domingo, enero 31, 2021

VERSIONES DE UNA VIDA (LIII)



Después de la nevada histórica que nos trajo la borrasca “Filomena”, el día 9 de enero, seguida de gélidas temperaturas, unos cuantos días más templados ha despertado al enorme abejorro Xylocopa violacea que refleja los rayos del sol en sus bellas alas de brillos violeta-azulados, mientras liba las tempranas flores del Lamium purpureum.

Buscando en youtube alguna canción sobre abejorros, he encontrado una impagable versión en alemán de “The Shoop Shoop Song (It´s in his Kiss)”, titulada “Ja oder nein” (Sí o no), que hizo el grupo The Bumble Bees, en 1965.

Un año antes, en 1964, fue compuesta por el compositor estadounidense Rudy Clark (tristemente fallecido en septiembre de 2020), y la canción fue interpretada por primera vez por Betty Everett.

Si bien, quizás la versión más famosa fue la que cantó Cher, en 1990.

Mucha salud y disfrutadlas!:

1) Betty Everett (Chicago, 1964).

2) The Bumble Bees (Alemania, 1965).

3) Cher (California, 1990).

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domingo, enero 24, 2021

DECADENCIA URBANA

Hace unas semanas, un grupo de expertos debatía, en el programa de TV “Cuarto Milenio”, sobre el futuro de las ciudades, a raíz de la pandemia mundial, ya que se está viendo que es complicado mantener una buena salud en las grandes concentraciones humanas. Sin embargo, la conclusión fue unánime, a pesar de todo la inmensa mayoría de las personas vivirán en ciudades cada vez más grandes, siendo una minoría quienes elijan vivir en el campo o poblando el cada vez más vació y desierto “mundo rural”.

Quizás sea inevitable que la mayoría de la gente prefiera vivir en ciudades, pero pienso y deseo que, tarde o temprano, habrá que sacar leyes que limiten el crecimiento y el tamaño de las “megaurbes”, porque éstas terminan resultando inhabitables para una mayoría de ciudadanos.

Yo me crié en la gran ciudad de Madrid, cuando era niño, a primeros de los 70, justo después del “desarrollismo” experimentado en los 60, vivir en una gran ciudad era lo más moderno y lo más deseado para millones de personas, que abandonaron sus pueblos natales en busca de trabajo, cultura, diversión y ocio, huyendo del duro trabajo del campo y de la imagen del “cateto” o “paleto” inculto y con la boina ceñida en la cabeza, a la que tanto debe el humor de Fernando Esteso o Marianico “el Corto”.

Con el transcurso de los años, muchos problemas propios de la gran urbe han ido en aumento: tráfico rodado, tiempo que pasamos en los transportes, atascos, contaminación, ruido, basuras, desigualdad social.

En estos últimos días, se han producido algunos hechos que los han puesto aún más de manifiesto: El enorme barrio ilegal o alegal de la “Cañada Real”, con personas muriendo de frío por no disponer de fluido eléctrico. La gran nevada histórica que trajo la borrasca “Filomena”, seguida de temperaturas gélidas que impidieron que la nieve se derritiese y propició que ésta se transformase en hielo, así como la caída de innumerables árboles en las calles, parques y jardines, impidieron el servicio de recogida de basura, por lo que ésta se acumuló en las calles, atrayendo a multitud de ratas, conformando un sórdido paisaje “tercermundista” (ver foto de arriba).

En el ámbito cultural y musical, a finales de los 70 y principios de los 80, mucha gente pasó del “Pasodoble” y la “Jota” al “Rock urbano y a la “Movida madrileña”. Un claro ejemplo de estos cambios y tensiones culturales e incluso raciales, se encarna en la persona del gran Antonio Flores, un gitano de ilustre familia de artistas que no logró encajar en las costumbres de su raza, pero tampoco en el mundo de los “payos, si a eso le añadimos la gran trampa de las drogas en la que multitud de jóvenes quedaron atrapados durante aquellos años, su final llegó poco después del de su madre, la inolvidable Lola Flores.

Sí, hoy también “la muerte sigue viajando en ambulancias blancas”.

Resuena en el sombrero: “Pongamos que hablo de Madrid”.- Antonio Flores (Madrid, 1994)

viernes, enero 15, 2021

LA MUERTE DE LA INOCENCIA



La palabra “seguridad” tiene dos acepciones: Seguridad en el sentido de sistemas de protección frente a riesgos; y seguridad como sinónimo de certeza o confianza. En ambos casos, el término lleva implícito o lo que se persigue es una cierta sensación de tranquilidad, es decir, resulta reconfortante o positivo hacia el interior, pero, por el contrario, irradia negatividad hacia el exterior, ya que lo externos es sistemáticamente considerado como una potencial amenaza, presupone que todos somos enemigos, hasta que demostremos lo contrario, la confianza hay que ganársela.

Esto choca frontalmente con el principio jurídico de “presunción de inocencia”, aunque, claro, esto está relacionado con la “libertad” que, de todos es conocido, que demasiado a menudo entra en conflicto con la “seguridad”.

Ciertamente, la libertad no casa muy bien con el “control”, otra palabra fundamental a la hora de llevar a la práctica estos conceptos tan teóricos y filosóficos.

La seguridad se basa en un conocimiento de la materia, de las causas y de las consecuencias, así como en una experiencia adquirida fundamentalmente en casos precedentes.

Hay dos hechos singulares que han supuesto un punto de inflexión, un antes y un después tras los mismos: El 11 de septiembre de 2001, dos aviones de pasajeros, secuestrados por terroristas yihadistas, impactaron y derribaron las Torres Gemelas del World Trade Center, en Manhattan (Nueva York), produciendo 2.996 muertes. El 11 de marzo de 2020, Tedros Adhanom, Director de la OMS, declaró la pandemia mundial del Covid-19, que continúa de plena actualidad y que ya lleva 2 millones de muertos a sus espaldas.

Se trata de dos hechos tan singulares y extraordinarios, que es difícil encontrar los adjetivos adecuados para describirlos en toda su magnitud, ya que su tremendo impacto ha socavado todas las lógicas y todos los sistemas en los que veníamos basando nuestra seguridad.

El 11-S supuso una exacerbación enorme de la seguridad aeroportuaria, que está generando millones de horas de trabajo, inspecciones, cacheos, colas, retrasos, millones de pasajeros, pilotos, empresas y administraciones afectadas, con millones de euros de gasto y millones de molestias y sin sabores ¿Merece la pena? ¿Quiénes y cómo lo han decidido?

Por su parte, del Sars-Cov-2 tampoco sabemos su origen, ni por qué hay gente que lo pasa sin síntomas, mientras que a otras personas les causa la muerte o les deja graves secuelas ¿Cómo controlar un enemigo tan invisible que se oculta dentro de millones de personas? ¿Hasta qué punto podemos limitar la libertad de movimientos de las personas y afectar a la economía mundial?

A la hora de enfrentarnos a numerosos problemas complejos, suele producirse la tremenda injusticia de que “pagan justos por pecadores”, por la sencilla razón de que todos somos sospechosos, cualquiera puede ser “culpable”, ya que no hay forma de distinguir o saber a priori quién está infectado o quién es un terrorista capaz de inmolarse así mismo.

Indudablemente, hay culpables individuales, en mayor o menor grado: terroristas, interesados, mentirosos, irracionales, irresponsables, negligentes, descuidados, vagos, comodones, insolidarios, etc. Pero también hay una cierta “culpabilidad colectiva”, porque la mayoría de los problemas son consecuencia de un sistema creado y desarrollado por la sociedad en su conjunto.

En Estados Unidos, hubo personas mayores que declararon abiertamente que no les importaba sacrificarse por sus nietos. Si se infectaban de Covid y terminaban muriendo, era preferible a no poder abrazarlos y a dañar gravemente la economía mundial, poniendo en peligro el futuro de sus descendientes. Incluso renunciaban a ser llevados a los hospitales, para evitar colapsar el sistema sanitario. Sin embargo, otras personas han exigido un refuerzo de la Sanidad, así como un endurecimiento de las medidas de aislamiento y confinamiento.

Al final, alguien tiene que tomar una decisión o una serie de decisiones que conllevan unas actuaciones, unas normativas, unos controles, unas sanciones, unas consecuencias, unos gastos, unas víctimas, unos muertos y unos vivos. Pero ya llevamos unos cuántos meses así, ya no hay una urgencia imperiosa en tomar decisiones “a vida o muerte”, en los sistemas democráticos debería existir un debate público y reuniones multilaterales y multidisciplinares de expertos, para explicar los pros y los contras a la ciudadanía, votar y decidir lo que hacer, qué riesgos son asumibles, qué cosas son controlables, cómo y cuándo parar la movilidad, la actividad y la economía.

Esta pandemia está afectando a nuestro concepto de la “seguridad”, tanto en su acepción de protección frente a una amenaza, como en su vertiente de confianza en las personas, en especial de nuestros gobernantes. Porque da mucha pena y vergüenza ajena escuchar a algún Presidente autonómico dar explicaciones por el retraso en administrar las vacunas, con un palmario titubeo delator de que no sólo son inaceptables las escusas esgrimidas, sino que además son mentira. Se quiere dar una imagen, “de cara a la galería” y a la “opinión pública”, de que se actúa con previsión, planificación, diligencia y eficacia, para ocultar la realidad (obvia y de todos conocida, pero que nadie quiere admitir) de que ante problemas tan gordos, complejos, inesperados y sin precedentes, nadie cuenta con el personal ni los medios necesarios para actuar de una forma realmente eficaz, se hace lo que se puede (que no es poco) ¡Por Dios! Pero si ante un problema mucho menos complejo y más conocido, como es una gran nevada seguida de varios días de gélidas temperaturas, también nos ha pillado con el pie cambiado!!! ¿Cómo es posible que, con la que está cayendo, el Gobierno se haya limitado a recomendar, rogar a los ciudadanos, que no salgan de sus casas para evitar accidentes provocados por el hielo, así como contagios de Covid? ¿Están los hospitales en condiciones de atender roturas de huesos por caídas en el hielo?¿Están las policías para acudir a accidentes de tráfico evitables? ¿Qué tiene que pasar para que se vuelva a decretar un confinamiento domiciliario total en toda España?

Resuena en el sombrero: “Security”.- Otis Redding (Memphis (Tennessee), 1964).

lunes, enero 11, 2021

VERSIONES DE UNA VIDA (LII)



Comenzamos el año 2021 por el principio, es decir por el “Blues”, más concretamente por un tema tradicional que grabó por primera vez Ma Rainey, en 1924, titulado “See See Rider Blues”, si bien quien le introdujo el ritmo “Rhythm & Blues” que la hizo más popular, fue otra mujer, Bea Booze (primera foto), en 1943.

Todo en esta canción está envuelto en un cierto misterio, empezando por su nombre, puesto que ha pasado a ser más conocida como “C. C. Rider”. Existiendo varias teorías al respecto, una de ellas sostiene que proviene de las siglas de “Church Circuit”, en alusión a los predicadores antiguos que viajaban continuamente por no haberse establecido en ninguna parroquia. Otros dicen que se trata de abogados itinerantes, tras la Guerra Civil, que también realizaban un “County Circuit”. Por otra parte, en muchas canciones de “Blues”, el término “rider” hace referencia a un amante o al acto sexual, por lo que hay quien piensa que la canción está dedicada a hombres sin escrúpulos que vivían con sus amantes, sin ocultarse, apócope de “easy rider”. Por último, hay quien opina que pudiera referirse a alguna prostituta famosa.

Una de las primeras versiones más logradas es la que hizo Chuck Willis, en 1957, con ese curioso principio con xilófono.

Si bien, quizás la versión más famosa fue la del gran Ray Charles, en 1965.

Los responsables de popularizar esta canción entre las bandas de “Garage” fueron las versiones que realizaron Mitch Ryder & the Detroit Wheels (1966) y The Animals (1967), aunque yo me quedo con la que cantaron en español los mejicanos Los Grecos, también en 1967.

Otras versiones ilustres son las de Jerry Lee Lewis (1969) y el Rey Elvis Presley (1970).

Personalmente, el tema llegó a mis oídos en 1987, gracias a mis queridos amigos los madrileños Sex Museum (segunda foto).

Mucha salud y disfrutadlas!:

1) Bea Booze (New York, 1943).

2) Chuck Willis (Chicago, 1957).

3) Los Grecos (Mexico, 1967).

4) Sex Museum (Madrid, 1987).

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