domingo, octubre 23, 2016

EL RÍO DE LA VIDA








La palabra “Rioja” proviene de Río Oja, debido a la gran cantidad de hojas que arrastra este afluente del Ebro, procedentes de los bosques caducifolios de cubren la Sierra de la Demanda. El colorido otoñal de estas hojas, en el que predominan los amarillentos, ámbares, anaranjados, rojos y púrpuras, nos recuerdan a los glóbulos de la sangre, el fluido vital que em otoño, más que nunca, nos conecta con nuestra tierra, con nuestros orígenes.

Esta mañana, mientras paseaba por el pinar de El Rasillo, con la esperanza frustrada de encontrar alguna seta, al escuchar el agudo trino y observar el rápido vuelo de un Agateador pasando de un pino a otro, para recorrer en espiral su áspera corteza, en su meticulosa prospección de invertebrados que captura con la precisa pinza de su fino pico, mientras mi pituitaria se inundaba con el olor a leña quemada procedente de las chimeneas del pueblo, pues bien, esa mezcla de sensaciones ha bastado para que instantáneamente retrocediese 43 años y me sintiera como aquel niño que recorría ilusionado los bosques, con los sentidos agudizados al máximo para descubrir todos sus secretos.

Poco después he ido a revisar las riberas del río Iregua, por encima de Villanueva, muy cerca de donde hace años descubrí el abrazo eterno de dos quejigos en mitad de la espesura, allí los rayos de sol filtrados a través de las copas de los árboles calentaban de vez en cuando, alternándose con momentos en que arreciaba un fría brisa que arrastraba incluso un ligero txirimiri, produciendo una intermitente lluvia dorada de hojas, que caían sobre dos piedras que semejaban una lápida junto a una tumba (3ª foto). No sé si debido a tan tétrica visión o a la fría brisa otoñal que soplaba, lo cierto es que no pude evitar que un escalofrío recorriese mi espalda, sobre todo cuando me agaché para recoger una ramita de quejigo caída al suelo, con sus hojas doradas dispuestas en forma de cruz (4ª foto).

¡Caramba! Es como si en el paseo de hoy hubiese recorrido toda mi vida, desde la infancia a la vejez y hasta el fin de mis días. Esperemos que no sea una premonición de algo próximo en el tiempo.

Todos los dibujos y fotos by Mad Hatter: Los dibujos a lapiz y acuarela serán de hace 40 años, después de mis paseos por los bosques en otoño, observando árboles, plantas y pájaros (el Agateador es el que está más arriba al centro, con el pico largo y curvado, ya lo había sacado antes de fondo algo borroso en esta otra entrada). Las fotos del río con hojas son del Iregua.

Resuena en el sombrero: “Into my Hands”.- The Church (Australia, 1984).

martes, octubre 11, 2016

ALERCES








Las coníferas son famosas por su resistencia al frío, principales habitantes de la extensa taiga, bosque circumboreal compuesto principalmente por especies de hoja perenne que soportan las bajas temperaturas gracias a los anticongelantes resinosos con que cuentan sus duras acículas.

Sin embargo, cuando las condiciones son aún más extremas, hay algunas coníferas que han conseguido adaptarse haciéndose caducifolias, por lo que sus hojas toman en otoño unos bellos colores amarillos y ambarinos, que resultan ciertamente raros e inusuales de ver sobre una conífera, se trata de los Alerces (género Larix).

En Japón, el árbol más famoso y representativo es, sin duda, el cerezo(sakura), cuya vistosa floración primaveral constituye un espectáculo que se ha convertido en una fiesta nacional con un gran atractivo turístico. Sin embargo, en otoño poca gente se acuerda del más austero y frugal alerce (Karamatsu, Larix kaempferi) que llena de color ámbar las oscuras laderas de roca volcánica del Monte Fuji (1ª foto).

La especie europea es Larix decidua, que habita los Alpes y otras montañas centroeropeas, donde soporta temperaturas inferiores a -50ºC bajo cero a altitudes de 2.000 m., en el límite superior del arbolado, existiendo poblaciones disjuntas en el Norte de Polonia y el Sur de Lituania. Se diferencia del Alerce japonés por sus conos o piñas ligeramente más grandes, provistas de escamas rectas (2ª foto), mientras que L. kaempferi las tiene con sus extremos revirados hacia abajo.

La madera del alerce es muy apreciada por su dureza, color rojizo, está impregnada de resina con un suave olor a limón, que hace que sea prácticamente incorruptible. Se ha utilizado para la construcción de barcos y casas, e incluso en Suiza y algunas partes de Alemania se fabrican con ella toneles o barricas en las que se conserva perfectamente el vino.

Quizás encandilado por la belleza, la dureza y el valor de la madera de este árbol, el Duque de Atholl plantó, en 1.885, once alerces japoneses cerca de dos alerces europeos, en su finca próxima a Dunkeld House (Escocia). Cuando se hicieron adultos y comenzaron a producir semilla, la recolectaron y la sembraron. En 1904, observaron que los jóvenes plantones eran excepcionalmente vigorosos y tenía troncos de un color más pálido. Por eso, a este Alerce híbrido (Larix x eurolepis) a veces se le llama Alerce de Dunkeld.

Este árbol debió ponerse de moda entre los Servicios Forestales de toda Europa, a principios y mediados del siglo XX, por lo que se utilizó para repoblar numerosas zonas, entre ellas algunas montañas del Norte de la Península Ibérica, resultado de lo cual, en La Rioja, actualmente contamos 226 Ha. en las que el Alerce es la especie principal y otras 282 Ha., en las que actúa como especie acompañante, principalmente en diversas zonas de las Sierras de la Demanda y los Cameros (la 3ª foto está tomada en el Puerto de Piqueras).

Las piñas de este Alerce híbrido son de características intermedias entre el japonés y el europeo, de sus semillas se alimenta el pájaro Piquituerto, y con sus raíces se asocia (forma micorrizas) un hongo exclusivo de este árbol como es el Suillus grevillei (4ª foto).

Entre las plagas que de vez en cuando atacan a esta conífera, tenemos el microlepidóptero Coleophora laricella, que esta primavera ha defoliado 30 Ha. en dos zonas de la Sierra de la Demanda riojana (Ezcaray y Valgañón). Las diminutas larvas se refugian en estuches y se alimentan de la parte distal de las acículas durante los meses de mayo y junio (5ª foto), si bien la inmensa mayoría de los árboles vuelven a rebrotar sin problemas durante el resto del verano.

Resulta evidente que esta especie se encuentra en las montañas riojanas en el límite de su rango ecológico, por lo que las masas presentan un estado y un desarrollo muy inferiores a los que cabría esperar cuando fueron plantados, no existiendo regeneración natural, si bien, junto a Abedules (Betula alba), Hayas (Fagus sylvatica) y Serbales (Sorbus aucuparia), aportan cierto colorido otoñal a estos inhóspitos parajes, en contraste con el verde oscuro de los Pinos negros (Pinus uncinata), los Pinos silvestres (P. sylvestris) y las Piceas (Picea abies), contribuyendo a aumentar la biodiversidad, tanto con sus propias poblaciones como mediante su cohorte de hongos e insectos asociados.

Otra conífera alóctona, en este caso norteamericana, con la que se ha repoblado mucha más superficie en La Rioja, es el Abeto Douglas o Pino de Oregón (Pseudotsuga menziessi). Resuena en el sombrero: “Portland, Oregon”.- Loretta Lynn y Jack White (Kentucky (USA), 2004).

Todas las fotos by Mad Hatter, excepto la 1ª y la 2ª.