Una de las bandas más emblemáticas y pioneras del punk fueron The Buzzcocks, formados en el área de Manchester, en 1976. La primera canción que abre su álbum de debut, en 1978, es “Fast Cars”, un paradójico himno rebelde que reniega del tópico de que a los rockeros les gusta la velocidad, en la que menciona a Ralph Nader, escritor y activista norteamericano en favor de los derechos de los consumidores y del medio ambiente, quien, en 1965, escribió el libro "Unsafe at any Speed”, en el que critica el escaso nivel de seguridad de la industria automovilística.
En 2015, un misterioso músico electrónico que se oculta bajo el pseudónimo “Stephen Hawking Experience” realizó una curiosa y sorprendente versión del tema.
Los recientes y tristes fallecimientos del piloto de fórmula 1 Niki Lauda y el escritor y divulgador científico Eduard Punset, me han llevado a reflexionar sobre lo anacrónico e incoherente que resulta que se siga compitiendo con motores de gasolina. Hace 30 años, la Fórmula 1 estaba a la vanguardia en lo que respecta a la innovación en la industria automovilística. Si fuésemos mínimamente coherentes con la preocupación por el cambio climático, hace al menos una década que los coches de competición deberían funcionar con electricidad, luz solar o hidrógeno, cualquier cosa menos quemar combustibles fósiles. Pero, increíblemente, mientras en muchas ciudades se están imponiendo restricciones al tráfico de los vehículos a motor y a la velocidad con la que circulan, la gente se sigue pirrando por ver a unos cuantos pijos quemando gasolina para dar vueltas a un circuito ¿Es esto serio y lógico? Puede parecer algo puntual y anecdótico, pero es un claro síntoma tecnológico-socio-cultural que refleja lo poco que nos preocupa el cambio climático y el medio ambiente, en realidad.
¿A qué vamos a esperar? A tener minusvalías de todo tipo, que se nos caiga la piel a tiras o que vayamos cayendo como moscas?
1) The Buzcocks (1978).
2) Stephen Hawking Experience (2015).
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