En mayo de 2007, hablaba sobre la posible influencia de la dieta en los comportamientos violentos que desgraciadamente se observan cada vez con mayor frecuencia en nuestra sociedad, especialmente entre los jóvenes, los cuales podrían ser debidos a desequilibrios internos generados en la proporción de determinados elementos fundamentales para el correcto funcionamiento de nuestro metabolismo, tales como el fósforo, el magnesio y el calcio.
Es evidente que estamos hechos de lo que comemos y bebemos, por lo que es lógico pensar que las materias que ingerimos tienen una influencia directa sobre nosotros, lo cual resulta obvio en el caso de los medicamentos, que son capaces de actuar incluso en dosis muy pequeñas. Sin embargo, resulta inexplicable que solamos preocuparnos mucho menos por los alimentos, cuando éstos son consumidos en cantidades mucho mayores y con mucha más frecuencia que los medicamentos, y también está claro que influyen decisivamente en nuestra salud.
Todo el mundo tiene muy asumido que el consumo de determinadas drogas tiene efectos perniciosos sobre la salud, sin embargo hay numerosas sustancias que consideramos alimentos inofensivos a la que gran parte de la población nos hemos ido haciendo adictos, casi sin darnos cuenta. Por ejemplo, el café (la cafeína) y el azúcar refinado se han hecho prácticamente imprescindibles para el correcto funcionamiento de nuestra ajetreada y desenfrenada vida moderna, que exige un plus de atención y energía casi en todo momento: para despertarnos, mientras conducimos, cuando vamos a la compra, durante el trabajo, en nuestras relaciones sociales, etc. Necesitamos estimulantes como la cafeína y la sacarosa para activarnos y lanzarnos a una frenética actividad; pero luego, para poder parar, relajarnos y dormir, necesitamos tomar tranquilizantes, de forma que cada vez nos volvemos más dependientes, física y anímicamente, de sustancias químicas y fármacos, cuando lo cierto es que la raza humana ha vivido y evolucionado, durante milenios, sin la existencia de dichas sustancias, las cuales son de muy reciente aparición a escala evolutiva.
Cada vez hay más estudios que parecen evidenciar un cierto efecto hormonal o alergógeno sobre el organismo de determinados aditivos y sustancias químicas, ya sea por sí mismas, como por el efecto sinérgico o acumulativo que produce su combinación o mezcla entre distintas sustancias, lo cual parece estar produciendo una mayor frecuencia de las alergias, así como una creciente precocidad sexual en nuestros niños y adolescentes, tal y como se puso en evidencia, hace pocas semanas, cuando el mundo se sorprendió con la noticia de una niña rumana que se había quedado embarazada con tan sólo diez años de edad.
Los desequilibrios en el contenido de grasa de nuestros cuerpos también son causa de numerosos problemas, como es bien sabido en el caso de la obesidad. Sin embargo, en el extremo opuesto, la fobia a la grasa que ha implantado la estética de cuerpos sumamente delgados, también podría estar detrás de determinados desequilibrios, tal y como indica Robert Svoboda en su libro sobre "Ayurveda":
"Tanto la grasa como su producto de desecho, el sudor, ayudan a mantener la temperatura interna del cuerpo. La grasa nos aísla para conservar el calor en nuestro interior; el sudor irradia calor hacia el exterior. Un humano, sin la grasa suficiente, está permanentemente frío, tanto física como emocionalmente, porque carece del aislamiento térmico que proporciona la grasa. Esta frialdad hace que el individuo busque cada vez más alimento físico y mental, sin importarle mucho los medios, para nutrir la grasa y conseguir el amor cálido y satisfactorio que ésta puede darle. Recordemos a Casio y su "cara enjuta y hambrienta" (1). Casio buscaba placer antes que amor, como todo aquel que disfruta de la lujuria, la vigorosidad y la seguridad física mientras elude asiduamente un compromiso emocional sincero. Puede que el aspecto anoréxico tan de moda hoy en día se derive en parte del instinto de independencia y desarraigo que rompe vínculos y relaciones restrictivas y se muestra psicosomáticamente como una aversión casi patológica a la grasa".
(1) "Lean and hungry look", Julio César, de William Shakespeare, acto I, escena 2ª.
Cuándo nos daremos cuenta que no hay nada mejor que lo natural y que tanto los excesos como las carencias forzadas, en busca de estímulos y estéticas artificiales, resultan perjudiciales para nuestra salud física y mental.
4 comentarios:
Tienes toda la razón Mad pero siendo riojano haber quien se resiste a unos huevos fritos con jamón para almorzar y un buen vaso de vino o a unos buenos caparrones pintos o patatas a la riojana ahora que comienza a hacer tanto frío.Además después de comer que mejor manera de disfrutar de nuestros paisajes dando un largo paseo.
Un abrazo.
Pero Yuri ¿Quién ha dicho que haya que resistirse a esas maravillas?
Lo del paseo está muy bien, pero mejor antes para hacer hambre. Con la nieve que ha caido está todo muy bonito aunque hace un frío que pela. Después de comer es mejor una buena siesta, a ser posible en compañía de alguna bella riojana como la de la foto, je, je.
Un abrazo paisano.
me acabo de comer un polvo...ron :-)
buen día!
Querido "Atikus", no me ha quedado claro si te has comido un dulce navideño o te has tomado una copita de ron para celebrar algo, je, je.
Buen día y cuidado con el picante...
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