Si me preguntasen cuál es la seta que mejor huele, sin duda alguna diría que la Paralepistopsis amoenolens (Malençon) Vizzini (= Clitocybe amoenolens Malençon), tal y como indica su nombre específico que proviene del latín “amoenus” (agradable) y “olens” (oloroso), su delicioso aroma, muy suave y perfumado, es difícil de describir, a mi me huele a una mezcla entre una colonia suave para bebés con matices florales y afrutados dulces, con un ligero toque anisado, que recuerda a un licor de pera o de endrinas (patxarán), dicen que es parecido al de otras setas, como Inocybe pyriodora o Inocybe corydalina, de olor más intenso, casi desagradable y muy tóxica, así como al del Tricholoma caligatum, pero más suave y delicado. Este Tricholoma sale en otoño en los pinares y es un comestible poco apreciado debido a su aroma demasiado intenso, a perfume oriental y canela. No sucede así con Paralepistopsis amoenolens, que es tóxica y su ingesta produce un extraño síndrome, cuya historia paso a resumir a continuación:
En Japón, a comienzos del siglo XX, se produjeron una serie de graves intoxicaciones tras el consumo de la denominada “seta venenosa
del bambú” que, en el año 1918, T. Ichimura describió y publicó por
vez primera con la denominación de Clitocybe
acromelalga Ichimura (= Paralepistopsis acromelalga (Ichimura)
Vizzini, 2012). A partir de las 24 horas de su ingestión, los afectados
presentaron fuertes dolores acompañados de otros síntomas en las partes
distales de las extremidades, manos y pies, que se mantuvieron durante
bastantes días, en no pocos casos semanas, y excepcionalmente meses, sin
respuesta a los tratamientos clásicos con analgésicos. En ciertos casos, el
difícil control y la falta de un tratamiento eficaz condujeron al fallecimiento
de algunos afectados. Finalmente el síndrome se designó como “acromelalgia”
(dolor en las partes acras) siendo el causante un compuesto conocido como ácido
acromélico (figura 1, Shinozaki & al.,
1986; Nakamura & al.,
1987; Leonardi & al., 2002;
Piqueras, 2004, 2006).
En Francia, en los años,
1979, 1986 y 1996, tras el consumo de setas desconocidas, confundidas con la
comestible Paralepista flaccida (Sowerby)
Vizzini (= Lepista inversa (Scop.: Fr.) Pat.), se produjeron episodios de
intoxicación con cuadros médicos de características similares a los de Japón (Courtecuisse
& al., 1999). Inicialmente
se consideró que pudieran tratarse de ejemplares de Clitocybe acromelalga Ichimura, pero finalmente el Dr.
Philippe F. Saviuc con la colaboración de P. Neville logró identificarlas como Clitocybe amoenolens Malençon (Neville
& Poumarat, 1998; Moreau & al.,
2001; Saviuc & al., 2001,
2002, 2003; Saviuc, 2004).
Clitocybe
amoenolens es una especie poco común, descrita por primera vez
como nueva para la ciencia por Malençon (Malençon & Bertault, 1975), quien la encontró en el Norte de África (Marruecos), fructificando durante
el otoño en pequeños grupos en los límites o claros de bosques, en suelo
calcáreo, con Cedrus libani ssp.
atlantica (Endl.) Batt.
& Trab., Quercus ilex L. e
Ilex aquifolium L., a
1600 m. de altitud. Posteriormente se ha citado de los Alpes Marítimos (Neville & Poumarat,
1998) y del Valle de Maurienne (Courtecuisse & al., 1999) en los Alpes de la Haute-Provence, ambos en
Francia. En el año 1999, en Italia, en un bosque de Pinus nigra Arnold y Cedrus
spp., en terreno básico (Contu & al., 2001). Posteriormente ha sido citado en diversas
localidades de Italia por Leonardi & al.
(2002) y Marinetti & Recchia (2005), en bosques de Abeto blanco (Abies alba), como en los ejemplares de la foto de arriba, junto a otras especies.
Clitocybe
amoenolens fue encontrada por primera vez en España,
en 2009, en la Comunidad Autónoma de La Rioja, en el municipio de Almarza de
Cameros, donde ha sido recogida en dos ocasiones por miembros de la Sociedad Micológica “Verpa”, en la proximidad de Picea abies (L.) de una zona ajardinada, en terreno calizo. Pocos días después se recogió en la provincia de Guadalajara
(Castilla-La Mancha), en suelo ácido (cuarcitas y pizarras), cerca de Pinus pinaster, Cupressus arizonica Greene y Cistus ladanifer L.
A partir de esa fecha ha sido
vista en más lugares, como en la zona media de Navarra, en 2003 (?) y 2014, en
robledales, encinares y Pinus sylvestris, aunque es evidente que se trata de
una especie rara y escasa, motivo por el que carece de nombre vulgar en
castellano, si bien en inglés se le llama “paralysis funnel” (embudo de la parálisis).
Agradecimientos: Casi todo el
texto ha sido extraído del artículo publicado por Fernando Martínez, Rubén Martínez,
Anttón Meléndez y Carlos María Pérez del Amo, miembros de la Sociedad Micológica
“Verpa”, en el Boletín de la Sociedad Micológica de Madrid nº 34 (2010).
Hablando de parálisis y setas venenosas que pueden llevarte al cementerio, y teniendo en
cuenta que ayer fue Halloween, hoy resuena en el sombrero: “Jugando a las cartas”.-
Parálisis Permanente (Madrid, 1982).
No hay comentarios:
Publicar un comentario