Soleado comienzo de un nuevo otoño en el Cameros Viejo (La Rioja).
Sentado sobre una musgosa piedra en el corazón del melojar, contemplo cómo las hojas empiezan a tomar un tono dorado. La tibia brisa hace que vayan cayendo una a una, pausadamente, en un lento goteo.
El silencio sólo es roto por la cantarina cascada sonora del agudo glisando del Petirrojo desgranándose desde el cercano zarzal, repleto a partes iguales de espinas y brillantes moras, más negras que rojas.
En el fondo del valle, resuena el penetrante relincho del Pito real que dejó caer una de sus plumas verduzcas sobre el verdoso musgo que recubre el suelo del bosque. Entre la seca hojarasca, parece escucharse cómo se abren paso los cuarteados sombreros de hongos porosos, junto a las lanzas violetas del Azafrán loco que se elevan hacia el cielo.
El aire puro y transparente de la sierra se impregna con la dorada luz del atardecer y con el eco lejano de los bramidos que emiten las profundas gargantas de los ciervos en celo y el entrechocar de sus ramificadas y duras cuernas, durante la berrea, mientras otras blandas y ambarinas ramas emergen del suelo ante mis ojos. Ramarias y Clavulinas parecen corales y arrecifes,… Juraría que la brisa trae el aroma salado del lejano mar. El mismo mar de cuyo fondo se elevaron estas montañas, hace millones de años.
Resuena en el sombrero: “Weightless Again”.- The Handsome Family (Chicago (Illinois), 1998).
Fotos by Mad Hatter: 1ª) Petirrojo (Erithacus rubecula). 2ª) Xerocomenllus chrysenteron junto a Azafrán loco (Crocus nudiflorus) y pluma de Pito real (Picus viridis). 3ª) Ramaria aurea. 4ª) Phaeoclavulina sp.
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