domingo, enero 14, 2007

Joyas efímeras



En la Naturaleza viva no existe el lujo ni lo superfluo, realmente hay diseños bellísimos, pero todos ellos están ahí para cumplir una finalidad, todo tiene un sentido práctico, así que, más que de joyas, quizás habría que hablar de artilugios o herramientas vivas, perecederas, reciclables, perfectas en su eficacia y sublimes en su estética, esculpidas por la selección natural durante millones de años.

Sin embargo, ni su orígen milenario, ni su pulida perfección, implican una prolongada persistencia en el tiempo, sino que más bien todo lo contrario, su efímera belleza sólo puede ser contemplada durante un breve lapso de tiempo.

Algunas de las "joyas" vivas que he podido encontrar durante estos días de invierno, por nuestros montes y campiñas, son las que aparecen en las fotos.

A finales de noviembre, tiraron sus cuernas los ágiles y vigorosos corzos, con algo de suerte, sus desmogues aún pueden encontrarse sobre el suelo del bosque. El tiempo seco ha favorecido su conservación durante unas pocas semanas más, antes de que sean ablandados por la lluvia y el hielo y devorados por los pequeños roedores, ya que son ricos en calcio y fósforo. Tienen un característico perlado, formado por unas protuberancias que, barrocas y abigarradas en la base o roseta, se van suavizando a medida que ascienden por el vástago, hasta llegar a las suaves y afiladas puntas, con las que los machos dirimen sus diferencias, durante el cálido mes de julio, para ganarse el favor de las preciadas hembras.

El motivo de este bello perlado es propiciar que las cuernas queden trabadas durante los combates y evitar que las afiladas puntas puedan resbalar y terminar clavándose en algún ojo, ya que el propósito de las contiendas no es acabar con la vida del contrincante, sino demostrar quién es el más fuerte, sin que nadie salga mal parado, excepto en su orgullo.

Ahora en enero comienzan a florecer las plantas más tempraneras, como el Heléboro y el Avellano. En la foto pueden verse los dorados amentos masculinos de este último, colgando por debajo de las pequeñas flores femeninas, que asoman su estilos rojizos con los que interceptan los granos de polen, procedentes de los amentos, para así fecundarse, fructificar y ofrecernos en otoño las sabrosas y nutritivas avellanas.

Al contrario que las joyas de la orfebrería humana, fabricadas en metales nobles y piedras preciosas, duras e imperecederas, los reinos vegetal y animal nos ofrecen joyas perecederas y efímeras, precisamente porque están vivas y por eso deben morir para continuar el ciclo de la vida, pero, curiosamente, ambos tipos de joyas tienen en común el hecho de que suelen relacionarse a menudo con asuntos relacionados con el sexo y la reproducción.

Y es que al final siempre volvemos a lo mismo, nuestras joyas más preciadas las empleamos para el principal y más trascendente de los propósitos de todos los seres vivos: transmitir nuestros genes a la siguiente generación, confiando en que serán los mejores (ver la entrada del 25-X-06 "La Ética de la Genética").

Resuena en el sombrero
: "Churches".- Winter Hours (New York, 1985).

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