“Cualquiera
puede ponerse furioso…eso es fácil. Pero estar furioso con la persona correcta,
en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto, y de
la forma correcta… eso no es fácil.” (Aristóteles: “Ética a Nicómaco”).
El otro día,
viendo una entrevista a un abogado en la tele, debatían sobre la calidad de la
Justicia en nuestro país. “La Justicia no es venganza” decían. La venganza es
un sentimiento negativo que no debe guiar la Justicia, por eso uno no puede ser
juez y parte, a la vez, y es conveniente tomar las decisiones en frío y tomando
cierta distancia, para ser realmente justo e imparcial.
Aunque la
Justicia occidental no es venganza, ciertamente se basa en determinar quién es
el culpable y quién es la víctima, y la forma en que el primero debe compensar
a la segunda, así como a la sociedad, por el mal cometido y sus consecuencias.
Nuestro
insaciable ego necesita encontrar culpables, necesitamos sentirnos superiores a
“los malos”, sin caer en la cuenta de que ellos también son seres humanos,… Sí,
vale, se supone que las penas están para rehabilitar y reinsertar a los
delincuentes, pero, no nos engañemos, lo importante es el castigo.
El
comportamiento de las personas es producto de nuestra sociedad, entonces…
¿Hasta qué punto son o somos realmente culpables? ¿Qué ganamos con el castigo?
¿Añadir más pena y sufrimiento al dolor, resuelve algo?
La poetisa
africana Tolba Phanem escribió en 2007 un cuento titulado “La canción de los
hombres” en el que narra como las mujeres de una tribu, cuando están
embarazadas, se van al bosque en busca de inspiración para componer una canción
para su futuro hijo, cuando el niño nace, le reciben cantando su canción, una
canción que le acompañará en todos los hitos importantes de su vida, se la cantan
en los rituales de llegada a la edad de madurez, cuando se casa y cuando muere.
En caso de
que alguien de esa tribu africana cometa un crimen o un acto reprobable, no hay
penas ni castigos, sino que la persona es rodeada por los demás, quienes entonan
su canción, al objeto de que encuentre su verdadero ser, su auténtico yo, que
es amor, luz y bondad, como el de todos los seres humanos.
Sólo podemos
alcanzar la felicidad si nos conocemos a nosotros mismos, si estamos en paz,
conseguida mediante el perdón y el agradecimiento.
Resuena en
el sombrero: “Good feeling”.- Violent Femmes
(Milwaukee (Wisconsin), 1982).
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