Lo “forestal” se viene definiendo de manera un tanto difusa, casi más por exclusión, es decir como aquello que no es “agrícola”, tal y como
se ha venido reflejando en la mayoría de las legislaciones estatales y autonómicas.
Sin embargo, ayer me enteré que una reciente modificación de la Ley de Montes de Aragón considera “agrícolas” las plantaciones de encinas,
robles y quejigos (Quercus sp.) micorrizados con trufas (Tuber sp.) que se hayan realizado sin subvenciones de la P.A.C., sobre terrenos arables (agrícolas), que son la mayoría, ya que lo ideal
para el éxito de estas plantaciones truferas es que se hagan sobre terrenos que
previamente han sustentado cultivos herbáceos, principalmente cereal, al objeto de evitar
la presencia en el suelo de hongos competidores con las trufas.
Para las
personas ajenas al sector forestal y al ámbito rural, esta noticia les puede
parecer intrascendente e incluso lógica, porque, en definitiva, una plantación
trufera puede asemejarse bastante y básicamente a un campo de patatas.
Pero hay que
tener en cuenta que, en el primer caso, lo que se implanta sobre el terreno son especies silvestres
autóctonas (“forestales”), tanto los árboles (quercíneas) como los hongos
(trufas). Además, en la ley de montes aragonesa, resulta totalmente ilógico y aberrante
que dos plantaciones idénticas e incluso colindantes, una realizada con
subvenciones de la PAC y la otra no, tengan diferente consideración legal, al
ser la primera un terreno “forestal” y la segunda un cultivo “agrícola”.
Es cierto
que ya existen especies arbóreas con diferente consideración en función de sus
usos, por ejemplo, una plantación de cerezos o de nogales
para fruto tiene la consideración de “agrícola”, mientras que si su fin es la
obtención de madera es “forestal”. Y, para liar aún más el tema, en casi todas las especies existe
una tercera posibilidad, como es el uso “ornamental”.
Esta
clasificación o encasillamiento de los seres vivos, más o menos silvestres o
más o menos domésticos, en función de sus usos, es la que ha prevalecido
históricamente, pero con la creciente importancia que están teniendo asuntos
relacionados con la sanidad vegetal, la conservación de los recursos genéticos
(especies, subespecies, variedades, ecotipos y razas) y los controles y
estadísticas administrativas que esto conlleva, así como la problemática
surgida como consecuencia de la globalización, el comercio internacional, la contaminación
y el cambio climático, quizás hiciese más recomendable que trabajásemos más en base
a los seres vivos de partida que en relación a los usos que de ellos hacemos
los seres humanos en los diferentes ámbitos , ya sean sectoriales (forestal,
agrícola y ornamental) o territoriales (ayuntamientos, CCAA, Estados y UE).
Si, en una
repoblación forestal, se cuida y controla el origen (regiones de procedencia)
de las especies que se plantan ¿No sería lógico controlar lo que se planta en el
cultivo o en el jardín próximo o colindante con esa repoblación forestal? El polen,
los insectos, los hongos, las bacterias y los virus no saben nada de fronteras
ni de usos humanos, y afectan por igual a una encina forestal que a una agrícola o
que a una puesta en un jardín o en un campo de golf.
¿No sería
más lógico que, en lugar de que la Administración Pública se estructure en
departamentos diferenciados por sectores (agricultura, ganadería, medio ambiente,
biodiversidad, turismo, etc.), hubiese organismos especializados en los diversos
tipos de flora y fauna? Es cierto que habría que tener en cuenta que los requerimientos técnicos, la
gestión o el manejo a realizar, son muy distintos cuando tratamos con especies silvestres que
forman parte de los ecosistemas naturales, que cuando hablamos de especies
domésticas y cultivos, ya sean agrícolas o forestales. Lo de menos debería ser si producen madera, leña, frutos, hongos,
pastos, miel, polen, resinas, aceites esenciales o principios activos
medicinales.
No en vano,
actualmente ya se habla de la existencia de ecosistemas agroforestales y en
muchas CCAA son frecuentes los departamentos de “Sanidad Vegetal”, con competencias
tanto en lo referente a los cultivos agrícolas y ornamentales, como en lo
tocante a lo silvestre o “forestal” (bosques, matorrales y pastos). Si bien es
cierto que lo primero suele estar controlado por ingenieros agrónomos o
técnicos agrícolas, mientras que lo segundo suele estar en manos de ingenieros
de montes o técnicos forestales, y, a veces, las relaciones entre ambos
colectivos no son todo lo fluidas que sería deseable y conveniente por el bien
de nuestros campos y ecosistemas.
Resuena en el sombrero: “The Mole from the Ministry”.- The Dukes of the Stratosphere (London (UK), 1987).
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