En el
fascinante mundo estético de los 60, convivían dos extremos: Por un lado estaba
la explosión de imágenes exageradamente multicolores, distorsionadas e
hipersensuales, propiciadas por las alucinaciones psicodélicas; y en el otro extremo se encontraban los sobrios diseños en blanco y negro, mediante hipnóticas bandas contrastadas que simulan movimiento. En efecto, en la mágica década de los 60, lo más abigarrado convivía sin problemas con lo
más minimalista.
Las
sociedades occidentales tendemos a simplificar el complicado mundo real en el
que vivimos, la mayoría de las veces de forma maniquea: Dividimos el mundo en buenos y malos, lo que no es blanco es negro, pero en la vida real los infinitos matices del gris, así como la riqueza que
aportan los diferentes colores, son aspectos muy importantes.
En la
antigua Grecia, cuna de la filosofía, la democracia y las artes clásicas, ya convivía
la luminosidad y la belleza de las esculturas de mármol blanco, con la negrura
de las guerras y la esclavitud… Por desgracia, no hemos avanzado gran cosa, durante más
de 2.000 años.
Ahora mismo,
el maltratado pueblo griego ha sido valiente y ha tomado una determinación y un
rumbo que constituye un hito en la Historia de Europa y de la Democracia. Sin
embargo, ya se han producido las primeras y previsibles reacciones maniqueas:
“¡Desgrecia!”, “Triunfo del populismo”, “Grecia saldrá del euro”… Una vez más,
la estrategia del miedo ¡Que viene el lobo! ¡Negros nubarrones amenazan el
futuro!
Otros que
tampoco son capaces de ver el gris son los yihadistas que asesinaron vilmente a
los periodistas y dibujantes de “Charlie Hebdo”, hace unas semanas, empotrando con
violencia intolerable una negra página de terror en la Historia de Francia y de
Europa. Pero la realidad es que las caricaturas de Mahoma tampoco son de un
blanco inmaculado, sino de un difuso color gris, que transita por la fina y
peligrosa frontera que discurre entre la sátira inteligente y la burda ofensa.
No se trata
de un problema de religiones. El problema está en las personas que mantienen
una cierta cultura
guerrera, una visión medieval y maniquea del mundo, en la que los buenos deben
vencer y aniquilar, a toda costa y sin importar el método, a los malos, porque
los “buenos” son seres intrínseca y objetivamente superiores a los “malos” y,
por tanto, están legitimados para hacerlo. Son personas que realmente no han
asumido lo que significa el “Estado de Derecho”, para ellos eliminar al enemigo
es algo lógico y natural, es una opción más ¿Por qué tomarme la molestia de denunciarlo
a la lenta y engorrosa Justicia? ¡Hay ofensas tan claras y evidentes que sólo
pueden lavarse con sangre! (piensan ellos). Unas veces se amenaza o se ofende
al honor, otras a la fe, otras al sistema político, otras a los mercados, otras
a la estabilidad, otras al suministro energético, otras a la riqueza de
determinado país o sector, otras a la supremacía de una raza, de un pueblo, de
una casta de privilegiados… Sólo hay una cosa en común, siempre acaban muriendo
personas, muchas veces inocentes ¡Y todo por no ser capaces de ver los
diferentes tonos de gris ni la riqueza de los colores!
Las cebras
pueden resultar bonitas, pero, en el fondo, no son más que burros con trajes de
presidiario.
¡Todos los
colores tienen derecho a existir!
IGUALDAD,
LIBERTAD, JUSTICIA, PAZ, AMOR.
Resuena en
el sombrero: “Black and White”.- Yard Trauma (Phoenix (Arizona), 1985).
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