jueves, mayo 26, 2011

EL CEDRO DEL CONVENTO DE SANTA BÁRBARA













Corría el año 1951 de Nuestro Señor, era una noche tormentosa del mes de mayo, el mes encomendado a Nuestra Señora la Virgen María, el mes de las flores. Sor Adelaida se despertó, pocas horas después de los Maitines de media noche, sobresaltada por el estruendo de un trueno que hizo que retumbasen los sólidos muros del convento. La hacendosa Hermana Adelaida saltó como un resorte del austero camastro de su celda y bajó corriendo las escaleras ¡Tenía el tiempo justo antes de los Laudes a la Santísima Virgen! Fue hasta el pozo del claustro, lanzó el cubo en su interior y tiró de la cuerda del pretil para izarlo, vertió el agua en otro cubo que llevó con esfuerzo, asido del asa, hasta el rincón en el que se encontraba la toma de tierra del pararrayos del tejado, donde vertió el agua, tras lo cual se santiguó apresuradamente y susurró “Que Dios nos proteja”.

La Hermana Adelaida era la encargada, entre otros menesteres, de mojar la toma de tierra del pararrayos, antes de las tormentas, especialmente si estas eran secas, así como de regar las plantas y árboles del huerto y del jardín del Convento de Santa Bárbara. El agua sobrante que solía quedar en el cubo o la regadera, tras regar las flores del último parterre, normalmente era vertida al pie del viejo cedro, un ejemplar centenario de Cedro del Himalaya (Cedrus deodara) que, quizás con el anhelo de alcanzar la enorme altitud de la cordillera de la que procede su estirpe, o quizás influenciado por la espiritualidad de las religiosas del convento, alzaba su enorme copa en forma de candelabro hacia el cielo, a más de 30 metros de altura sobre el suelo, en el borde de la pequeña isleta de árboles que se encontraban junto a la Ermita de la Soledad, rodeada de un campo de cereal situado en la llanura aluvial del río.

En una localización así, con un alto y viejo árbol despuntando en mitad de una llanura, el sencillo acto de regar la toma de tierra del pararrayos del Convento, realizado con prestanza y disciplina por la Hermana Adelaida, a buen seguro, libró al viejo cedro de no pocos chispazos, bajo el pío auspicio de una orden religiosa perteneciente a la Santa Iglesia Católica.

Y así transcurrió la vida, tranquila y apaciblemente, de monjas, plantas y árboles, dentro del Convento de Santa Bárbara. Hasta que hace 6 años, la falta de fondos y la escasez de vocaciones se conjuntaron diabólicamente para conducir al cierre y consiguiente abandono de dichas instalaciones.

Gamberros y vándalos saltaron el permeable cercado, apedrearon las cristaleras, rompieron puertas y ornamentos, acamparon en el interior de las estancias, encendieron hogueras, hicieron botellones y hasta profanaron el altar de la capilla.

El paseo bajo la arboleda de plátanos se llenó de zarzas y maleza, las únicas plantas que florecen son las de los jaramagos, las ortigas y las malvas silvestres. Los cipreses que rodean el refugio de piedra están sucumbiendo frente a las enfermedades, por falta de podas y cuidados. Los pinos que bordean el campo de cereal, junto a la ermita, sufren el progresivo acoso del arado y algunos se han secado por efecto de los herbicidas con los que los agricultores rocían los ribazos y cuyos depósitos, casualmente, siempre limpian y vacían junto a los pinos. El viejo cedro, con su elevada copa despuntando en el horizonte plano del amplio valle, ha terminado sufriendo el azote del rayo, desprotegido por la ausencia de Sor Adelaida y su providencial cubo de agua salvador.

Como suele decirse, supongo que sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena.

Es triste que árboles tan viejos, tras décadas de vida y crecimiento, hayan ido decayendo poco a poco hasta morir en pie y en silencio, sin que nadie rompa la soledad de su discreta existencia, en el silencio del convento abandonado, dejados de la mano de Dios.

Una soledad y un silencio que esta modesta entrada trata de romper, al mismo tiempo que sirve para rendir un merecido aunque infrecuente homenaje y reconocimiento a la callada, cotidiana y disciplinada labor que han ejercido, ejercen y seguirán ejerciendo multitud de religiosos y también modestos trabajadores laicos, para llevar a cabo el mantenimiento del patrimonio artístico, cultural y natural, e incluso para realizar una valiosa labor de colaboración con la Ciencia, como es, por ejemplo, la toma de datos meteorológicos en las series más antiguas, fiables, constantes y duraderas que se conocen.

¡Gracias Sor Adelaida!

Fotos by Mad Hatter, para que veáis que el cedro, el convento abandonado y la ermita existen, si bien la historia y los nombres son inventados, por lo que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.


martes, mayo 17, 2011

ATRACCIÓN FATAL FLORAL









Un día de comienzos de primavera, en uno de mis muchos paseos campestres de juventud, descubrí con asombro un extraño vástago de color verde pálido que se erguía entre las hierbas de un prado, se trataba de un laxo racimo de flores de color pardo oscuro que se engarzaban de forma dispersa sobre un tallo vertical. Rápidamente, me acerqué para examinar las flores con mayor detalle y vi que estaban formadas por unos pequeños pétalos de color verdoso, excepto el situado en el centro, apuntando hacia abajo, que era más grande y abombado, de color marrón, con una textura mate aterciopelada, con algunos pelos más largos situados en unas extrañas protuberancias y con una curiosa mancha en forma de “H” gótica en el centro, de color gris azulado metálico, de forma que parecía como si aquella extraña flor simulase que ella misma estaba siendo permanentemente visitada por un insecto peludo, similar a una abeja ¡Si hasta parece tener ojos!

Intrigado por aquella misteriosa flor, estuve mucho tiempo buscando en los libros de botánica que pude encontrar (entonces no había internet), hasta que un buen día, en una guía de flores y plantas de la Península Ibérica que tenía unas bonitas fotografías, la encontré “¡Ésta es! ¡Por fin!” Su nombre científico es Ophrys sphegodes (ver primera foto) ¡Una orquídea! Y su nombre vulgar “Flor araña” u “Orquídea araña temprana” (“Early Spider Orchid” en inglés), y estaba junto a otras de aspecto parecido a las que se denominaba genéricamente “Abejeras” (Ophrys apifera, en la 4ª foto) “¡Claro! ¡Si es que tienen todo el aspecto de abejas posadas en una flor¡ ¿Cómo se iban a llamar si no?”.

Aquel descubrimiento me causó una gran impresión, ya que entonces no sabía que había orquídeas en la flora europea, pensaba que eran unas vistosas y exóticas flores propias de las selvas tropicales, pero resulta que sí, que en los relativamente fríos prados y bosques de España, al igual que en todas las zonas templadas del hemisferio Norte, también hay orquídeas silvestres, eso sí, mucho más pequeñas y discretas que las tropicales, y la mayoría de ellas pasan gran parte del año enterradas en el suelo, en forma de pequeños tubérculos de los que, a finales del invierno, emerge una modesta roseta de hojas a ras del suelo. Y, además… ¿Para qué diablos puede pretender una flor el tener siempre una abeja encima?

Con el tiempo, fui descubriendo muchas más especies de orquídeas, ya que La Rioja es muy rica en taxones de esta familia (Orchidaceae), incluso, no hace mucho tiempo (en 1999) el fotógrafo y orquidólogo Carlos Enrique Hermosilla encontró en esta Comunidad Autónoma una nueva especie para la Ciencia, a la que denominó “Ophrys riojana” (en la segunda foto).

Como suele suceder, al mismo tiempo que las conocía, aprendí a respetar estas plantas, ya que me di cuenta de que son bastante raras y escasas, y tardan mucho tiempo en desarrollarse (algunas especies precisan de 17 años desde que cae la semilla al suelo hasta que emiten la primera flor), por lo que no se deben cortar ni arrancar, ni tampoco se pueden trasplantar para ponerlas en el jardín o en una maceta de casa, ya que las raíces de todas ellas están asociadas a unos hongos específicos del suelo en el que viven, de los que dependen tanto para alimentarse como para que germinen sus pequeñísimas y numerosísimas semillas (cada flor produce entre 10.000 y 15.000 semillas microscópicas). Dichos hongos tienen unos requerimientos ecológicos muy estrictos, por lo que ni ellos ni sus hospedadoras, las orquídeas, sobrevivirían a un trasplante casero convencional.

El género al que pertenecen las “Abejeras”, las “Flores araña” y similares fue denominado por Linneo en 1753 como Ophrys, palabra griega que significa “ceja”, no se sabe muy bien por qué, quizás por esa confluencia de pilosidad y ojos que se aprecia en muchas de las especies que integran este género. Éstas tienen un peculiar sistema de polinización a través de los insectos, pero no de la forma habitual, mediante la oferta de néctar (alimento), sino que lo que ofrecen a cambio de que transporten su polen es ni más ni menos que… sexo. Para ello, la flor simula ser la hembra de una abeja solitaria, al objeto de que los machos, al intentar copular con el falso insecto vegetal, recojan los sacos polínicos (polinios) de una flor y los trasladen hasta el estigma de la siguiente. Para llevar a cabo este sofisticado engaño, el labelo central de la flor tiene la apariencia (forma, color y pilosidad) de la hembra de una especie concreta de abeja solitaria, incluso segrega un aroma similar a las feromonas de atracción sexual de estos himenópteros, y hace coincidir la época de floración con el momento en el que emergen los machos de las abejas, antes de que lo hagan las hembras, de forma que éstos acuden ansiosos a intentar copular con los señuelos florales de falsas hembras, hasta el punto de que a veces se producen verdaderas orgías (ver octava foto). Sin embargo, al poco tiempo, los machos, decepcionados, aprenden a rechazar a las perversas flores y se dedican a buscar a sus verdaderas hembras que, más avanzada la primavera, ya empiezan a volar.

De esta forma, cada especie de orquídea es polinizada por una o a lo sumo tres especies de insectos, lo cual está siendo utilizado para identificar nuevas especies de orquídeas, así como para dudar de la autenticidad de algunos de los taxones propuestos, es decir, dos orquídeas aparentemente idénticas, en base a sus características visuales, pueden pertenecer a especies distintas por el hecho de que emitan aromas distintos que atraigan a diferentes especies de insectos polinizadores; y viceversa, dos especies de orquídeas catalogadas como distintas podrían ser realmente la misma especie por el hecho de ser polinizadas por la misma especie de insecto, tal y como sucede con las denominadas “Espejo de Venus” (5ª foto), unas bellas Ophrys de las que se han descrito dos especies: O. specullum (= O. ciliata) y O. vernixia, muy parecidas entre sí, habiéndose comprobado recientemente que ambas son polinizadas por la misma especie de himenóptero: Dasyscolia ciliata.

Ciertamente, la taxonomía de esta familia es harto compleja y conflictiva. Atraídos por la sofisticación y el misterio que envuelve a estas bellas flores, así como por el prestigio que supone ponerle nombre a una nueva especie y que tu apellido figure junto al nombre científico propuesto, hay numerosos expertos y autores que se empeñan en descubrir o identificar nuevas especies, muchas veces en base a características insignificantes y que suelen presentar una gran variabilidad, incluso entre individuos de la misma población o de poblaciones muy próximas entre sí.

La cosa se complica aún más cuando, a pesar de estos selectivos y complicados mecanismos de polinización y reproducción, cada año se están descubriendo nuevos híbridos entre las distintas subespecies, especies, grupos, secciones e incluso géneros existentes.

Por estos motivos, una de las máximas autoridades botánicas y taxonómicas en España, como es el Consejo Científico Asesor de la obra “Flora Ibérica”, no ha reconocido muchas de las numerosas especies, microespecies o subespecies que se han propuesto y se están proponiendo.

Por ejemplo, volviendo a mi entrañable “Orquídea araña temprana” (Ophrys sphegodes), así llamada porque suele florecer muy tempranamente (finales de marzo a primeros de mayo), la mayoría de los expertos están de acuerdo en considerarla un grupo o “macroespecie”, dentro de la Sección Ophrys del género del mismo nombre, la cual agrupa a las especies cuyos insectos polinizadores se colocan con la cabeza hacia dentro, es decir hacia la columna o centro de la flor (polinización cefálica, ver sexta foto), en contraposición a las de la Sección Pseudophrys (Godfery 1928), en las que el insecto se coloca con la cabeza mirando hacia fuera, hacia el extremo distal del labelo, con lo que transporta los polinios sobre el abdomen (polinización abdominal, ver fotos séptima y octava). Si bien, algunos autores dividen el género Ophrys en un mayor número de secciones y sitúan a este grupo dentro de las Sección de las “Orquídeas araña” (Araniferae Reichembach fil. 1851). De manera que, dentro del grupo de O. sphegodes, se han descrito numerosas especies, subespecies o “microespecies”, tales como:

O. riojana C. E. Hermosilla (segunda foto). Insectos polinizadores: Andrena (Melandrena) nigroaenea y Andrena limbata. Para algunos autores esta especie no estaría dentro del grupo de O. sphegodes sino del de O. provincialis. Según Pierre Delforge, se trataría de un nombre sinónimo de O. quadriloba (Rchb. Fil.) E. G. Camus, mientras que el propio Hermosilla la considera una especie afín a O. argentaria J. & P. Devillers-Terschuren, especie endémica de la provincia italiana de Grosseto.

O. virescens Philippe ex Grenier (= O. aranifera ssp litigiosa var. virescens (Grenier) E.G.C.). Polinizador probable: Andrena nigroaenea.

O. araneola Rchb F. (= O. sphegodes ssp. araneola (Rchb. F.) M. Lainz = O. litigiosa E. G. Camus). Polinizador confirmado: Andrena combinata.

O. sphegodes Miller (= O. aranifera Hudson, en la primera foto). Polinizadores confirmados: Andrena nigroaenea ssp. nigrosericea, A. limbata y A. bimaculata ssp. lichata. Para algunos autores el grupo de O sphegodes estaría constituido únicamente por estas 3 últimas especies: O. virescens, O. araneola y O. sphegodes.

O. passionis Sennenn ex Devillers-Tersch. & Devillers (= O. sphegodes ssp. passionis (Sennenn) Sanz & Nuet). Polinizador confirmado: Andrena carbonaria (ver sexta foto).

O. aveyronensis (J.J. Wood) P. Delforge (= O. sphegodes ssp. averyonensis J.J. Wood). Polinizador confirmado: Andrena hattorfiana. Se trataría de uno de los taxones con caracteres más definidos, reconocible por presentar sépalos y pétalos laterales de color rosa intenso, labelo de apariencia poligonal y color rojizo, con mácula variable, desde escudo hasta “H”. Descrita en el Sur de Francia y citada de algunos puntos del centro norte de España.

O. castellana J. Devillers-Terchuren & P. Devillers. Polinizador probable: Colletes cunicularius. Curiosa raza que tolera sustratos húmedos, algo muy raro en este género propio de suelos calizos, más bien secos, en pastos y terrenos abiertos con exposiciones más bien soleadas. Con tépalos blanquecinos o algo rosados y con floración relativamente tardía (mayo-junio). Se distribuye principalmente por el Sistema Ibérico.

O. incubacea Bianca ex Tod. (= O. aranifera ssp. incubacea (Bianca) Soó = O. atrata Lindl.= O. sphegodes ssp. atrata Lindl. Ex A. Bolòs, ver tercera foto). Polinizador confirmado: Andrena (Melandrena) morio ssp. lugubris.

O. occidentalis G. Scappaticci & M. Demange (= O. arachnitiformis ssp. occidentalis G. Scappaticci & M. Demange) P. Delforge). Polinizador confirmado: Colletes cunicularius. Para algunos autores estas 5 últimas especies (O. passionis, O. aveyronensis, O. castellana, O. incubacea y O. occidentalis) conformarían el grupo de O. incubacea.

O. arachnitiformis Gren. & Phillippe (= O. aranifera ssp. arachnitiformis (Gren. & Phillippe) E. G. Camus). Polinizador confirmado: Colletes cunicularius. Para algunos autores esta especie estaría dentro del grupo de O. exaltata.

Como acabamos de ver, es tremenda la complejidad taxonómica y el follón de nombres que hay en esta sección, grupo, especie o lo que sea. Además, si os molestáis en buscar fotos de las especies o subespecies mencionadas, veréis que todas son parecidísimas entre sí, y la mayoría resultan prácticamente indistinguibles, para el común de los mortales.

Parece como si, con estas bellas y pequeñas orquídeas, la madre Naturaleza hubiese pretendido desafiar las leyes habituales de la taxonomía, máxima expresión del afán clasificatorio y encasillador del ser humano, no exento de su buena dosis de ego y arrogancia.

Fotos 1, 2, 3, 4 y 5 by Mad Hatter, el resto están prestadas de internet: 1ª) Ophrys sphegodes (Ausejo, La Rioja). 2ª) Ophrys riojana (Logroño, La Rioja). 3ª) Ophrys incubacea (Nieva, La Rioja). 4ª) Ophrys apifera (El Rasillo, La Rioja). 5ª) Ophrys speculum (Logroño, La Rioja). 6ª) Ophrys passionis siendo visitada por su único polinizador específico, el himenóptero Andrena carbonaria, que muestra los polinios en la cabeza. 7ª) Ophrys bilunulata Risso (= O. fusca ssp. bilunulata (Risso) Kreutz) polinizada por Andrena flavipes. 8º) Ophrys de la sección Pseudophrys siendo polinizada a la vez por 3 machos de abeja solitaria.

viernes, mayo 06, 2011

EL VUELO IMPOSIBLE DEL ABEJORRO






Sorprende comprobar como algo tan ancestral y aparentemente tan sencillo como es el vuelo de un rechoncho y peludo abejorro, no ha podido ser medianamente entendido por el intelecto humano hasta que, en el año 2001, el profesor Michael Dickinson de la Universidad de California en Berkeley publicó en la revista, Scientific American su trabajo titulado “Solving the Mystery of Insect Flight” (“Resolviendo el Misterio del Vuelo del Insecto”).

Desde 1934, los científicos y los ingenieros han empleado la teoría aerodinámica, basada en las ecuaciones de Navier-Stokes (formuladas a principios del siglo XIX), para diseñar las aeronaves de ala fija con las que hemos conseguido volar y viajar a largas distancias. Sin embargo, estos principios aerodinámicos no son aplicables a los insectos, ya que éstos agitan y rotan sus alas flexibles en un promedio de 300 a 400 golpes por segundo ¡Más de diez veces más rápido que el índice de accionamiento del sistema nervioso! El abejorro logra esta gran velocidad en sus alas simplemente al contraer y relajar algunos músculos de su tórax. Adicionalmente, las variaciones en los patrones de aleteo producen diferentes fuerzas aerodinámicas que desconciertan los análisis matemáticos. Las alas del insecto no se mueven como las puertas con bisagras simples, sino que la punta de cada ala traza un óvalo delgado en un ángulo brusco. Además, las alas “abanican” durante cada golpe, de forma que el lado superior del ala mira hacia arriba durante el golpe inferior y mira hacia abajo durante el golpe superior.

Es decir, resulta que el vuelo del abejorro de sencillo no tiene nada, sobre él se han vertido ríos de tinta y aún se está estudiando su enorme complejidad, que el profesor Dickinson resumió concluyendo que los insectos producen una fuerza de elevación que básicamente se fundamenta en la conjunción de 3 fenómenos simultáneos: la pérdida retardada de sustentación, la captura de la estela y la circulación giratoria (para los que quieran indagar más sobre el tema, se puede encontrar mucha más información en internet).

Pero ahora me pregunto ¿Por qué los abejorros son tan peludos y rechonchos? Esos abejorros peludos que vemos volar entre las flores de las regiones templadas y frías del planeta, a partir de la más temprana primavera, pertenecen casi todos ellos al género Bombus, concretamente el que aparece en las fotos de arriba es el denominado Abejorro leonado (Bombus moscorum), que excava en el suelo del bosque un nido subterráneo en el que construye unas rudimentarias y toscas celdas de cera, en las que la reina pone los huevos, de los que nacen unas larvas que son alimentadas con la miel que fabrica un pequeño grupo de obreras, a partir del néctar y el polen que laboriosamente recolectan de las flores.

Con la llegada de los fríos, a finales del otoño, toda la colonia muere excepto la última reina que ha sido fecundada por los machos antes de sucumbir, la cual hiberna en el interior del nido subterráneo. De forma que, a comienzos de la primavera, cuando empiezan a abrirse las primeras flores (violetas, prímulas, narcisos, búgulas y pulmonarias) y las mañanas son aún francamente frías, las aguerridas y valientes reinas de Bombus salen de sus nidos, en los días soleados, abrigadas con su grueso abrigo de pieles y con el combustible de las reservas que acumularon durante el verano pasado en sus rechonchos cuerpos, para libar ansiosamente el dulce néctar de estas flores tan tempraneras, casi en exclusividad, debido a que son prácticamente los únicos insectos capaces de volar y de libar néctar con sus largas lenguas, a unas temperaturas tan bajas.

Otras especies de Bombus, además, lucen en sus abrigos un diseño a base de rayas amarillas, negras, anaranjadas y blancas (similar al de otros himenópteros como abejas y avispas) con el que disuaden a sus enemigos, advirtiéndoles de la dolorosa picadura de su aguijón.

En fin, espero haber arrojado algo de luz sobre algunos de los misterios que rodean a estas maravillas aladas de la bioingeniería natural.

¡Disfrutad de la primavera!

Fotos by Mad Hatter: 1) Abejorro zapador (Bombus pascuorum) sobre flores de Arvejilla de monte (Lathyrus montanus). 2) Abejorro zapador sobre Búgula (Ajuga reptans). 3) Flores de Pulmonaria (Pulmonaria longifolia). 4) Flores de Narciso silvestre (Narcissus triandrus).

lunes, mayo 02, 2011

HIEDRA VENENOSA







La Hiedra venenosa o “Poison Ivy” (Rhus radicans) es una planta trepadora de la familia de las anacardiáceas (la misma que los pistachos), bastante común en el Este de Estados Unidos de Norteamérica, que se caracteriza por producir una dolorosa urticaria en la piel al ser tocada, similar a la que producen nuestras más cercanas y conocidas ortigas (Urtica dioica). Por cierto, hay que decir que los pelos urticantes de las ortigas se neutralizan al hervir la planta en agua durante unos minutos, resultando una excelente verdura, similar a las espinacas, muy rica en magnesio, hierro, potasio, calcio y otros minerales.

En la Península Ibérica habita otra especie del género Rhus, se trata del Zumaque (Rhus coriaria), un arbusto de poco más de un metro de altura que crece en las zonas de clima mediterráneo, es venenoso y se cultiva en algunos países para obtener taninos con los que curtir el cuero.

Resulta curioso como muchas plantas son utilizadas por el ser humano, incluso para su propia alimentación, a pesar de ser tóxicas, venenosas o urticantes. Volviendo a Estados Unidos, allí es popular el cultivo y consumo de una gran hierba poligonácea (misma familia que la acedera y la romaza) denominado Ruibarbo (Rheum rhabarbarum), originario de Ucrania, es muy cultivado en el centro y norte de Europa, así como en Canadá y Estados Unidos. Sólo se recolectan y se comen los pecíolos de sus grandes hojas, de un color más o menos rojizo (ver tercera foto), según las distintas variedades. Tienen un sabor agridulce característico y con ellos se hacen mermeladas, compotas, tartas, pasteles y también se cocinan como guarnición en guisos de carne. La lámina verde de las hojas es tóxica debido a su gran contenido en ácido oxálico, por lo que la recolección de los pecíolos debe realizarse antes del mes de junio, ya que con el paso del tiempo éstos van adquiriendo cierto contenido en toxinas y una mayor dureza, por lo que dejan de ser aptos para el consumo. En cualquier caso, no se recomienda su ingestión por parte de las mujeres embarazadas.

Mucho más conocido en la Península Ibérica es el Gamón (Asphodelus albus), una hierba liliácea vivaz que, cada primavera, a partir de sus rizomas subterráneos, emite unas verdes y largas hojas puntiagudas, con la sección transversal en forma de “V”, de cuyo cogollo emerge en el mes de mayo un largo vástago con un compacto racimo de vistosas flores blancas en su extremo (ver quinta foto).

El Gamón habita en muy diversas zonas, principalmente en claros de bosques (pinares, encinares, robledales y hayedos), así como en los matorrales y pastos que resultan de su degradación. Debido a que es tóxica en crudo, es respetada por los animales herbívoros, de manera que su excesiva abundancia suele ser un claro síntoma de sobrepastoreo. Sin embargo, en algunas zonas (País Vasco y Navarra) fue muy consumida en el pasado (hasta los años 50 se comercializaba en el mercado de San Sebastián) como “puerro silvestre”, ya que la sustancia tóxica (asfodelina) que poseen se elimina total y fácilmente con la cocción. El cogollo alargado y blanquecino o amarillento, formado por la parte basal de las hojas y el vástago floral, al comienzo de su brotación en primavera (ver quinta foto), una vez pelado, limpio y cocido, queda muy tierno, tiene un agradable sabor, y con él se pueden hacer purrusaldas, tortillas y todo tipo de guisos en los que se utilicen habitualmente los puerros.

En crudo, debido a la asfodelina, los gamones producen una aceleración del ritmo cardíaco y taquicardia, que, en dosis elevadas, puede producir la muerte por ataque cardíaco. Pero, según asegura la bibliografía consultada, bien cocidos nunca han producido ningún problema de salud asociado a su consumo. El otro día me atreví a probarlos, la primera vez, por temor a la asfodelina, quizás los cocí demasiado (15 minutos), pero la segunda vez comprobé que con 6 minutos de cocción es suficiente para que queden tiernos y totalmente inocuos. Tienen un sabor intermedio entre el espárrago y el puerro, aunque más suave. Lo que más me gustó fue la parte superior y tierna del “espárrago” floral, que tiene un ligero y agradable matiz dulce. Para apreciar mejor su sabor, simplemente los cocí y los aliñé ligeramente con unas pocas hojas y flores de Aliaria o Hierba de ajo (Alliaria petiolata = A. officinalis), un poco de sal, vinagre y aceite de oliva (ver última foto).

De postre, me tomé el pastel de ruibarbo con fresas que veis en la cuarta foto y que había preparado unos días antes.

Por si surgen dudas al respecto, debo decir que esta cena tan peculiar me sentó estupendamente, si bien lo cierto fue que aquella noche soñé que asistía a un concierto de un grupo igualmente peculiar como son los “Cramps”, realizado en la calle, por la noche, al aire libre, en el que Lux Interior vestía un impecable traje de color marfil con camisa y corbata azul cielo y cobalto, y a su izquierda se contoneaba una sensual Poison Ivy peinada con trencitas a lo Bo Derek, con vestido minifaldero en colores negro, granate y rojo, medias de redecilla negras, liguero rojo y manoletinas a juego, con lentejuelas en brillos rojos. El concierto iba a las mil maravillas, hasta que, de repente, irrumpieron en el escenario algunos “rodies” a todo correr, cogieron a Ivy y se la llevaron en volandas mientras gritaban “¡Hay que salir pitando! ¡Ya están aquí!” Instantes después, descendieron del cielo una especie de jinetes extraterrestres con asimétricos y extraños rostros de color dorado, cabalgando a lomos de alargadas y sofisticadas aspiradoras voladoras, barriendo las calles y llevándose por los aires a algunos aterrorizados espectadores, entre los que me encontraba yo. Noté una suave presión que me asía por el brazo izquierdo y por la espalda, mientras escuchaba una aterciopelada voz femenina que trataba de tranquilizarme diciendo “No temas, relájate y disfruta del viaje”. Entonces vi que el suelo y las luces de la ciudad se alejaban de nosotros cada vez a mayor velocidad, pero no notaba ningún rozamiento ni ráfaga de viento, ya que algún tipo de escafandra o carenaje transparente debía protegernos,… Y entonces fue cuando me desperté. Pero seguro que no tuvo nada que ver con mi sanísima cena vegetariana.

Resuenan en el sombrero: “Stalkin´”.- Duane Eddy (New York (USA), 1958) y “That Certain Female”.- Charlie Feathers (Memphis (Tennessee), 1974). Unas canciones que seguro que han formado parte de los mejores sueños de Poison Ivy:




Fotos by Mad Hatter, excepto las 3 primeras bajadas de internet: 1ª) Hiedra venenosa (Rhus radicans). 2ª) Zumaque (Rhus coriaria). 3ª) Hojas de Ruibarbo (Rheum rhabarbarum). 4ª) Pastel de ruibarbo y fresas. 5ª) Brotes de Gamón (Asphodelus albus). 6ª) Plato de gamones cocidos con Aliaria.