El consumismo exacerbado que promueve nuestra sociedad actual destruye la autosuficiencia, crea personas que se sienten completamente dependientes de los
demás, y que por lo tanto son más propensos a entregar su capacidad de decisión
a las autoridades.
La cultura del fundamentalismo consumista legitima la publicidad, la propaganda, y todo tipo
de manipulaciones, incluyendo las mentiras; y cuando una sociedad legitima las mentiras y las manipulaciones,
acaba con la capacidad de las personas de confiar entre ellos y crear
propuestas democráticas.
Uno
de los principales productos de consumo, ya que además adoctrina en un modelo
cultural basado en la idealización del individualismo, es la televisión y las formas de arte para las masas, en
especial la música pop.
En
los años 50 y 60, el gran éxito que alcanzó el rock´n´roll entre la juventud occidental dio una importante y sofisticada
vuelta de tuerca en las cotas de autoengaño alcanzadas por la sociedad moderna.
En
efecto, el rock´n´roll ensalza la rebeldía y el sentido crítico respecto a las
generaciones anteriores y sus venerables tradiciones, surgió la idea romántica
del antihéroe, del “rebelde sin causa”, que, además, otorgaba una gran
preponderancia a los aspectos estéticos (peinados, ropas, bailes) sobre los
temas de fondo (¿Cuántas veces hemos escuchado aquello de “Importa más el ritmo
y la actitud que las letras de las canciones”?).
En
los 60, el movimiento hippie pretendía cambiar el mundo y se ensalzó el
espíritu colectivo y la vuelta a la Naturaleza del ser humano. Sin embargo, al
margen de unas pocas comunas hippies, con suma rapidez, nuestra sociedad de
consumo enseguida se encargó de traducir aquellos elevados y profundos ideales
en cosas tan banales como modas coloridas, consumo de drogas y canciones ligeras del llamado “flower power”.
Mucha
gente realmente se creía que por dejarse el pelo largo y escuchar canciones de
Dylan se convertían automáticamente en activistas sociales, personas de lo más
guay, rebeldes y contestatarias, pero la realidad es que el “establishment”
había conseguido “vendernos”, casi sin darnos cuenta, una revolución virtual
fabricada a la medida de cada cual, basada en personas individualistas,
incapaces de agruparse en colectivos sociales que realmente lograsen cosas importantes
en el terreno político, empresarial y económico, que, al final, es lo que de
verdad mueve el mundo.
A
finales de los 70 y principios de los 80, el movimiento “punk”, de una forma más contundente y agresiva, terminó comercializándose de
forma parecida, siendo un capítulo más del mismo juego de modas y mercados...
“Enamorado de la moda juvenil”, como cantaba “Radio Futura”, o aquel “Quiero ser un bote de Colón”, de “Alaska y los Pegamoides”, grupos emblemáticos de la movida “afterpunk”
madrileña. Si bien también hubo unos pocos visionarios que, no exentos de
cierto sarcasmo y humor negro, supieron ver la realidad en canciones como
“Autosuficiencia” de “Parálisis Permanente”: “Me miro en el espejo y soy feliz, y no pienso en nadie
nada más que en mi…”
Es
decir, el sistema consiguió que nos creyésemos rebeldes y revolucionarios,
cuando en realidad seguíamos siendo los mismos borregos consumistas de siempre,
a lo mejor con “pieles de lobo” en forma de chupas de cuero y otras
indumentarias propias de las “tribus urbanas”, pero, al fin y al cabo, borregos
individualistas autoengañados que corrían a las tiendas de discos, a las salas
de conciertos, a escuchar programas de radio y a ver programas de televisión,
en definitiva a consumir una serie de productos más o menos “marginales” o “minoritarios”
de la llamada cultura “underground”.
Todo esto no quita que la música y las canciones jueguen un papel
importante a la hora de transmitir valores de amor, solidaridad, justicia,
espíritu colectivo, verdadera y profunda integración en la Naturaleza, respeto
a todos los seres vivos, derechos humanos y participación… El verdadero “runrún”
de la democracia real entre la gente.
Resuena en el sombrero: “Runrún”.-
Nacho Vegas (Asturias, 2014).
2 comentarios:
No puedo estar más de acuerdo, pese a que en otros tiempos habría querido rebatirte todo.
El rock´n´roll ayuda a visualizar algunos problemas, pero al banalizarlos, en cierta manera, y distraer a la gente, no ayuda a resolverlos, sino que enmascara un cierto conformismo, actuando más que nada como una forma de evasión. No obstante, es algo creativo y mucho mejor que otras actividades humanas. Muchas gracias por el comentario, querido Carlos.
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