lunes, septiembre 15, 2014

DEGUSTANDO EL PAISAJE


 

 

           Me alegra comprobar que, últimamente, en el mundo del vino y la enología cada vez se le concede más importancia al paisaje y a los ecosistemas que conforman los viñedos y su entorno.
            Tras la reciente candidatura del “Paisaje cultural de vino y el viñedo de La Rioja y La Rioja Alavesa” para ser declarado por la UNESCO “Patrimonio Universal de la Humanidad”, en 2015; la última y agradable sorpresa la pudimos leer en el periódico “La Rioja” del pasado miércoles 10 de septiembre, en un excelente artículo firmado por el Ingeniero Agrónomo y enólogo Antonio Remesal Villar, quién escribía lo siguiente:
            “Conversando con uno de nuestros grandes enólogos nacionales, Basilio Izquierdo, hasta hace unos años Director Técnico de bodegas CVNE, nos preguntábamos acerca de los factores determinantes de la calidad de la uva, aparte de la consabida edad del viñedo, el suelo o el clima, subrayaba el enólogo la poca atención que se presta al entorno próximo al viñedo: la vegetación próxima que crece en la misma viña y en sus cercanías, como ribazos, lindes, bosquetes e isletas dentro de la parcela, en los roquedos y taludes.
            Esos “recovecos” que por su pendiente, accidentalidad o escasez de tierra arable no se han labrado nunca, cumplen cometidos ecológicos y agrícolas esenciales. Estos recodos, joyas naturales, generan unas condiciones ambientales, e incluso, un microclima, muy beneficioso para las cepas de las proximidades. Según Basilio Izquierdo, este entorno, hasta hace poco inherente al viñedo riojano, da como fruto vinos con estructuras particularmente complejas, más finos y delicados, con óptima expresión cualitativa.
            Ya hemos alertado en estas mismas páginas de que, como consecuencia de la baja rentabilidad de los viñedos tradicionales, se está produciendo una progresiva reducción de estos viñedos singulares, la mayoría mediante reestructuración de los mismos.
            Las labores que han acompañado a esta adaptación de las estructuras agrícolas a otras más competitivas, han permitido una mejora de la eficiencia en las tareas de cultivo, facilitando el trabajo del viticultor de forma extraordinaria. Sin embargo, han supuesto un alto coste ecológico.
            A partir del año 2000, cuando se aprobó el esquema europeo de ayudas a la reestructuración y reconversión del viñedo, se han ejecutado miles de actuaciones de las contempladas en esta línea.
            La intervención más común, aquí al menos, ha sido la de arranque de viña vieja y preparación del terreno para plantación posterior en espaldera. El dinero europeo ha incentivado la acometida de proyectos con movimientos de tierras, creación de escolleras artificiales, inversión de perfiles del terreno, cambios en los cursos de agua, eliminación de pendientes por nivelación y otras tareas, más propias de colosales obras civiles, que de la simple adecuación de un terreno para el cultivo agrícola.
            El resultado, ligado a ingentes inversiones de muy dudosa amortización, ha dado lugar a parcelas de mayor tamaño, prácticamente llanas, con desmontes y terraplenes artificiales, geometrías y topografías que en muchos casos nada tienen que ver con las originarias.
            Es verdad que estamos en un sector muy competitivo, pero si queremos ser diferentes a otras áreas en las que el viñedo ha entrado a saco en los últimos años (con la intención de invadir los mercados mundiales a bajo coste) es preciso mantener las distancias mediante una agricultura respetuosa con el medio y que aporte algún valor añadido.
            Otros muchos colegas de la profesión como Juan Carlos Sancha, Enrique García Escudero, Juan B. Chavarri o Fernando Martínez de Toda, por citar algunos, son investigadores interesados en la preservación y recuperación de variedades minoritarias. A ellos les he escuchado resaltar muchas veces el interés de mantener la “foto fija” de lo que tradicionalmente ha sido Rioja, tanto por la excepcionalidad de los vino procedentes de estos viñedos como por el papel ecológico que desempeñan.
            La influencia que la vegetación próxima a la cepa tiene en el mosto, y en consecuencia en los vinos, he tenido la oportunidad de verificarla yo mismo. Me remitiré a una cata en la que se comparaban los vinos producidos en las distintas parcelas de un ensayo, con diferentes cubiertas vegetales en las calles de cultivo. Constatábamos entonces de forma unánime cómo la vegetación de las calles próximas daba lugar a diferentes aromas de los vinos.
            Trasladando esto a una pequeña parcela, imaginen la complejidad de aromas que se pueden generar en un viñedo rodeado de plantas como el tomillo, la retama, lavanda, romero, espino, hinojo, cola de caballo, manzanilla,… y árboles como olivos, almendros, robles, encinas, pinos… El mediático y reconocido naturalista Joaquín Araujo, destacaba en Laguardia el interés medioambiental de la agricultura que propugna “el paisaje del obstáculo”.
            La belleza de la asimetría, la accidentalidad, el cromatismo de cada cepa, de cada matorral o árbol, contrasta con la rutina de color y forma de las fincas plantadas en líneas perfectas de longitud infinita, con variedades, patrones y clones similares.
            Y es que, aparte de las características que en la calidad de la uva imprimen estos viñedos singulares, forman parte de un particular y precioso mosaico paisajístico en el que las vides conviven con otros cultivos como olivos, almendros, cereal, con zonas de pastizales, monte bajo y matorral, en parcelas en las que la ausencia de simetría y aparente desorden las hace particularmente bellas.
            Por otra parte, no es en absoluto desdeñable la función que este conjunto de cultivos y llecos tiene para la conservación de la biodiversidad botánica y faunística. Pájaros como gorriones, carboneros, jilgueros, perdices, codornices, abejarucos, becadas, cárabos, pinzones, petirrojos, arrendajos,… mamíferos como conejos, liebres, zorros, tejones, corzos,… o reptiles como lagartos y culebras, pueden verse cuando uno pasea por estos enclaves de biología tan variada.
            Es necesario un esfuerzo, lo mismo particular que por parte de las administraciones, para proteger estos viñedos y los valores asociados a ellos, fomentando si cabe las plantaciones de esta naturaleza, porque, aunque sabemos que son a menudo ajenas a la filosofía imperante de máximos rendimientos y puedan parecer anacrónicas, seguro no nos arrepentiremos de haber contribuido a su preservación”.
            Hace unos años hablaba sobre la presencia de valiosas levaduras (Candida pulcherrima) que durante el invierno y la primavera habitan en la hojarasca y el mantillo del suelo de ribazos, setos y montes próximos a los viñedos. En ellos habitan especies arbóreas que se están perdiendo, tan interesantes por su rusticidad y resistencia, como por el aprovechamiento de sus frutos y madera, tales como el Acerolo (Crataegus azarolus) o el Pomar (Sorbus domestica). O la reciente recuperación del valiosísimo e interesantísimo aprovechamiento de la madera de robles autóctonos para la fabricación de barricas, en las que criar vinos de extraordinaria calidad y todavía más genuinamente riojanos, si cabe.
Qué decir de los beneficios indirectos que conlleva la existencia de ribazos y montes en la vecindad de nuestros viñedos, ya que es en estos retazos de vegetación silvestre donde se refugia la fauna que combate numerosas plagas que atacan a nuestros cultivos, así como aquella otra fauna de pelo y pluma que hace las delicias del cazador y cuyas carnes tan armoniosamente se maridan con nuestros excelentes vinos.

Incluso el nombre de “Rioja” procede del río Oja, así denominado por la enorme cantidad de hojas de árboles caducifolios que arrastraban sus aguas durante el otoño, procedentes de los frondosos bosques de la Sierra de la Demanda.

Permitamos pues que los montes sigan engalanando y ennobleciendo nuestros viñedos con su presencia, proximidad e íntina conexión, dando colorido, madera, hongos y frutos. El vino, cada vez más, no se entiende únicamente como una bebida compleja elaborada a partir de mostos de determinadas variedades de uva que han atravesado diferentes procesos de elaboración y crianza, sino como el sabor de unas tierras concretas y singulares, en definitiva, como la esencia de un paisaje.

Resuena en el sombrero: Cinco vinos de Rioja maridados con la música de grandes películas: “VINO Y CINE”.
Fotos by Mad Hatter: Viñedos al pie de los Moncalvillos (Sojuela, La Rioja).

4 comentarios:

La Luz del Monte dijo...

Del vino, como diría un ganadero antiguo de toros bravos, "cada día se sabe menos"... En la Península Ibérica se lleva cultivando desde hace dos mil años, y todavía no han aprendido cuales son realmente, las necesidades ambientales que necesita la cepa para su máximo rendimiento, en cuanto a fruto, aromas y sabores... Si les influye los setos y como.
En fin, un mundo de sabores que hay que probar y saborear.

Mad Hatter dijo...

Y aquella forma antigua que practicaban los romanos de cultivar las viñas utilizando olmos vivos y podados como soporte, de lo que ya traté aquí.
Gracias por el comentario y saludos Luz.

César Mª Aguilar dijo...

Buen blog (en sus dos vertientes musical y natural) y buena entrada. Como te veo con gusto por el conocimiento creo que te interesará saber que parece ser que el termino Rioja no tiene nada que ver con el río Oja, ni con las hojas de los árboles, como comumente es aceptado y citas en esta entrada. Rioja es una "invención moderna"... según dicen historiadores y lingüistas.

Sobre los difusos orígenes de la palabra y su significado puedes consultar este artículo que arroja algo de luz

https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3024679

Mad Hatter dijo...

Muchas gracias Cesar, lo leeré. Un saludo.