En este octubre
caliente de 2017, España arde tanto por su extremo Noroeste como por el
Noreste.
En Galicia, pirómanos forestales se lanzaron a quemar los montes como posesos inconscientes,
aprovechando las circunstancias de una fuerte y prolongada sequía, en
combinación con fuertes vientos producidos al paso de la tormenta tropical
“Ofelia” por la costa atlántica. Si bien el problema no es nuevo, ha sido el
estallido de un problema socioecológico que se ha venido gestando durante las
últimas décadas, en el que intervienen factores culturales, de propiedad del
terreno, promoción de repoblaciones productoras a base de pinos y eucaliptos,
economía ligada a los medios de extinción de incendios, etc. Un problema o un
“melón” que no se ha querido abrir, afrontar o acometer a su debido tiempo, y
los problemas nunca se resuelven solos con el mero paso del tiempo, sino todo
lo contrario, siempre tienden a empeorar. Siguiendo con el símil de los
incendios forestales, de todos es sabido que cuanto antes se llega a atajar un
incendio más fácil es apagarlo.
Algo similar (otro “melón”), pero en el ámbito sociopolítico, está sucediendo en Cataluña, donde, tras décadas de “sequía” de diálogo y con vientos
predominantes y sostenidos de gran inmovilismo político, auténticos “pirómanos
sociales” han encendido los ánimos, las ilusiones, los miedos, las esperanzas y
los sentimientos contrapuestos de gran parte de la población de un territorio.
Es evidente que se debería haber actuado hace mucho tiempo, pero llegados a
este punto, en mi opinión, habría que haber aplicado el mismo principio de los
incendios forestales, es decir, la rapidez, cuanto antes se actué mejor, menos
crece el incendio, menores son los daños, los costes y los riesgos, porque nos
hemos tirado 4 meses de incertidumbre y tensiones crecientes, y eso tiene un
precio económico y social importante. De manera irresponsable e inaudita, se ha
jugando a ver quién aparece primero como el malo de la película, un patético y
ridículo juego del gato y al ratón, de ver quién es la víctima y quién es el verdugo,
para al final, después de marear tanto la perdiz, agotar y desesperar al
conjunto de la ciudadanía, terminar aplicando lo que se veía venir como
inevitable, esto es la aplicación del famoso artículo 155 de la Constitución.
Porque, vamos a ver, cuando las posturas están tan enfrentadas, el área de consenso o intersección es nula y el desafío a la legislación actual ha sido tan claro y evidente desde el primer momento, pienso que nos podíamos haber ahorrado todos estos meses de tensión e incertidumbre. Cuando un cargo público, como es el Presidente de una Comunidad Autónoma, sale en el telediario de las 21:00 horas diciendo abiertamente que no admite la autoridad del Tribunal Constitucional, perfectamente, al día siguiente, el Presidente Rajoy podría haberle enviado una carta similar a la que le envió el viernes 13 de octubre, preguntándole si se ratifica en su desobediencia a dicho Tribunal, como primer paso para aplicar el artículo 155. O sea, llegamos al mismo resultado pero mucho antes, sin la agonía de todos estos meses, dejando las cosas claras desde el principio, ya sabemos que la bronca y los follones iban a ser inevitables, de todas formas y se hiciese lo que se hiciese, porque es imposible contentar a todas las partes. De acuerdo, el problema no se va a resolver con la “varita mágica” del 155, pero, a estas alturas de la película, es lo que tocaba hacer.
No obstante, pase lo que pase, espero que todo evolucione y se desarrolle lo mejor posible, que
a España se le pase pronto esta fiebre que ha hecho arder nuestras dos orejas, tanto
la izquierda como la derecha, y que se vayan solucionando todos los problemas, en
todas las partes de este agitado y conflictivo mundo que nos ha tocado vivir.
Resuena en el sombrero: “Bad Day”.- REM (Georgia(USA), 2006).