domingo, febrero 10, 2008

Aquellos viejos, sabios, chiflados y barbudos





Estoy terminando de leer el libro "The Wilderness World of John Muir", una selección de los escritos que nos dejó este sabio naturalista y filósofo norteamericano, y me he quedado sorprendido, tanto por su vida personal y de su talento, como de lo actuales y vigentes que resultan muchas de sus ideas.

John Muir nació en Escocia y llegó a Wisconsin (Estados Unidos) en 1849, a la edad de 11 años, junto a su padre, con el objeto de buscar un trozo de tierra fertil en la que establecerse y trabajar la tierra, al igual que hicieron tantos otros emigrantes europeos en aquella época. Una vez adquirida la tierra, construido una cabaña de troncos, desbrozado el terreno y realizado el trabajo más duro, vinieron desde Escocia su madre junto con el resto de sus hermanas y hermanos pequeños, para trabajar en la granja. Allí el joven John llevó una vida dura y austera y, desde el primer momento, quedó fascinado por la abundante y diversa vida silvestre que le rodeaba por todas partes en aquel Nuevo Mundo.

John Muir era un chico extraordinariamente despierto, observador, inteligente y trabajador. Tenía una enorme facilidad para la mecánica, llegando a construir complicados relojes y despertadores, con uno de ellos incluso ideó un ingenioso sistema para encender automáticamente el fuego de la estufa que calentaba la escuela a una hora programada. También construyó una sierra mecánica, un barómetro y un termómetro. Y lo más sorprendente de todo es que la inmensa mayoría de las piezas estaban hechas con madera de roble y nogal (hickory), y las pocas piezas metálicas que el mismo se hacía provenían de viejas bisagras, chapas, alambres y herramientas rotas.

Todo ello lo hizo, además, privándose de horas de sueño, ya que su padre era muy estricto con él y durante el día se dedicaba exclusivamente a trabajar, comer y rezar (su padre era muy religioso y la única lectura que valoraba y fomentaba era la de la Biblia). Al anochecer toda la familia debía irse a la cama y permanecer en silencio para descansar y dormir, si bien su padre le dijo en cierta ocasión que no había ningún problema en que madrugase todo lo que quisiera. Por lo que para dedicarse a sus "hobbies" de observación de la naturaleza e invención y construcción de aparatos mecánicos, casi todos los días se levantaba a las dos de la madrugada ayudado por un despertador que él mismo se construyó.

En 1860, animado por el extraordinario ingenio que había demostrado y que incluso su padre no tuvo más remedio que reconocer, John Muir fue a la Universidad de Wisconsin, en Madison, donde asistió como oyente a las asignaturas sueltas que más le interesaban, ya que no tenía dinero para pagarse la matrícula de cursos enteros, por lo que no obtuvo título alguno.

En Madison, continuó llevando una vida extremadamente sobria y austera, comía de manera muy frugal y económica, vestía ropas de fabricación casera y tenía una barba larga y descuidada, por lo que su aspecto se asemejaba al de un mendigo.

No sería hasta 1897, treinta y cuatro años después de abandonar la Universidad, cuando Wisconsin le concedió un doctorado honorífico, al igual que luego harían las Universidades de Harvard, Yale y California.

Cuando salió de la Universidad en junio de 1863, pasó por un período de indecisión. Primero quiso entrar en la Escuela Médica de Ann Arbor (Michigan), luego escapó de la Guerra Civil huyendo a Canadá, donde se dedicó a la botánica y a todo tipo de trabajos. En Meaford volvió a dedicarse a inventar y diseñar máquinas para una fábrica de mangos de herramientas. Pero la fábrica se quemó en un incendio y se fue a Indianapolis, ciudad que eligió por tener numerosas fabricas y por estar situada en medio de los mejores bosques de frondosas de norteamérica. Allí trabajó en una de las mayores empresas de fabricación de piezas del país, donde obtuvo mucho prestigio y riqueza, hasta que en 1867 sufrió un grave accidente que casi le dejó ciego, el cual le apartaría para siempre de las factorías y de las máquinas, y le animó a tratar de hacer realidad su sueño de convertirse en un nuevo Humboldt y su deseo de explorar las selvas del Amazonas.

Así que cogió una ligera mochila en la que metió un jabón, un peine, un cepillo, una toalla, un trozo de pan, un saquito de té, un par de mudas, una prensa de herbario, una copia del libro de poemas de Burns, el "Paraíso Perdido" de Milton y un pequeño Nuevo Testamento, se ató un pequeño libro de notas al cinturón, y con este ligero equipaje emprendió un viaje a pie de 1000 millas hacia el Sur, hacia el Golfo de México, donde tomó un barco para Cuba, desde donde tenía pensado saltar a las costas de Sudamérica. Sin embargo, una vez en Cuba, donde disfrutó durante unos meses de su rica flora tropical, no encontró ningún barco para Sudamérica, lo cual, unido al hecho de que no estaba totalmente recuperado de unas fiebres que cogió en los pantanos de Florida, le hizo desistir de explorar el Amazonas y finalmente tomó un barco para San Francisco (California) donde terminó afincado en el grandioso valle de Yosemite, en el que trabajó como pastor en un rancho, maderero en una serrería y como guía, colaborando en su declaración como el segundo Parque Nacional de los Estados Unidos, en 1890.

En Yosemite conoció a otras figuras de su tiempo que habían influido mucho en su pensamiento y que él idolatraba, como Ralph Waldo Emerson o John Burroughs (con el que está en la foto de arriba, Burroughs a la izquierda y Muir a la derecha). Todos ellos compartían una visión un tanto mística y espiritual de la Naturaleza. Al estilo apasionado de Burroughs, Muir escribió: "Todo el mundo necesita la belleza tanto como el pan". "Lugares en los que jugar y rezar, donde la Naturaleza puede curar y dar fuerza al cuerpo y al alma".

La curiosidad y el interés que John Muir sentía por la Naturaleza le hizo cometer no pocas locuras, tales como subirse a lo alto de un árbol en pleno vendaval, sólo para contemplar el espectáculo y disfrutar de la sinfonía de sonidos que emitían las distintas especies y partes de la vegetación al ser azotadas por el viento. En otra ocasión, ya en Yosemite, se acercó peligrosamente a las zonas que habían sido arrasadas por el terremoto que sucedió el 26 de marzo de 1872, y escribió: "Si por un momento, tiendes a considerar estos taludes como meros vertederos sucios y caóticos, escala a lo alto de uno de ellos, átate firmemente las botas y con los nervios templados corre hacia abajo sin regateos ni vacilaciones, saltando de peñasco en peñasco a una velocidad uniforme. Entonces sentirás que tus pies están tocando una canción, y rápidamente descubrirás la música y la poesía en los montones de piedras, una buena lección; y toda la Naturaleza salvaje cuenta la misma historia. Tormentas de todo tipo, torrentes, terremotos, cataclismos, "convulsiones de la Naturaleza", pueden parecer misteriosas y sin ley, a primera vista, pero no son sino notas armoniosas de la canción de la creación, variadas expresiones del amor de Dios".

Ni que decir tiene que Muir era un auténtico experto y un enamorado de acampar al aire libre, dormir y pasar la noche al sereno, en sencillos refugios que él mismo se construía, aprovechando unas ramas o un hueco bajo los matorrales. Fue memorable la noche que pasó en las malezas del cementerio de Savannah (Georgia), durante su viaje de 1000 millas hacia el Sur, debido a que no tenía dinero para una posada y fue el lugar más seguro que se le ocurrió para no ser asaltado por las bandas de maleantes que pululaban durante los años que siguieron a la Guerra Civil. O aquel otro episodio en que cuenta las excelencias del pino enano (una variedad rastrera del Pinus contorta) para dormir bajo su espeso follaje, sobre el grueso colchón de acículas caídas durante siglos, al igual que bien conocen los ciervos o los carneros de las rocosas.

Muir convenció al Presidente Theodore (Teddy) Roosevelt (en la segunda foto junto a John Muir en "Glacier Point", Yosemite, en 1903), que era muy aficionado a la caza y la vida al aire libre, para que en 1890 declarase Parque Nacional el valle de Yosemite, el segundo del mundo después de que en 1872 lo fuera "Yellowstone". Siguiendo una filosofía que este campechano Presidente expresó sucintamente: "No hay nada más práctico que la preservación de la belleza".

Otro escritor y filósofo que sentó las bases del conservacionismo fue Henry David Thoreau, amigo y conciudadano de Emerson, ambos vivían en Concord (Massachusetts) y eran seguidores de la filosofía "Trascendentalista". Thoreau realizó en 1845 el experimento de vivir con lo mínimo posible durante dos años, dos meses y dos días, en una pequeña cabaña construida por el mismo en un terreno propiedad de Emerson, situado a dos kilómetros y medio de la ciudad, en el interior de un bosque, cerca de una laguna "Walden Pond", donde escribió su famosa novela "Walden". En 1849, escribió un ensayo haciendo un llamamiento a la desobediencia civil ("Civil Disobedience"). Y llegó a proponer la teoría de que cada ciudad debería preservar una superficie de una milla cuadrada (2,56 kilómetros cuadrados) como mínimo, en concepto de reserva natural.

Lo que más me llama la ateción de todos estos sabios filósofos, escritores, pensadores y naturalistas, es lo temprano de la época en la que ya empezaron a plantearse la necesidad de proteger terrenos silvestres para preservar los paisajes naturales, además, en un país como Estados Unidos, cuya costa oeste se terminó de descubrir en el año 1807, a principios de ese mismo siglo XIX. Realmente, se trataba de unos auténticos profetas, sabios y visionarios.

Resuena en el sombrero: "Far From Any Road".- The Handsome Family (New Mexico, 2003).

10 comentarios:

Carmen dijo...

Si que en aquellos momentos debieron parecer auténticos chiflados, defendiendo algo que ni se consideraba en peligro ni se creía tan fundamental. Debe ser eso lo que se siente al vivir una pasión... qué envidia ¿no? Me voy a planear una excursioncita...

nancicomansi dijo...

nancicomansi dijo...
AH!! conforme te iba leyendo pensaba:_¿nos hablará Mad de H.D.Thoreau? otro más o menos de la "misma cuerda"...
A mi estos caballeros sabios y barbudos me fascinan...a mucho famosillo se le llena la boca ahora con lo de la ecología y a muchos políticos con la importancia de preservar la belleza natural, y hete aquí que hace más de un siglo, estos señores no sólo ya captaron la importancia de ello (¿Te imaginas si supieran de como está de maltrecho todo?), escribieron sobre "idem", si no que (y lo más importante) fueron tan coherentes y honestos que vivieron conforme a estas prédicas...

Me encantó esta entrada, Mad. A Muir no le conocía ( por cierto, mucho gusto...) pero de Thoreau soy fan. Me he leido y disfrutado todos sus libros, aunque me quedo con Walden, verdadero compendio de recetas, llenas de sentido común, para entender lo esencial de la vida...

Me encantó esta entrada, Mad!!!

(A mi también me fascina la fotografía americana del IXX)

Mad Hatter dijo...

¿Vas a visitar Yosemite? Carmen???

Nanci, muy bien ¡Otra coincidencia!
Tienes mucha razón en lo de las "recetas" de Thoreau, porque otra cosa que me sorprende gratamente de estos escritores es que eran gente muy práctica, que hablaba de primera mano de sus propias experiencias, si bien Muir y sobre todo Burroughs y Emerson tenían una vena mística un tanto grandilocuente, en algunos momentos, aunque, teniendo en cuenta la grandiosidad de los paisajes americanos, realmente es difícil no ser grandilocuente.
Por cierto, no lo había dicho, pero la tercera foto es el paisaje más característico y general de "Yosemite".
Otro día pondré algunas fotos de William Henry Jackson y Ansel Adams, fotógrafos americanos de finales del siglo XIX y principios del XX, que salen en un libro sobre Parques Nacionales norteamericanos que he consultado para la entrada.

WODEHOUSE dijo...

Pues qué interesante, que cosa tan bonita. Parece que leer esto hoy me reconcilia con la humanidad.
Traete más cosas así!

frikosal dijo...

Si no recuerdo mal, Ansel Adams y Galen Rowell le citan frecuentemente. Ahora por fin me he enterado de quien era !
Por cierto, has estado en el Yosemite?

Mad Hatter dijo...

Gracias "Wood", he seguido tu consejo y lo acabo de hacer.

Pues no "Friko" no he tenido ocasión de ir a Yosemite. Mi hermano que ha vivido un par de años en San Francisco si estuvo. Por cierto, si vais vereis que hay muchas rutas para hacer excursiones, si no sois unos atletas, os recomiendo que no elijais las que tengan la calificación "extreme", porque son agotadoras y para "Rambos".

Nell dijo...

Te encontre buscado informacion sobre Muir, me apunte un par de nombres, es complicado encontrar libros en español... gracias por la ayuda :-)

Mad Hatter dijo...

¡Bienvenida Nell! Escaladora con el reflejo del cielo en los ojos ¡Otra comunidad autónoma, Castilla y León! Aunque lamento informarte que tanto el libro "The Wilderness World of John Muir" como el de Aldo Leopold "A Sand County Almanac" los tengo en inglés (han sido regalos de mi familia política americana), los párrafos que he puesto son una traducción personal, algo no siempre sencillo con estos autores "antiguos" y tratándose de temas tan profundos. Así que a estudiar inglés Nell, es algo imprescindible en nuestros días, no es tan difícil mujer, peor va a a ser cuando tengamos que aprender Chino.

Erna Ehlert dijo...

Ohh!?!???

crees que hay algo cierto en lo que se decía sobre el peligro amarillo??

me metí hoy en tu blog a través de frikosal y me gusta, iré leyendote.

un saludo

Mad Hatter dijo...

Gracias Erna, bienvenida.
En este tema del "saqueo" del planeta, no creo que haya muchas diferencias entre las razas humanas, con la excepción quizás de los pieles rojas americanos.
Saludos para las islas Baleares.