Cuando vemos un anuncio, en cualquier medio, instintivamente siempre desconfiamos de lo que nos dicen o nos quieren vender. Lo más estúpido que he llegado a escuchar en un anuncio es la frase siguiente: “No es que quiera hacer publicidad...” ¡Pero bueno! ¡Si es un anuncio! ¿Cómo se puede decir semejante chorrada en un anuncio?
Y es que damos por sentado que la publicidad siempre encierra una cierta dosis de engaño, sencillamente porque la sinceridad y la honestidad no son las cualidades más recomendables para hacer negocios. Esto implica que, en mayor o menor grado, la mentira y la corrupción forman parte consustancial del mundo empresarial.
La causa es evidente, por mucho que traten de convencernos de lo contrario, el objetivo principal de cualquier empresa no es la satisfacción del cliente, sino la obtención de beneficios, en el estricto sentido de obtener ganancias económicas, es decir, dinero, siempre el maldito dinero.
Una teoría muy extendida para la sustentación del sistema actual, es la que dice que si no tuviésemos que trabajar para ganarnos la vida, no tendríamos ninguna motivación para acometer ninguna empresa. Y eso no es así, hay multitud de cosas que hacemos sin recibir ninguna retribución a cambio. El objetivo no debería ser ganar dinero, sino el objeto de la actividad que se desarrolla. Es decir, el dinero debería ser una consecuencia o un medio, y no un objetivo en si mismo.
¿De qué sirve acumular riquezas? Si luego puede que no tengamos tiempo para disfrutar de ellas, ni gente con quien compartirlas, pero, en cambio, lo que nunca suele fallar es un gran miedo a perder lo conseguido.
Básicamente, existen dos tipos de personas, en cuanto a su carácter: Aquellas para las que lo más importante es la seguridad y son capaces de aliarse hasta con sus rivales, si eso va a encaminado a salvaguardar sus intereses. Esta actitud suele llevarles a ser tremendamente desconfiados. Y aquellas otras que anteponen su libertad a todo lo demás, suelen ser personas independientes, individualistas y un tanto arriesgadas, y tienden a confiar en aquellos que muestran ciertas afinidades con ellas.
Ambos extremos tienen sus riesgos y, como siempre, en el equilibrio suele estar la virtud.
También básicamente, desde los tiempos de los faraones egipcios, existen dos tipos de personas, en cuanto a su posición social: La élite rica y dominante, que ostenta el poder económico y controla el poder político. Y la plebe, más o menos pobre, y más o menos esclavizada por una serie de amos como son: las hipotecas, las deudas, el reloj, demasiadas leyes, los jefes, los bancos y las grandes corporaciones que nos imponen su modelo de vida y sus productos.
Sin embargo, la actual crisis económica y los graves problemas que sufre nuestro mundo: violencia, miseria, hambre, enfermedades, cambio climático, pérdida de biodiversidad, destrucción, explotación de las personas y de los recursos; nos está haciendo caer en la cuenta que es preciso avanzar hacia una nueva época, regida por un nuevo sistema de valores, en el que lo importante no es tener más que los demás, ni lo que cuestan las cosas, sino lo que debemos hacer entre todos, todos unidos, siempre que para ello contemos con los recursos necesarios, y de qué forma deben hacerse las cosas para no acabar con los propios recursos que posibilitan nuestra vida y nuestra actividad creativa, la nuestra y la de las generaciones venideras.
Este nuevo sistema es el que propone el movimiento “Zeitgeist”, “el espíritu de los tiempos”, y lo explican muy bien en estos dos vídeos:
http://video.google.com/videoplay?docid=8883910961351786332
http://video.google.com/videoplay?docid=-6106699751525260052&hl=es
Son un poco largos (de unas dos horas cada uno), pero merecen la pena verse. Os harán reflexionar y, quizás, despertar.
Gracias al amigo "Nomes ploraría", por descubrirme este esperanzador movimiento.
Resuena en el sombrero: “The Times They Are A-changing”.- Bob Dylan (Duluth (Minnessota), 1964).