viernes, diciembre 05, 2014

PONER PUERTAS AL CAMPO




Lo “forestal” se viene definiendo de manera un tanto difusa, casi más por exclusión, es decir como aquello que no es “agrícola”, tal y como se ha venido reflejando en la mayoría de las legislaciones estatales y autonómicas. Sin embargo, ayer me enteré que una reciente modificación de la Ley de Montes de Aragón considera “agrícolas” las plantaciones de encinas, robles y quejigos (Quercus sp.) micorrizados con trufas (Tuber sp.) que se hayan realizado sin subvenciones de la P.A.C., sobre terrenos arables (agrícolas), que son la mayoría, ya que lo ideal para el éxito de estas plantaciones truferas es que se hagan sobre terrenos que previamente han sustentado cultivos herbáceos, principalmente cereal, al objeto de evitar la presencia en el suelo de hongos competidores con las trufas.
Para las personas ajenas al sector forestal y al ámbito rural, esta noticia les puede parecer intrascendente e incluso lógica, porque, en definitiva, una plantación trufera puede asemejarse bastante y básicamente a un campo de patatas.
Pero hay que tener en cuenta que, en el primer caso, lo que se implanta sobre el terreno son especies silvestres autóctonas (“forestales”), tanto los árboles (quercíneas) como los hongos (trufas). Además, en la ley de montes aragonesa, resulta totalmente ilógico y aberrante que dos plantaciones idénticas e incluso colindantes, una realizada con subvenciones de la PAC y la otra no, tengan diferente consideración legal, al ser la primera un terreno “forestal” y la segunda un cultivo “agrícola”.
Es cierto que ya existen especies arbóreas con diferente consideración en función de sus usos, por ejemplo, una plantación de cerezos o de nogales para fruto tiene la consideración de “agrícola”, mientras que si su fin es la obtención de madera es “forestal”. Y, para liar aún más el tema, en casi todas las especies existe una tercera posibilidad, como es el uso “ornamental”.
Esta clasificación o encasillamiento de los seres vivos, más o menos silvestres o más o menos domésticos, en función de sus usos, es la que ha prevalecido históricamente, pero con la creciente importancia que están teniendo asuntos relacionados con la sanidad vegetal, la conservación de los recursos genéticos (especies, subespecies, variedades, ecotipos y razas) y los controles y estadísticas administrativas que esto conlleva, así como la problemática surgida como consecuencia de la globalización, el comercio internacional, la contaminación y el cambio climático, quizás hiciese más recomendable que trabajásemos más en base a los seres vivos de partida que en relación a los usos que de ellos hacemos los seres humanos en los diferentes ámbitos , ya sean sectoriales (forestal, agrícola y ornamental) o territoriales (ayuntamientos, CCAA, Estados y UE).
Si, en una repoblación forestal, se cuida y controla el origen (regiones de procedencia) de las especies que se plantan ¿No sería lógico controlar lo que se planta en el cultivo o en el jardín próximo o colindante con esa repoblación forestal? El polen, los insectos, los hongos, las bacterias y los virus no saben nada de fronteras ni de usos humanos, y afectan por igual a una encina forestal que a una agrícola o que a una puesta en un jardín o en un campo de golf.
¿No sería más lógico que, en lugar de que la Administración Pública se estructure en departamentos diferenciados por sectores (agricultura, ganadería, medio ambiente, biodiversidad, turismo, etc.), hubiese organismos especializados en los diversos tipos de flora y fauna? Es cierto que habría que tener en cuenta que los requerimientos técnicos, la gestión o el manejo a realizar, son muy distintos cuando tratamos con especies silvestres que forman parte de los ecosistemas naturales, que cuando hablamos de especies domésticas y cultivos, ya sean agrícolas o forestales. Lo de menos debería ser si producen madera, leña, frutos, hongos, pastos, miel, polen, resinas, aceites esenciales o principios activos medicinales.
No en vano, actualmente ya se habla de la existencia de ecosistemas agroforestales y en muchas CCAA son frecuentes los departamentos de “Sanidad Vegetal”, con competencias tanto en lo referente a los cultivos agrícolas y ornamentales, como en lo tocante a lo silvestre o “forestal” (bosques, matorrales y pastos). Si bien es cierto que lo primero suele estar controlado por ingenieros agrónomos o técnicos agrícolas, mientras que lo segundo suele estar en manos de ingenieros de montes o técnicos forestales, y, a veces, las relaciones entre ambos colectivos no son todo lo fluidas que sería deseable y conveniente por el bien de nuestros campos y ecosistemas.
Resuena en el sombrero: “The Mole from the Ministry”.- The Dukes of the Stratosphere (London (UK), 1987).

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