En
1976, a cuatro jóvenes del barrio neoyorquino de Whitestone, llamados Keith
Streng, Jan Marek Pakulski, Peter Zaremba y Lenny Calderon, inspirados por los
nuevos sonidos que acababan de crear sus melenudos vecinos –The Ramones-, se
les ocurrió mezclar este punk primigenio con la música que servía para amenizar
las fiestas que organizaban las fraternidades universitarias (“Frat”), así como
el garaje y el soul de los 60. El resultado fue un curioso cóctel, repleto de
ritmo y diversión, algo así como la culminación festiva y gloriosa de todos los
ritmos que se habían ido gestando en Norteamérica durante los últimos 30 años,
desde Chuck Berry hasta los Ramones, pasando por una numerosísima retahíla de
artistas a los que ellos rindieron tributo en la canción “American Beat” (1979),
la cual se hizo famosa debido a que formó parte de la banda sonora de la
película “Bachelor Party” (Despedida de soltero, 1984).
A
mediados de los 80, en pleno apogeo del revival del garaje sesentero, los Fleshtones alcanzaron sus mayores cotas de fama y éxito. Zaremba llegó a ser
presentador de un programa de la MTV, "The Cutting Edge", entre 1984 y 1987, si
bien nunca despegaron de la escena “underground”.
Lo
que nadie podíamos imaginar es que un grupo inspirado en la música que
realizaban jóvenes músicos amateurs, que se juntaban para tocar en los garajes
de sus casas, formando efímeras bandas que, como mucho, duraban un par de años
y lograban sacar, con suerte, uno o dos singles, a lo sumo, pudiese perdurar
tanto en el tiempo, y que en el año 2014 veríamos como un sexagenario y canoso Peter
Zaremba sigue haciendo básicamente lo mismo que ha estado haciendo sobre los
escenarios de medio mundo, durante los últimos 35 años!!!… ¿Cómo es posible que
dé tanto de sí esta música aparentemente tan sencilla?
Precisamente
ahí está una de las claves, en su sencillez. En numerosas ocasiones, sobre todo
al final de los conciertos, hemos podido ver cómo los Fleshtones eran seguidos
en procesión, incluso por las calles aledañas a la sala, por un público
enfervorecido, únicamente a ritmo de un tambor.
Efectivamente,
la base rítmica es fundamental, si a eso le unimos la gran versatilidad y
riqueza de ambientes que es capaz de crear Keith Streng con su guitarra y la
chispa, simpatía y carisma que aporta Zaremba con su voz, sus coreografías, sus
gestos, sus bromas, su órgano y su armónica, todo ello arropado y jaleado por
unos energéticos y animosos coros, el resultado es demoledor. No hay ser humano
que se resista a bailar o al menos contonearse o menearse ligeramente en un
concierto de los Fleshtones. Es una música que hace revivir a los muertos, como
dicen en la canción “Teenage Zombie”.
Otra
de las claves está en la complementariedad de las personalidades contrapuestas
de Zaremba y Streng. Ambos son unos tipos bastante peculiares, algo excéntricos
quizás, pero con semblante tranquilo y sereno, por lo general. Peter es un
auténtico líder, ingenioso, divertido, bromista, hablador, alto, viril y de voz
grave; mientras que Keith es menudito, de voz aguda y estridente, aspecto
andrógino y más exagerado en las pintas y el vestuario. Mientras que el bajista
(desde 1990 Ken Fox) y el baterista (desde 1980 Bill Milhizer) aportan solidez,
contundencia y algo de estabilidad y sensatez al grupo.
En
el concierto que dieron en Logroño, el pasado miércoles, pude comprobar que Zaremba
ha cedido algo más de protagonismo a Keith y sobre todo a Ken, quien es el
encargado de cantar uno de sus himnos más emblemáticos –“ Let´s Go”-.
Antes
de que comenzase el concierto, me causó una gran impresión ver a Zaremba entrar
discretamente en la sala, canoso, serio, caminando despacio con un paso algo
desmadejado y renqueante ¡Parecía un abuelete! Si bien, a los pocos minutos,
apareció en el escenario, el showman sonriente y en forma, al que estamos
acostumbrados, es como si se transformase al pisar las tablas.
He
dicho “en forma”, pero lo cierto es que los años empiezan a hacer mella en el
físico de estos auténticos atletas del rock. Se mostraron menos bailarines y
gimnástico-acrobáticos que en ocasiones anteriores, pero Zaremba suplió con
gran maestría sus limitaciones físicas echando mano de sus ilimitadas
facultades para hacer gestos, muecas y bromas, así como de su gran sentido del
humor. La soltura que ha alcanzado en el manejo de la armónica y del órgano
“Vox Jaguar” llega a cotas magistrales, en lugar de instrumentos parecen
prolongaciones de su propio cuerpo.
Con
los años, Peter parece haberse vuelto menos ácido y sarcástico, para ganar en
ternura y emotividad. A mitad del concierto, se agachó para acercar su cabeza a
la de una chica de la primera fila y decirle: “Escucha, listen!.. (y le susurró
algo al oído, muy bajito). Como dice una buena amiga “Zaremba es mi tío”, y es
cierto, es una persona tan entrañable y cercana que es como si fuese de la
familia, es la antítesis del divismo y de la arrogancia propios de una
estrella. Eso sí, cuando se presenta en el escenario y dice “Hello, we are the
Fleshtones!” rebosa orgullo por los cuatro costados.
A
mitad de concierto, recordaron sus inicios en la CBGB, su empatía con otros
grupos neoyorquinos de la época como “Suicide” y “Televisión”, aunque reconocieron que sus
preferidos siempre han sido y son sus vecinos del barrio de Queens: “Remember the Ramones”.
Los
escasos respiros que se tomaron entre canción y canción los aprovecharon para
hacer uno de sus numeritos o poses, que en esta ocasión consistía en girar despacio
sobre sí mismos, en sentido horario (excepto cuando hicieron la versión
“australiana”, ya es sabido que en el hemisferio sur las borrascas y el agua
que se derrama por un desagüe giran en sentido opuesto, antihorario) para
promocionar su último álbum “The Wheel of Talent”. Al despedirse, después del
último bis, Zaremba dijo: “Wheel of talent, never stop spining! Los Fleshtones
tienen talento ¡Demasiado talento! Por eso tenemos que repartirlo por todo el
mundo… We must go baby!… Bye, bye… ¡Pero volveremos!” Lo dijo medio en broma,
pero lo cierto es que es una gran verdad y una forma escueta pero magistral de
definir el auténtico espíritu de los Fleshtones y de explicar por qué unos
señores continúan recorriendo los escenarios de medio mundo, a su edad,
cargando con sus pesados y anticuados instrumentos.
Una
vez finalizado el concierto, Ken Fox, el más joven y novato del grupo, corrió
hacia el fondo de la sala donde se encontraba el chiringuito en el que venden
abundante merchandising (camisetas y discos). Tras saludarle afectuosamente y
darle la enhorabuena por el fabuloso espectáculo, le pregunté si tenían el
libro que Joe Bonomo escribió sobre su vida: “Sweat: The Story of an America´s
Garage Band”, a lo que Ken, muy apurado y como pidiendo disculpas me respondió:
“We don´t! I´m sorry!”.
Todas las
fotos by Mad Hatter.
Resuena en el sombrero: “Feels Good + Pretty, pretty, pretty”.- The Fleshtones (Live at París, 2011).
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