacen que sirva todo el mundo para realizar la gran diversidad de tareas que implica la actividad forestal.
Históricamente, el bosque siempre ha sido visto como un símbolo de los tiempos duros de la vida nómada y del feudalismo medieval. Para colmo de males, en
España, durante la dictadura franquista se hicieron muchas repoblaciones forzosas, una vez más las cosas se hicieron sin contar con las personas, con los lugareños, sin invertir un valioso e imprescindible tiempo para explicar, formar e involucrar como es debido a la población rural. Siempre he pensado que la psicología y la pedagogía deberían ser asignaturas obligatorias en la carrera de ingeniero de montes y forestal. Pero no, la realidad es que “
los pinos del ICONA” adquirieron un cariz negativo. El asunto se politizó hasta el punto de que una parte importante del movimiento ecologista demonizó a los
pinos, metiéndoles en el mismo saco que a los
eucaliptos, incluso hasta se llegó a poner en duda su carácter autóctono, cuando la realidad es que siempre han existido y existen pinares naturales que cumplen un importante papel colonizador en las series evolutivas de las asociaciones vegetales que van cubriendo un determinado terreno y en los
ciclos de los ecosistemas.
Es como si nuestra Historia se hubiese empeñado en que nuestro irremediable destino no sea otro que el desierto pelado y deforestado. Si bien no es algo únicamente propio de la Península Ibérica, sino que ahora se sabe que gran parte del declive de las culturas griega, romana y maya, fue debido a la sobreexplotación y agotamiento de los recursos forestales de su entorno, la deforestación trajo consigo la erosión de los suelos, pérdida de fertilidad, disminución de la capacidad de retención de agua, riadas, inundaciones, sequías, cambio del clima, escasez de madera, caza y otros recursos. En definitiva la superpoblación y la deforestación trajeron consigo la hambruna y la pérdida de la calidad de vida hasta llevar a imperios y pueblos enteros a la desaparición o a la migración forzosa a nuevos lugares.
Una de las claves de este asunto está en el difícil equilibrio entre demografía, desarrollo, economía y sostenibilidad, en un mundo finito con recursos limitados. El bosque tiene muchos recursos, pero su aprovechamiento óptimo implica una densidad de población que no suele cuadrar con nuestras ansias ilimitadas de crecimiento, nuestro instinto reproductor y nuestro afán por consumir al máximo durante el máximo número de años de vida.
Los único seres humanos que lograron vivir de una manera realmente sostenible, durante miles de años y aprovechando plenamente los recursos naturales, han sido los
indígenas americanos, pero éstos también fueron y siguen siendo marginados y aniquilados por la predominante y esquilmadorar cultura occidental. No deja de ser paradójico que la denominemos así, ya que la primera cultura occidental fue la de aquellos que pusieron por primera vez su pie en los bosques, praderas, montañas, llanuras, desiertos, selvas y costas vírgenes que se extendían desde
Alaska hasta
Tierra del Fuego.
Fotos by Mad Hatter: 1ª) Grupo de amigos junto a un Agente Forestal, tras haber cortado algunos árboles que competían con una especie escasa en La Rioja y de crecimiento lento como es la Sabina albar (Juniperus thurifera). 2ª) Primaveral paisaje forestal diverso con Abedules (Betula alba), Pinos (Pinus sylvestris) , Cerezos (Prunus avium), Espinos (Crataegus monogyna) y Escobas (Cytisus scoparius) en Camprovín (La Rioja).
Durante la semana del 10 al 14 de junio se celebra en el Palacio de Congresos y Exposiciones Europa de Vitoria-Gasteiz el VI Congreso Forestal Español ¡Ánimo y mucha suerte queridos colegas!