martes, abril 21, 2020

LOS EXTREMOS SE TOCAN (XXXII): EXACERBACIÓN ACELERADA



Vivimos tiempos extremos, el sino de esta época parece ser que todo se vuelve cada vez más extremo:

1º) El clima: En cuestión de un día o pocas horas, pasamos de temperaturas anormalmente cálidas a heladas. Tras prolongadas sequías le siguen tremendos aguaceros que producen graves inundaciones y daños en infraestructuras, edificios y personas. Los huracanes y los tornados cada vez son más frecuentes y potentes.

2º) La biodiversidad: Numerosas especies de animales, plantas y hongos pasan a encontrarse en vías de extinción, amenazadas por nuestra expansión y actividad frenética. Mientras que otras especies se convierten en “plagas” exóticas e invasoras, debido a la globalización y a la gran velocidad y lejano alcance de los transportes.

3º) La distribución de la población y el comportamiento humano: En muchos países tenemos urbes masificadas y grandes aglomeraciones humanas concentradas en unas pocas ciudades, mientras que vastas extensiones del territorio se transforman en desiertos demográficos. Con la crisis del Covid-19 hemos pasado de calles atestadas de gente, espectáculos de masas, grandes eventos en olor de multitudes y niveles elevados de ruido, a espacios públicos desiertos y ciudades fantasma en las que reina el silencio. Esta pandemia también ha sacado a relucir comportamientos humanos extremos y antagónicos: personas que creíamos “normales” se convierten en héroes capaces de arriesgar sus vidas para salvar las de los demás, mientras que otras aprovechan la situación para tratar de enriquecerse o para sembrar aún más cizaña, terror y caos. Vemos ejemplos de lúcida inteligencia y agudo ingenio, junto a la más supina e inútil estupidez.

La inaudita y extraordinaria situación que estamos viviendo es muy difícil de asimilar emocionalmente. Incluso para quienes hemos tenido la suerte de seguir gozando de buena salud y no sufrir la pérdida de ningún ser querido o cercano, el hecho de que las malas noticias y el miedo asociado se hayan ido suministrando en pequeñas dosis diarias, tratando de resaltar lo positivo e incluso con altas dosis de música y buen humor, es algo muy loable pero, por otro lado ha dificultado que nos demos cuenta de la realidad y de que no atravesemos por la dura pero necesaria fase de duelo que implica cualquier desastre o acontecimiento negativo.

No se trata de deprimir aún más a la gente, pero, personalmente, he sentido la necesidad de gritar y de llorar amargamente durante un buen rato, si bien reconozco que me da miedo hacerlo porque no quisiera caer en una profunda depresión, pero quizás sea bueno desahogarse para asumir la desgracia, tomar plena consciencia de ella y ser capaces de reaccionar en consecuencia. El problema es que, como la situación no tiene precedentes, las reacciones son imprevisibles, no sabemos cómo vamos a reaccionar cada persona, si de forma positiva o negativa, pasiva o hiperactiva,… de nuevo los EXTREMOS, los dichosos extremos del mundo que hemos y estamos creando, así como de nuestra propia psyche, quizás la causa se encuentre en lo más profundo de nuestros genes, donde pugnan la violencia ególatra del Chimpancé (1ª foto) contra el espíritu de colaboración del Bonobo (2ª foto).

Otro sentimiento contrapuesto, producido por este antinatural “distanciamiento físico”, es que, por una parte siento una enorme necesidad de abrazarme a alguien, pero por otro, cuando me cruzo con otra persona por la calle o en el pasillo del supermercado, giro la cabeza, casi ni la miro o, aún peor, la miro con recelo. La duda, la sospecha y la desconfianza conducen a la enemistad… ODIO vs AMOR ¡¡¡Los jodidos EXTREMOS!!! No sé qué es peor que se toquen o que se mantengan alejados?

Resuena en el sombrero: “ Cryin´, Waitin´, Hopin´”.- Marty Stuart y Steve Earle (Texas, 2011), interpretando una excelente versión de un gran tema en el que Buddy Holly ya nos hablaba de esas fases: Primero llorar, después esperar y finalmente sólo nos queda la esperanza.

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jueves, abril 09, 2020

EL MISTERIO DE LAS AVISPAS EN CASA





Cuando era pequeño y veraneaba en un pequeño pueblo de la Sierra de Cameros (La Rioja), a la cuadrilla de amigos nos gustaba gastarnos bromas. Un día, recuerdo que un chaval del pueblo me dijo que se podía hacer “polvos pica-pica” desmenuzando con las manos las agallas que se forman, al final del verano, sobre las ramas del escaramujo o rosal silvestre (Rosa canina), que suelen denominarse “bedegar del rosal”, y tienen el aspecto de una cabellera rizada, áspera y rojiza (ver 1ª foto).

Lógicamente, no me creí de buenas a primeras lo que me dijo el chaval, así que decidí experimentar en mis propias carnes si el producto extraído de triturar una agalla de rosal realmente picaba y, si lo hacía, cuán intenso era el picor.

No me costó mucho trabajo encontrar una agalla de rosal, al cogerla comprobé que, efectivamente, era algo realmente áspero y picajoso. Froté un trozo entre las manos y me eché el polvo resultante por el cuello de la camisa ¡Qué horror! El picor fue casi instantáneo y realmente intenso e insoportable, por lo que tuve que quitarme la camisa rápidamente y darme una ducha para quitarme el maldito polvillo de encima.

Hace un mes, durante un paseo por la Sierra de Cameros, vimos unas ramas de rosal silvestre que lucían unas vistosas agallas, por lo que decidimos coger unas pocas para incorporarlas a un ramo de plantas secas (cardos y espigas) que habíamos ido recogiendo aquella mañana.

A los pocos días, comenzó el dichoso confinamiento por la pandemia del Covid-19. Aburrido, al irme a asomar a la ventana del salón observé un par de minúsculas y esbeltas avispillas que me entretuve en fotografiar (ver 2ª foto). Me pareció alguna especie de Ichneumónido, familia de himenópteros que suelen ser parásitas de otros insectos, por lo que me pregunté qué especie sería y si provendría de algún insecto que viviese dentro de casa o bien habría entrado al abrir las ventanas por las mañanas para ventilar.

Al día siguiente, volví a ver otra diminuta avispita, pero me pareció distinta, más rechoncha y con el abdomen más abultado… Un momento, esta es distinta a la de ayer, tiene más pinta de Cynípedo, que se caracterizan por producir agallas en diversos vegetales ¿A ver si va a haber salido de las agallas del rosal? Rápidamente, busqué en internet y… Voilá!!! Sin duda se trata de Diplolepis rosae (Linneo, 1758)!!!

Buscando información sobre la biología de este himenóptero, di con un excelente trabajo de J. L. Nieves Aldrey, publicado en el Boletín Español de Entomología de 1981, en el que describía las agallas del rosal producidas por Diplolepis rosae, en la provincia de Salamanca, así como otras seis especies de himenópteros que parasitan al primero, entre los que se encontraba el Ichneumónido Orthopelma mediator (Thunberg, 1822)… ¿No será…? Inmediatamente, busqué imágenes de esta especie en internet y, de nuevo ¡Bingo! Sin duda se trata de la avispita del día anterior, con ese brillo sonrosado y esas venas cortas y gruesas en mitad de las alas.

Por cierto, al asomarme a la ventana del salón, vi a un niño pijo con un jersey amarillo subiéndose a un Ford Fiesta blanco… ¡Pero dónde vas chaval??? Que no se puede saliiiiiir!!!

Resuena en el sombrero: “Polvos pica-pica”.- Hombres G (Madrid, 1985).

lunes, abril 06, 2020

LOS EXTREMOS SE TOCAN (XXXI): LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS



El ser humano es el único animal que se ha arrogado el derecho a modificar y manipular al resto de la fauna, la flora y la gea a su antojo y en su propio beneficio. Talamos y quemamos los bosques para roturar la tierra y sembrar las plantas que cultivamos y apacentar a los animales que hemos domesticado. Si los tigres, los osos y los lobos atacan nuestro ganado, los eliminamos sin ningún miramiento. Nuestro crecimiento desmesurado ha envenenado el aire y el agua, llegando incluso a modificar el clima. Hemos puesto en peligro de extinción al animal más grande que ha poblado nunca el planeta, como es la Ballena azul.

Sin embargo, el mayor peligro nos ha venido de un organismo microscópico procedente de un animal tan modesto e ignorado como es el murciélago.

El Covid-19 ha conseguido parar la acelerada y desbocada sociedad actual, nos ha puesto en nuestro sitio, nos ha devuelto a nuestra condición de especie animal que forma parte del ecosistema natural, nos ha recordado que todo aquel elemento que vaya en contra de las leyes naturales terminará siendo aniquilado de la faz de la Tierra, para que la vida continúe diversificándose.

Estamos pagando muy caro ese complejo de superioridad. El primer pecador del paraíso, el intrépido cazador de osos, el gran conquistador de continentes, el arrogante cowboy ha mordido el polvo, en un sorpresivo instante, en cuestión de pocas semanas, por un minúsculo “bicho” que ni siquiera podemos ver.

Ahora no nos queda otra que levantarnos, doloridos, sorprendidos y asustados, hemos caído en la cuenta de lo importantes que son muchos de los oficios más menospreciados y mal pagados, tales como esos científicos investigadores que se pasan media vida trabajando vocacional y precariamente de becarios, los sufridos agricultores, los ganaderos, los transportistas y los camioneros, los limpiadores, los basureros y barrenderos, las cajeras y los reponedores de productos de los supermercados, los panaderos, los verduleros, los fruteros, los carniceros, los pescateros, los pescadores, los farmacéuticos, los enfermeros, los médicos, los policías y los soldados. Porque todos nos hemos convertido en soldados, el lenguaje ha adquirido una jerga bélica, ciertamente estamos en guerra, pero, cuando termine esta lucha, espero que hayamos aprendido de esta cura de humildad, cejemos en nuestro secular empeño de pretender vencer a la Naturaleza, y comencemos a colaborar con ella, aceptando sus leyes y adaptándonos a la realidad.

No es casual que el país que está siendo más duramente golpeado por esta crisis sea el más poderoso y el mayor baluarte de esta actitud prepotente del capitalismo más aplastante y esquilmador, como son los Estados Unidos de América.

Quizás esta crisis nos conduzca hacia una verdadera globalización, la “Globalización biológica”, en la que desaparezcan de una vez por todas las fronteras entre Oriente y Occidente, así como entre el Norte y el Sur. Una especie humana sobre el planeta Tierra.

Si bien, esta tarde, en pleno confinamiento, sentado frente a la mesa, con un vaso de whisky y contemplando una rosa amarilla, no puedo dejar de acordarme del gran Estado de la estrella solitaria, Texas, Amarillo, la cultura western del country y los rodeos… ¿Amenazada?

Dibujo y fotografía by Mad Hatter.

Resuena en el sombrero: “Amarillo by morning”.- George Strait (Texas, 1982).

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miércoles, abril 01, 2020

VERSIONES DE UNA VIDA (XLV)



En 1978, el rock and roll vivía horas bajas, en el mundo imperaba el “Funk” y la música disco, en España gustaban la copla y los cantautores, tan sólo a unos pocos jovenzuelos, alocados y raretes les daba por insistir con aquellos primitivos ritmos de los años 50 y 60, influenciados por ese movimiento juvenil de anárquica rebeldía al que se había denominado “Punk”.

Una de aquellas bandas de rebeldes irredentos que osaron nadar a contracorriente, surgidos en el neoyorquino barrio de Queens, fueron los Fleshtones. Aún recuerdo el chute de adrenalina, ritmo y diversión que nos produjo la primera vez que escuchamos su atemporal himno “American Beat”, que formó parte de la banda sonora de “Bachelor Party” (Despedida de Soltero, 1984). Con un Peter Zaremba que meneaba su flequillo al desenfrenado ritmo de aquel latido de puro desmadre juvenil, que a muchos españolitos de la época nos recordó a aquel entrañable actor José María Tasso Tena o al incombustible Micky, con esa pinta de niño bien, vestido con impolutos pantalones blancos, coloridas y planchadas camisas paisley, nos produjo un cierto choque estético y cultural, acostumbrados como estábamos a la imagen ruda y desarrapada de los rockeros urbanos patrios o de sus paisanos los Ramones, a finales de los 70.

Por aquellos mismos años, otro singular mocetón, que surcaba las calles del barrio de el Clot (Barcelona) con la quilla de su enhiesto tupé encaramada en lo alto de su metro noventaydós, sobre una chupa de cuero negro, apodado “Loquillo”, también le pegaba a eso tan pasado de moda del rock and roll, si bien en su faceta más clásica y Rockabilly.

En 1985, claramente influenciado por el “American Beat” de los Fleshtones y quizás como revulsivo rocker al multimillonario “Thriller” (1982) de Michael Jackson, sacó un tema titulado “Carne para Linda”, cuya macabra letra es total y políticamente incorrecta, especialmente en estos tiempos en que todo el mundo se ve azotado por la inesperada pandemia del coronavirus Covid-19.

Aun así, no he podido resistirme a recordar ambos temas.

Mucha salud y disfrutadlas!:

1) “American Beat”.- The Fleshtones (New York (USA), 1985).

2) “Carne para Linda.- Loquillo y los Trogloditas (Barcelona, 1985).

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