Hace casi dos años, hablando sobre los incendios que se producen en los setos y ribazos, comentaba el valor que tienen estos ecosistemas en miniatura como reservorios de biodiversidad y de interesantes y valiosas levaduras como la Candida pulcherrima, que habitan en la pruina que recubre el hollejo de la uva (ver primera foto) durante el período de maduración de ésta y que producen la fermentación del mosto para convertirlo en vino, confiriéndole extraordinarios aromas afrutados de una gran calidad. Unas levaduras que durante el resto del año viven en la hojarasca y en la materia orgánica del humus del suelo de los viñedos, ribazos y montes próximos, y que cada vez resultan más escasas, debido al uso abusivo de quemas, fertilizantes minerales, herbicidas, insecticidas y fungicidas.
Durante este caluroso y seco verano, las uvas están madurando antes de lo habitual, al igual que sucede con otros frutos azulados y pruinosos, con los que también se fabrican bebidas espirituosas, como las endrinas (Prunus spinosa) que aparecen en la segunda foto. Unas pequeñas y ásperas ciruelas silvestres que se utilizan para la fabricación del patxarán.
Además de la vid (Vitis vinifera), con todas sus variedades, hay otra planta leñosa, un árbol, que tiene una trascendental importancia en la calidad de los vinos. Me estoy refiriendo a los robles, concretamente al roble francés (Quercus petraea) y al roble americano (Q. alba), con los que se fabrican las barricas en las que se crían y envejecen los vinos. La madera, convenientemente secada y tostada (ver tercera foto), le confiere al vino buena parte de los taninos, fenoles, lactonas y otras sustancias químicas que caracterizan los diferentes buqués.
El roble francés también es autóctono del Norte peninsular, donde se le conoce como roble albar, pero durante el apogeo del Imperio naval español, en el siglo XVI, muchos bosques de esta noble y valiosa especie fueron talados para dedicarlos a la construcción de barcos, motivo por el que, actualmente, la producción de madera autóctona no es suficiente para abastecer a la industria tonelera, siendo precisa la importación de madera de robles franceses y norteamericanos.
Afortunadamente, recientes investigaciones y experiencias han descubierto que en Castilla y León, La Rioja, Euskadi, Navarra, Aragón y Catalunya, persisten masas de robles autóctonos (Quercus pyrenaica, Q. petraea, Q. faginea y sus híbridos naturales) cuya selvicultura ha permitido la existencia de pies con buenos fustes, apropiados para la fabricación de las duelas de madera con las que se hacen las barricas. Concretamente, el pasado otoño, la tonelería "Quercus" del grupo "Rivercap" comenzó a fabricar las primeras duelas con madera de rebollo (Q. pyrenaica) procedente de los montes de Manzanares de Rioja. Por lo que próximamente podremos degustar el primer vino de Rioja-Rioja, es decir, procedente del mosto de uvas riojanas criado en barricas hechas con madera de robles riojanos.
Otras comarcas en las que conviven excelentes viñedos junto a montes feraces son las del Penedés y la Terra Alta, en Catalunya. En la cuarta foto se muestra un bonito paisaje de un arroyo cercano a Horta de Sant Joan (Terra Alta, Tarragona), justo un año antes de que, desgraciadamente, esa zona haya sido arrasada por un pavoroso incendio que ha quemado una superficie de 1.140 Ha. y en el que hubo que lamentar la muerte de cinco bomberos.
En resumen, los beneficios directos e indirectos que conlleva la existencia de ribazos, setos y montes en la vecindad de nuestros viñedos, son indudables, ya que, además de ofrecernos belleza y paisaje, es en estos retazos de vegetación silvestre donde se refugian las levaduras que dan calidad a nuestros vinos; la flora que nos proporciona madera para fabricar barricas, leñas, pastos, miel, frutos y setas; la fauna que ayuda a controlar las plagas que atacan nuestros cultivos; así como aquella otra fauna de pelo y pluma que hace las delicias del cazador y cuyas carnes tan armoniosamente se maridan con esos excelentes caldos.
Incluso el nombre de "Rioja" procede del río Oja, así denominado por la enorme cantidad de hojas de árboles caducifolios que arrastraban sus aguas durante el otoño, procedentes de los frondosos bosques de la Sierra de la Demanda.
Para terminar, propongo un brindis (con Rioja, por supuesto) por nuestros montes, por nuestras viñas y por todas aquellas gentes que las cuidan, en especial las de los valles del Duero y del Ebro, por los familiares y amigos de los caídos en la lucha contra los incendios, y también porque me acaban de conceder mi cuarto trienio ¡Qué leche!
¡Feliz finde!
Fotos nº 2 y 4 by Mad Hatter . Nº 1: Racimo de "Cavernet Sauvignon", si bien en La Rioja las variedades más características son "Tempranillo" y "Garnacha". Nº 3: Operación de tostado del interior de las barricas en una tonelería.
4 comentarios:
Pues un buen brindis... a ver que nos trae el mes de septiembre, ojalá los cambios que espero hace tiempo...
En fin, aupa ese Rioja siempre.
Abrazo
Muy bien "f.b.F.", seguro que septiembre trae cambios, espero que sean agradables.
Chin-chin, Rioja for ever.
Abrazos.
Me has dado ganas de sacar una botella, descorcharla y animarme la noche!
Muy bien Alabama, aunque con estos calores apetece más una cerveza helada. Cuando quieras hacemos un intercambio de whisky por Rioja ¡Ja, ja!
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