Los pinos son especies colonizadoras en las etapas de sucesión o evolución de los ecosistemas forestales.
El hecho de que no puedan rebrotar de raíz o de cepa (con la excepción del Pinus canariensis que ha evolucionado en unas islas volcánicas) tras un incendio y que su regeneración sólo sea posible mediante semillas (piñones), para lo cual los pinos deben tener una edad suficiente para que tengan piñas fértiles, les confiere nula o escasa resistencia a los incendios que se produzcan con una periodicidad superior a los 20-30 años.
Sin embargo los Pinos resineros o negrales (Pinus pinaster) procedentes de la Sierra del Teleno, al S.O. de León, a fuerza de siglos, incluso milenios, de adaptación (selección) al fuego, son quizás los pinos de la Península Ibérica mejor adaptados a una elevada frecuencia de incendios, ya sean naturales (rayo), como producidos por la mano del hombre.
Pinus pinaster en el Teleno posee unas gruesas cortezas que llegan a suponer el 50-60% del volumen del fuste, así como un potente banco de semillas que empieza a desarrollarse a edades tempranas. Las semillas se acumulan en la copa, encerradas en piñas termodeiscentes que no se abren (denominadas “serotinas”). La diseminación, en un elevado porcentaje de los conos, en particular los procedentes de rodales regenerados tras los incendios, no ocurre hasta que las altas temperaturas de los fuegos licuan las resinas de la banda de sellado que, mientras están solidificadas, mantienen unidas las escamas.
Diversos estudios han caracterizado los rasgos más sobresalientes y la dinámica postincendio de esta procedencia (Tapias, 1993; Vázquez-Freire, 1993; Flores, 1996). Estos trabajos muestran la existencia de rodales que, a los 30 años, poseen un banco aéreo previo de 4,3 millones de semillas por hectárea. Durante los incendios se han estimado pérdidas por carbonización de un 20% de los piñones, pero aún queda una enorme cantidad de semilla que va germinando desde que tienen lugar las primeras lluvias. Una parte importante sufre la prelación de la avifauna en los siguientes meses, período en el que las heladas invernales reducen gran parte de las plántulas germinadas en el otoño. Al principio de la primavera, las densidades son de hasta 300.000 plántulas por hectárea, con golpes de 50 o más plántulas por metro cuadrado.
Las semillas de esta procedencia presentan una gran variabilidad de durmiciones, de manera que pueda existir una germinación prolongada en el tiempo (Molina et al., 1997). En el primer verano se reduce la población, con mayor o menor rigor en función de las condiciones estivales. Posteriormente se inicia una dura competencia frente a las diferentes especies de matorral pirófilo como Erica australis ssp. aragonensis, Genistella tridentata, Erica umbellata y Calluna vulgaris, en particular con la primera, por sus grandes cepas y rebrote otoñal. Existe un gran mosaico de situaciones, pero rápidamente los brotes del matorral preexistente dominan el espacio y a los brinzales de pino, a los cuales ahílan, pero al cabo de unos seis años los pinos más vigorosos comienzan a sobresalir por entre los brezos, destacando la presencia de flores femeninas y masculinas en sus extremos, en un porcentaje importante de los pies. De manera que, a los diez años del incendio, se vuelve a iniciar un banco aéreo que irá acumulando semillas, a la vez que comienza a ahogar el matorral más heliófilo hasta el próximo fuego. En primavera, con la abundante y vistosa floración de los brezos (Erica australis ssp. aragonensis) se puede ver el espectacular paisaje que muestra la primera foto, cedida por gentileza de Tomás Catoute.
En ausencia de matorral y con densidades de 7.000 pies por hectárea, las primeras flores femeninas de estos pinos del Teleno aparecen a los 4 años en unos 200 pinos por hectárea (2,8%), mientras que los conos polínico son más escasos a dicha edad, apenas uno de cada 10.000 pinos presentan flores masculinas, por lo que, a estas edades, la polinización sólo es posible por el aporte externo procedente de pinos o rodales no quemados.
La diferenciación de esta procedencia también se manifiesta en otros caracteres, como crecimiento y forma. Sus árboles destacan por su escaso crecimiento en altura en todos los ensayos efectuados con la especie. No responde a la fertilidad de la estación, comportándose como una procedencia con bajo crecimiento independientemente de la estación de ensayo (Molina, 1995; Alía et al., 1996), tanto en altura como en diámetro. Su crecimiento en altura es de los más bajos de la especie en el ensayo situado en Acebo (Alía et al., 1991). Sin embargo, presenta una importante fructificación, siendo siempre la procedencia que produce mayor número medio de piñas, lo que da un aspecto característico a esta procedencia.
En el extremo opuesto estaría la procedencia de la Montaña de Soria-Burgos (también presente en la Sierra de Cameros riojana), cuyos pies o rodales suelen aparecer íntimamente mezclados con el Pino albar (Pinus sylvestris). En estos bosques de montaña, con temperaturas más bajas, mayores precipitaciones y una frecuencia de incendios muchísimo menor que en la Sierra del Teleno, sus individuos adquieren una rectitud del fuste y una calidad de la madera que, con frecuencia, los hacen comparables a los contiguos P. sylvestris.
Destacan por su buena forma, con troncos rectos y esbeltos, así como copas pequeñas. Tiene un crecimiento en altura medio que se mantiene incluso en sitios pobres.
Personalmente, los ejemplares de P. pinaster que he visto en la riojana Sierra de Cameros (2ª foto) siempre me llamaron la atención por el tamaño relativamente pequeño de sus piñas y la escasez de éstas en sus copas (me costó bastante trabajo reunir las 4 piñas que se ven en la 3ª foto), así como por su distribución dispersa entre la masa de Pinus sylvestris, lo cual me hace sospechar que, en estos terrenos, la estrategia de esta especie se asemeja más a la de una especie secundaria, colonizadora de pequeños claros, algo más secos y pedregosos (ver 4ª foto de una plántula), cuyas semillas se dispersan mediante la intervención de la fauna (zoocoria), al esconder sus nutritivos piñones (bastante más gruesos y escasos que los del P. sylvestris).
Por otra parte, los pocos pies jóvenes de pino resinero, que hubiesen logrado desarrollarse a partir de las pocas semillas germinadas, deberán superar el daño por roce de la corteza que les propinan los ungulados (jabalíes, corzos, ciervos y vacas), atraídos por la “escasa delicatesen” que supone su resina, abundante y aromática, con la que se impregnan para repeler el ataque de los molestos insectos.
Es decir, se cumple la regla universal de la oferta y la demanda, según la cual sierre se concede más valor a lo escaso, por lo que los raros y algo más gruesos piñones del P. pinaster, así como su resina (no en vano se le denomina “pino resinero”), son más codiciados por la fauna local que los piñones y la resina del mucho más abundante Pino albar.
De este modo, vemos como una misma especie, Pinus pinaster, puede tener un aspecto y un comportamiento bastante diferentes, en función de sus distintas procedencias y adaptación a diversas condiciones. De manera que, parece que cuando lo que prima es producir una abundante fructificación lo antes posible, al objeto de sobrevivir a frecuentes incendios, se resiente el porte y el crecimiento (producción de madera). Mientras que, en condiciones más húmedas, con escasos incendios y con competencia de otra especie principal, el porte y la estrategia reproductora pueden ser totalmente distintas.
Texto sobre la caracterización de las procedencias resumido de “Regiones de procedencia de Pinus pinaster Aiton”, Servicio de Material Genético de la Dirección General de Conservación de la Naturaleza (INIA-CIFOR y Cátedra de Anatomía, Fisiología y Genética de la E. T. S. I. de Montes de Madrid, 1996).
Fotos: 1ª) Paisaje de los Montes de León con Pinus pinaster despuntando entre Erica australis en plena floración (cortesía de Tomás Catoute). Las demás tomadas by Mad Hatter en la Sierra de Cameros (La Rioja): 2ª) Pinus pinaster aislado, inmerso en una masa de P. sylvestris. 3ª) Piñas relativamente pequeñas para ser de P. pinaster. 4ª) Plántula de una savia de P. pinaster en un claro algo más seco y pedregoso de lo que predomina en la masa de P. sylvestris circundante. 5ª) Tronco del mismo pino de la 2ª foto y su piña.