viernes, mayo 24, 2019

VERSIONES DE UNA VIDA (XXXIII)



Una de las bandas más emblemáticas y pioneras del punk fueron The Buzzcocks, formados en el área de Manchester, en 1976. La primera canción que abre su álbum de debut, en 1978, es “Fast Cars”, un paradójico himno rebelde que reniega del tópico de que a los rockeros les gusta la velocidad, en la que menciona a Ralph Nader, escritor y activista norteamericano en favor de los derechos de los consumidores y del medio ambiente, quien, en 1965, escribió el libro "Unsafe at any Speed”, en el que critica el escaso nivel de seguridad de la industria automovilística.

En 2015, un misterioso músico electrónico que se oculta bajo el pseudónimo “Stephen Hawking Experience” realizó una curiosa y sorprendente versión del tema.

Los recientes y tristes fallecimientos del piloto de fórmula 1 Niki Lauda y el escritor y divulgador científico Eduard Punset, me han llevado a reflexionar sobre lo anacrónico e incoherente que resulta que se siga compitiendo con motores de gasolina. Hace 30 años, la Fórmula 1 estaba a la vanguardia en lo que respecta a la innovación en la industria automovilística. Si fuésemos mínimamente coherentes con la preocupación por el cambio climático, hace al menos una década que los coches de competición deberían funcionar con electricidad, luz solar o hidrógeno, cualquier cosa menos quemar combustibles fósiles. Pero, increíblemente, mientras en muchas ciudades se están imponiendo restricciones al tráfico de los vehículos a motor y a la velocidad con la que circulan, la gente se sigue pirrando por ver a unos cuantos pijos quemando gasolina para dar vueltas a un circuito ¿Es esto serio y lógico? Puede parecer algo puntual y anecdótico, pero es un claro síntoma tecnológico-socio-cultural que refleja lo poco que nos preocupa el cambio climático y el medio ambiente, en realidad.

¿A qué vamos a esperar? A tener minusvalías de todo tipo, que se nos caiga la piel a tiras o que vayamos cayendo como moscas?

1) The Buzcocks (1978).


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viernes, mayo 17, 2019

UTOPÍAS



UTOPÍA: Proyecto, deseo o plan ideal, atrayente y beneficioso, generalmente para la comunidad, que es muy improbable que suceda o que en el momento de su formulación es irrealizable”.

La idea de dedicar la vida a perseguir una “Utopía” puede resultar estúpida e inútil para la mayoría de las personas en las que predomina el egoísmo y el pragmatismo, si bien ofrece expectativas muy atractivas e ilusionantes para quienes tienen un sentido más romántico y altruista de la vida. Eso explica la enorme diversidad de partidos, asociaciones y grupos minoritarios, con objetivos de lo más variopinto.

Ciertamente, el mundo es imperfecto, tiene problemas de todo tipo y nos enfrentamos a retos importantes de cara al futuro, existe la sensación generalizada de que nos encontramos en un momento clave o de “encrucijada histórica”. Algunas cosas cambian con bastante velocidad, mientras que otras se resisten a evolucionar o incluso marchan en un sentido claramente negativo. Es aquí cuando surgen estas grandes palabras como “Esperanza” y “Utopía”, con el loable propósito de cambiar el mundo (hacia mejor). El problema es que el “objetivo” ni es único, ni está claro, ni es el mismo para todo el mundo, y también difieren las prioridades y las formas de alcanzar las diversas metas. De manera que tenemos una “utopía ecologista”, una “utopía independentista”, una “utopía socialista”, una “utopía liberal” e incluso podríamos hablar de una “utopía falangista” o de una “utopía yihadista”.

Está claro que no todas las “utopías” son iguales, unas son más inalcanzables que otras, algunas resultan absurdas e inexplicables, de entrada, para la inmensa mayoría de la población; mientras que otras son comprensibles, pero se sabe que serían extremadamente difíciles de llevar a la práctica. Sin embargo, todas ellas cuentan con un grupo de fieles seguidores que dedican su vida a la “causa”.

Los principales partidos políticos suelen ser más pragmáticos y no hablan de utopías, sino que se esfuerzan en presentar programas que resulten creíbles, factibles y viables.

Parece evidente que, para cambiar las cosas, se necesita una dosis de “utopía”, pero, para poder ponerlas en práctica, hay que ser lo más realistas, pragmáticos y objetivos que sea posible. Un equilibrio que no resulta nada fácil.

Por supuesto, jamás recurriendo a métodos violentos ni tomando “atajos” totalitarios. Del mismo modo que los niños que han sido víctimas de maltrato suelen convertirse en maltratadores de adultos, se produce un efecto de contagio con la estética y las ideologías totalitarias, como ha pasado con las denominadas “camisas pardas” del Movimiento Identitario Catalán (M. I. C.), una especie de “Falange Catalana” (ver 2ª foto), cuyos miembros, a buen seguro, se mueven por un espíritu utópico, que para la mayoría de las personas es equivocado, paradójico, obsoleto y absurdo, pero no por ello deja de ser una “utopía”.

Resuena en el sombrero: “Gary Cooper´s Trip”.- Vietnam Veterans (París, 1984). Este extraño grupo, aunque formado en Francia, ellos aseguraban pertenecer a un país llamado “Nutopía”.Y Gary Cooper (1ª foto), extraordinario actor que muchas veces representó en sus películas a héroes que se movían por principios claramente utópicos y altruistas. El nexo de unión de ambas fotografías es ese elegante lazo negro decimonónico, porque yo me pregunto: ¿Están las utopías pasadas de moda?