martes, octubre 01, 2019

DESIERTOS ARBOLADOS





El cambio climático es un problema realmente importante, por lo que la fijación de CO2 que realizan los árboles, la lucha contra los incendios forestales y contra las plagas exóticas que invaden nuestros bosques y nuestros cultivos son asuntos igualmente importantes, pero nada de eso sería posible sin el SUELO que sustenta y posibilita que viva cualquier tipo de vegetación terrestre.

La mentalidad productivista, aséptica y predominantemente agraria de nuestra sociedad tiende a obsesionarse con la “limpieza” y con eliminar la competencia de las “especies valiosas objeto de cultivo”, lo que, en ocasiones, nos lleva a alejarnos en exceso del funcionamiento óptimo de los ecosistemas naturales, de modo que podemos llegar a crear auténticos “desiertos arbolados”. Sí, hay árboles, pero el suelo está totalmente deteriorado y apenas hay otra vida que no sea la de los propios árboles plantados, que sobreviven de manera precaria, predispuestos al ataque de plagas y enfermedades, y escasamente resistentes a contingencias meteorológicas adversas.

El afán por no desperdiciar ni una gota de agua, ni un gramo de abono, así como el miedo a la Xylella fastidiosa, lleva a los agricultores a dejar el suelo de los olivares sin una brizna de hierba y desnudos de materia orgánica (ver 1ª foto), ignorando que están destruyendo el principal capital, el SUELO.

El mundo forestal tampoco es ajeno a esta obsesión por eliminar hierbajos, matorrales y “malezas”, al objeto de reducir al máximo el riesgo de incendios y la competencia con los árboles plantados. Es cierto que hay que realizar cierto control sobre el matorral, pero sin olvidarnos jamás de lo principal, lo más básico y fundamental, que es el SUELO.

A mitad de camino entre ambos mundos, el agrario y el forestal, tenemos uno de los mejores inventos de nuestra milenaria cultura agraria, como es, sin duda, la dehesa. Es decir, bosques abiertos, prácticamente sin arbustos, donde bajo las copas de un arbolado adulto y poco denso se desarrollan pastos naturales o bien cultivos herbáceos (cereales, alfalfa y otras leguminosas), que sirven de alimento para la ganadería extensiva (vacuno, ovino, caprino y porcino), proporcionándonos productos tan valorados y tan españoles como el jamón de bellota y los toros de lidia. Asimismo, la dehesa también es fundamental para especies de fauna silvestre como Águilas imperiales, Buitres negros, Linces, Grullas, Palomas torcaces, jabalíes y cérvidos.

El hecho de utilizar maquinaria para las labores previas de preparación del terreno, cuando esto sea necesario, no tiene por qué implicar la degradación del suelo. El desbroce no debe ser total, puede realizarse de forma discontinua, por fajas, en curvas de nivel y recuperando la tierra vegetal. El subsolado, para mejorar la capacidad de retención de agua, debe realizarse sin volteo ni remoción de los horizontes del suelo. El propio matorral puede servir para dar cobijo y proteger a las plantas que introducimos, éstas tampoco tienen por qué ser siempre árboles, en las peores zonas podemos plantar arbustos más resistentes a la sequía y que ayuden a fijar el nitrógeno atmosférico, como las retamas y otras leguminosas que ni siquiera tienen por qué ser siempre leñosas, sino que también podemos sembrar herbáceas que ayuden a mejorar la biodiversidad y la fertilidad del suelo.

Respecto a las especies arbóreas, procuraremos utilizar siempre especies autóctonas procedentes de semillas locales, para que estén bien adaptadas a la zona. Y para evitar los daños que producen los grandes herbívoros (ya sea ganado como cérvidos), un buen invento son los protectores individuales tipo "cactus" o "espino artificial" (4ª foto).

Recientemente, han puesto un documental en la "2" sobre el enorme esfuerzo repoblador que está realizando China, creando una barrera verde para frenar el avance del desierto y disminuir la frecuencia con la que terribles tormentas de arena azotan la gigantesca ciudad de Pekín, para lo cual han utilizado varias especies de árboles adaptadas al clima árido, así como la implantación de líquenes con ayuda de cianobacterias.

Resuena en el sombrero: “My Desert”.- The Jazz Butcher (Oxford (UK), 1954).

Fotografias: Cortesía de Pablo Castro Prigent (1ª), F. Luis Domínguez J. (2ª y 3ª) y “Protector Cactus” (4ª).

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