sábado, marzo 02, 2024

LOS EXTREMOS SE TOCAN (XXXVII): HÉROES Y VILLANOS


El pasado jueves 29 de febrero, entró en el despacho un señor, muy decidido, portando en cada mano un papel y una caja de plástico (tipo tupperware). Me miró muy serio y me dijo: “Buenos días. Mire usted, soy el dueño de una finca con un chalet, en la carretera de Soria. Hace 30 años, plantamos 20 palmeras, en el camino de entrada (10 a cada lado), y desde el pasado mes de octubre se nos han muerto 3, creemos que debido al “Picudo rojo”, aquí le traigo unas muestras de las larvas que hemos sacado del tronco. Si quiere le enseño las fotos que hice. He visto en internet que es una plaga muy peligrosa”.

Asombrado y con cierto nerviosismo, abrí la caja y vi 6 enormes y gruesas larvas de coleóptero.- “¡¡¡Ostrás!!! ¡Pues sí que pueden ser, sí! ¿Me enseña las fotos? Por favor”.

- “Claro, cómo no, mire. Al cortar las palmeras, han salido todos estos bichos, y también vimos volar un escarabajo rojizo con un pico. ¿Qué se puede hacer?”.

- “Pues mucho me temo que va a ser el primer caso de un ataque de “Picudo rojo en La Rioja. Habría que triturar todos los restos de las palmeras muertas y enterrarlos a una profundidad de al menos 1,5 metros. Además, también convendría dar un tratamiento insecticida por endoterapia, a las palmeras que quedan vivas. Déjeme sus datos y le hacemos una autorización para quemar, por si no pueden triturar todos los restos. Y deme también su número de teléfono para quedar un día para visitar las palmeras in situ”.

- “¡Vaya por Dios! ¿Y no hay ninguna ayuda oficial para hacer todas estas cosas?”.

- “Me temo que no hay ayudas. Pero déjeme que lo consulto con los compañeros de Sanidad Vegetal de Agricultura, que tienen más experiencia que yo en estos temas”.

- “Bien, entonces quedo a la espera de su llamada”.

- “Sí, ya le llamaremos. Adiós y muchas gracias”.

Sin perder ni un segundo, busqué en internet la actual situación legal y la normativa europea sobre el “Picudo rojo de las palmeras” (Rhynchophorus ferrugineus), un gorgojo (Curculionidae) de gran tamaño, originario de Indonesia y Sureste asiático, que fue detectado por primera vez en España, en 1994, sobre palmeras de Almuñecar (Granada). Desde entonces, se ha extendido por toda la costa mediterránea (tanto en la Península Ibérica como en las Islas Baleares), Sur de la costa gallega, algunos puntos en Asturias y Cantabria, penetrando también hacia el interior en zonas cálidas de Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha, Madrid y un caso dudoso en la ciudad de Zaragoza. Con toda la información recopilada y resumida, redacté un borrador de informe. Al llegar al apartado de la descripción del insecto me fijé en el dato de que las larvas son ápodas (carecen de patas). Al terminar, se lo envié por correo electrónico a mis compañeros de Agricultura, quienes me respondieron al poco rato, demostrando también bastante sorpresa y asombro, ya que me comentaron que habían tenido algunas falsas alarmas en relación a la presencia de este insecto en una zona tan fría como La Rioja, por lo que me recomendaron que me asegurase bien.

Entonces volví a abrir la caja de plástico y me fijé en que las larvas tenían patas. “¡¡¡Leche!!! Entonces no van a ser de Picudo”. Busqué fotografías y datos en internet, hasta que finalmente llegué a la conclusión de que se trata de otro coleóptero de gran tamaño, pero autóctono, el Escarabajo rinoceronte (Oryctes nasicornis), que también presenta un cuerno en la cabeza, aunque no tiene nada que ver con el “pico” de los gorgojos. Este insecto no es ninguna plaga, sino que se alimenta de restos leñosos en descomposición y parece que le gustan mucho las palmeras muertas, ayudando en su reciclaje. Es decir, un claro caso de lo fácil que es pasar de villano a héroe, en el instante en el que vemos clara la realidad.

Lógicamente, avisé, tanto a mis compañeros como al dueño de las palmeras, de que se trata de una falsa alarma y que no es necesario tomar ninguna medida especial.

Resuena en el sombrero: The Standells: “Sometimes Good Guys Don´t Wear White” (L. A., 1966) .

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