Las
dos fotos de arriba tienen idéntica temática, algo tan relajante y terapéutico
como es abrazar árboles, sin embargo, a buen seguro, a la mayoría de nosotros, la
segunda foto nos inspira una cierta sensación de inquietud ¿A qué es debido?
Bueno,
resulta evidente que la segunda foto es más oscura, las caras se esconden
detrás de unos troncos rectilíneos, cual enigmático ejército que acechara en la
penumbra del bosque, adoptando todos idéntica postura, lo cual nos hace
sospechar que no responde a su libre albedrío, sino a algún tipo de consigna
de alguna extraña secta.
Es
un hecho que la mayoría de los seres humanos vivimos en sociedad, pero…
¿Realmente somos animales sociales por naturaleza, o bien hemos encontrado
importantes ventajas evolutivas a vivir en el seno de entornos sociales?
Lo
cierto es que todos nos comportamos de manera distinta en solitario que cuando
estamos con más gente. Suele decirse que nuestro verdadero yo se muestra con
mayor claridad y sinceridad cuando actuamos individualmente que cuando formamos
parte de un grupo. Disimulados o contagiados por la masa, hacemos cosas que
nunca se nos ocurriría hacer en solitario. Y viceversa, ocultos en la intimidad
de nuestros hogares, hacemos cosas que jamás haríamos en público.
Es
evidente que la aceptación del grupo refuerza nuestras decisiones y actuaciones.
La democracia se rige por la obtención de una mayoría de votos. Lo ideal es que
las decisiones importantes se adopten por consenso de todas las partes
implicadas. Sin embargo, muchas veces desconfiamos de los grupos y nos cuesta
mucho dar nuestro brazo a torcer, cuando la opinión de la mayoría difiere de la
nuestra.
En
el grupo buscamos protección y seguridad frente a un entorno cambiante y
hostil. Pero la vida en sociedad también tiene sus inconvenientes, obviamente,
nuestra libertad se ve limitada, y el grupo a veces puede coaccionar en exceso al individuo.
Por
ello, es deseable alcanzar un cierto equilibrio entre nuestras propias
necesidades, aspiraciones, satisfacciones, libertades y limitaciones personales
y las de los demás, de manera que todos podamos convivir de la forma más
pacífica, enriquecedora y positiva que sea posible, para el correcto desarrollo
personal y de la sociedad, de una manera óptima y justa, teniendo en cuenta la
sostenibilidad ambiental o ecológica del mundo en el que vivimos junto a otros
seres vivos.
La
aceptación generalizada de los sistemas democráticos como la mejor forma que
hemos encontrado para tratar de alcanzar ese difícil equilibrio es un hecho en
casi todas las sociedades actuales, sin embargo, en mi opinión, haría falta
avanzar teniendo en cuenta los siguientes aspectos:
En
cualquier colectivo u organización, la mayoría de los problemas son
consecuencia de que se da por supuesto que la manera normal y adecuada de
funcionar es mediante la competitividad entre los distintos departamentos,
grupos o facciones, lo cual suele derivar en encarnizadas luchas de poder, unas
luchas en las que a menudo el fin justifica los medios, de manera que incluso
se considera lógico, lícito y natural mentir o tratar de engañar al adversario.
Dentro
de cada grupo, a su vez, se establecen estructuras de poder basadas en
intereses comunes, amiguismos, favoritismos y clientelismos, siendo estos
comportamientos más propios de las mafias que de organizaciones legales democráticas.
En
este enrarecido clima social, tiende a utilizarse un lenguaje enrevesado y
difuso, lleno de tecnicismos, siglas, eufemismos, metáforas y dobles sentidos, o
bien, directamente, se dice una cosa de cara a la galería y luego se hace la
contraria, de puertas para dentro, de manera que las palabras han terminado perdiendo
gran parte de su significado y poder de convicción, se desconfía del discurso,
se da por perdida la objetividad, todo es subjetivo, importa más quién lo dice
que lo que dice, importan más los apoyos e influencias que los argumentos que
esgrime cada persona.
En
la actividad política, se ha idealizado la figura de “Maquiavelo” como el modelo a seguir en
ese complejo “arte” dialéctico, de manera que, para mucha gente, esta necesaria y noble tarea
se ha convertido en algo sucio, propio de gente rastrera, interesada y sin
escrúpulos.
Por
eso hay que decir claramente y de una vez por todas que ese modelo, basado en
luchas y mentiras, es totalmente falso y resulta tremendamente negativo para
las personas, tanto a nivel de individuo como a nivel colectivo.
Las
organizaciones (empresas, asociaciones, partidos) deberían basarse en la
cooperación entre las personas, fomentando el trabajo en equipos
multidisciplinares. Hay que dar participación a todos los implicados para,
entre todos, establecer unos objetivos y unos procedimientos o formas de
funcionamiento, aplicando el sentido común mediante el debate constructivo, en base a unos argumentos
lógicos y racionales, fundamentados en unos criterios claros y objetivamente
justos, de manera que no quepa lugar para la mentira y el engaño. Lo suyo, es que
estuviese mal visto y penalizado cualquier “teje maneje” o artimaña al objeto
de favorecer injustificada, arbitraria o subrepticiamente a una parte o grupo
determinado, en detrimento de otros.
En
resumidas cuentas:
-
SENTIDO COMÚN EN POS DEL BIEN COMÚN.
-
DEMOCRACIA PENSADA POR Y PARA EL INDIVIDUO RACIONAL Y LIBRE (NO A LAS LUCHAS DE
GRUPOS DE PODER, CORRUPCIONES Y MAFIAS).
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