domingo, abril 17, 2022

OBSERVAR, CAPTURAR, MATAR Y PROCESAR


Durante buena parte de mi vida, me vengo dedicando a la observación de la Naturaleza, sobre todo plantas, hongos, insectos y aves. Por supuesto, siempre con enorme respeto, sin dañarles y tratando de molestar lo menos posible.

Este año, al objeto de estudiar con mayor profundidad los lepidópteros, nos hemos agenciado una red cazamariposas y una placa Petri, con la que estamos capturando algunos ejemplares, los identificamos, los medimos y, finalmente, tras un breve lapso de tiempo los dejamos en libertad. Parecería que no hay demasiada diferencia con respecto a la mera observación, pero, curiosamente, por primera vez en mi vida, he sentido el instinto ancestral de la “caza”. Los animales son capturados y privados de su libertad, a la fuerza, aunque sea durante breves instantes. Es decir, hemos avanzado un paso más con respecto a la “observación” y hemos practicado la “captura”.

No cabe duda que, los seres humanos, durante largos milenios hemos subsistido y evolucionado gracias a la caza, para lo que es necesario observar y aprender las costumbres de las presas, acecharlas, capturarlas, darles muerte y, finalmente, procesarlas para su uso como alimento, abrigo, herramientas, instrumentos musicales o adornos.

Hace pocos días, el pasado 10 de abril, el SEPRONA descubrió una de las mayores colecciones ilegales de animales disecados (1.090 ejemplares), escondida en una nave de Bétera (Valencia), por el mero afán de coleccionar animales convertidos en trofeos.

Pero el “procesamiento” de cadáveres de animales no se limita a la obtención de alimento, abrigos de piel o trofeos con los que decorar la casa, sino que también se matan animales en nombre de la Ciencia. Incluso hoy en día, muchos entomólogos continúan aferrados a la macabra y decimonónica costumbre de matar mariposas, diseccionarlas para examinar sus genitales o su ADN y conocer con absoluta certeza su especie y sexo, disecarlas y clavarlas con alfileres dentro de cajas provistas de etiquetas para coleccionarlas, todo ello en nombre de la Ciencia.

Las preguntas que inevitablemente surgen son:

1ª) ¿Es éticamente aceptable en nuestros días matar animales para conocer con exactitud detalles anatómicos o taxonómicos?

2ª) ¿Podremos superar algún día nuestro instinto cazador y conformarnos con la observación, la convivencia pacífica o, a lo sumo, la cría en cautividad por motivos justificados?

Resuena en el sombrero: “Hunting”.- New Musik (Londres, 1982).

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