martes, julio 16, 2013

LA ISLA DE LOS COLORES







El moderado oleaje del Mediterráneo va demoliendo y triturando, poco a poco, la roca caliza de sus costas, depositando en los someros fondos una arena muy blanca en cuyo espejo se refleja el cielo y el mar en una bellísima e infinita gama de azules turquesas, marinos y celestes (1ª foto).

Tanto azul y su apartada insularidad, en el extremo más oriental de España, quizás fueron la causa de que sus aguas se tiñesen de rojo en múltiples ocasiones: En la Edad Media, los turcos desembarcaron en la actualmente conocida como Cala de la Turqueta (1ª foto), saquearon Ciutadella y capturaron como esclavos a 4.000 de sus 5.000 habitantes. Años después, el pirata Barba Roja atracó en el puerto de Mahón sembrando el terror. Y cuando la Isla de Menorca pasó a ser colonia inglesa, se construyó un Hospital Militar en la Isla del Rey, del puerto de Mahón (2ª foto), motivo por el que se la denominó “Isla sangrienta”.

El rojo sangre parece teñir los picos de las Gaviotas de Audouin que sobrevuelan las costas de esta bella isla, así como las escamas y las agallas de los peces de roca (3ª foto) que sirven para cocinar un excelente suquet. Un tono rojizo similar al pimentón que recubre sus apreciados quesos y da color a las untuosas entrañas de las sabrosas sobrasadas.

El alto y poderoso sol de Julio tuesta las bronceadas epidermis de los bañistas, en las playas, a la vez que dora las espigas en los campos, tierra adentro, delimitados por cientos de kilómetros de muros de mampostería, levantados piedra a piedra, en una labor titánica, realizada a lo largo de milenios por unos isleños de paciencia infinita y delicado gusto, capaces de transformar los humildes y retorcidos palos de los arbustos que cubren la isla en bellas puertas rústicas (4ª foto).

Dicha vegetación está compuesta principalmente por acebuches u olivos silvestres, lentiscos, aladiernos, alsinas (encinas costeras) y pinos carrascos, los cuales se inclinan y retuercen por la acción de la fuerte Tramontana y las brisas marinas que, además del salitre del mar, de vez en cuando llevan hacia las costas a las temibles, incómodas y urticantes medusas de color violeta (5ª foto). Como violeta-azulados son los racimos de las uvas tintas con los que en la isla también se hacen buenos caldos, tal y como atestigua el bello mosaico (6ª foto) que encontré en una de las estrechas calles del fabuloso casco antiguo de Ciutadella.

Tal amalgama de colores, vientos y caldos acaban por aturdir las cabezas de los isleños y de los afortunados turistas que les visitamos, por lo que durante las serenas y refrescantes noches es preciso aclarar la mente y templar el ánimo degustando el cristalino y transparente cocktail de gin tonic con “Xoriguer”.

Resuena en el sombrero: “(The Ballad of) The Voodoo Ranger”.- Multicoloured Shades (Alemania, 1985).

Todas las fotos, excepto la primera, by Mad Hatter.

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