martes, septiembre 11, 2007

Comienza la Berrea



Son los momentos previos al amanecer, la claridad empieza a despuntar por el Este, ya se divisa a contraluz el perfil de las oscuras copas y los esbeltos troncos de los pinos, que son atravesados por un viento silbante y cortante, muy fresco ya, a finales del verano.

La cara enrojece, los gestos se ralentizan, pero el instinto despierta. De repente se escucha un ronco sonido en la lejanía, como si el motor de arranque de la vida se hubiese encendido después de mucho tiempo sin funcionar, en esta mañana fría de septiembre. Al poco rato le contesta otro rugido similar ¡Está muy cerca! Intentamos divisar algo entre los pinos pero no se vé nada. Avanzamos sin darnos cuenta, como sonámbulos, de la manera más silenciosa que podemos en la dirección que nos marca el sonido. Resulta que no está tan cerca como nos parecía al principio. Finalmente llegamos al borde del bosque, en un collado donde termina el pinar y comienza el brezal y los pastos. Una nube avanza en el cielo y deja pasar un rayo de luna que ilumina el calvero, junto a unas matas altas algo se mueve... ¡Oh Dios mío! Allí está...el gran venado, uno de los roncos tenores que se encargan de amenizar el alba de aquella hermosa mañana de finales de septiembre, en plena berrea.

Aunque trato de contener la respiración, parece que me ha oído u olido, se queda mirando hacia mí y, de repente, echa su tremenda cornamenta hacia atrás y levanta el morro, abre la boca para dejar escapar de su garganta el ronco bramido por el que proclama sus amores a los cuatro vientos, al terminar una nube de vapor queda flotando en el aire, finalmente, con un majestuoso trotecillo se aleja brioso y ligero para perderse en la espesura del bosque.

La brisa fresca está cargada hoy de efluvios de vida y cantos de amor, pero también arrastra el aire denso y helador de la muerte. La vida late a nuestro alrededor, el monte parece estar en ebullición con los primeros destellos dorados, rojos y naranjas de las hojas en su declive, sí, pero son la señal de que el otoño ya está muy cerca, se aproximan algunas nubes oscuras, hace frío y hay un tono triste en la luz que lo impregna todo. En las sombras el cazador acecha y trae la muerte necesaria para que siga la vida. Son, otra vez, las dos caras de la moneda, la vida, la muerte, el amor, la pugna, la lucha por la supervivencia.

En esta época, los habitualmente invisibles y tímidos ciervos se tornan bravos y osados, se concentran en determinadas zonas al entrar en celo, tras haberse mojado el lomo con las primeras lluvias de septiembre. Los machos braman para atraer a su territorio al mayor número posible de hembras y luchan incesantemente para mantener el harén unido y defenderlo del asedio de otros machos competidores. Tanto es así, que apenas tienen tiempo de comer nada, en pocas semanas pierden un tercio de su peso, pero el esfuerzo merece la pena, ya que se trata de transmitir los genes a la siguiente generación.

La berrea constituye una ocasión única para comprobar la cuantía y salud de las poblaciones de ciervo y para extraer, mediante la caza a rececho, a los machos más maduros (trofeos), así como a los animales enfermos o malformados y a las hembras viejas (caza selectiva).

En la foto: Cazadores en las Highlands escocesas, donde el suelo ácido del brezal, pobre en minerales (calcio y fósforo), dá para poco más que los huesos, aquí los ciervos no se pueden permitir el lujo de fabricar grandes cornamentas. En silencio, con el máximo respeto, transportan a caballo al rey del páramo muerto, llevan a casa la poca carne que han conseguido extraer del frío e inhóspito brezal.

La caza no sólo es cosa de cuernos y sobre su estética, no sé, cada uno tiene sus propios gustos, juzgar por vosotros mismos.




Resuena en el sombrero: Berrea del ciervo en la Sierra de Cameros (Nieva (La Rioja), 2007).

Por último recordar también que hoy es 11-S.

8 comentarios:

frikosal dijo...

El año pasado pude perseguirlos (en vano) todo un día, tratando de cazarlos con el teleobjetivo. Al amanecer vimos uno muy lejos, tratamos de alcanzarle con el viento de cara dando un gran rodeo pero fallamos.

Por la tarde, levantamos uno que estaba muy cerca, pero la cámara no estaba a punto (no esta pensada para transportarla al hombro mucho tiempo con el pesado teleobjetivo montado, hay que llevarla en una bolsa). Ya casi anocheciendo pudimos hacer unas fotos, pero estaban lejos y en penumbra, hubiera hecho falta un buen equipo para sacar fotos decentes.

Todo ello sin hacer daño a ningun animal, ni poner en peligro a los ubicuos buscadores de setas.

Si que tengo alguna foto pasable de un gamo berreando al amanecer.

http://frikosal.blogspot.com/2006/11/amanecer-en-vano.html

Paco Becerro dijo...

El sonido es una maravilla...

La caza, por muy selectiva que sea... Sé que es un tema espinoso, pero, chico, yo no lo veo.

Que berreen, que los cacen otros depredadores, sin armas...de fuego.

Nosotras mismas dijo...

Preciosos animales, aunque también entiendo la cultura de la caza.

Saludos.

Mad Hatter dijo...

Gracias "Frikosal", "Futblo" y "chica de Barcelona con tacones". El tema es ciertamente espinoso y conflictivo, pero es que a mí me va la marcha y soy de los que "si no quieres taza, toma taza y media" (je, je).
Menos mal que hay una mujer que se atreve a comentar que entiende la cultura de la caza, bienvenida y bonitos tacones, aunque para ir a cazar o a pasear por el campo te recomiendo que no te los pongas.
Saludos.

Le Mosquito dijo...

Viviendo en pueblo de cazadores, y sin gustar de la caza, entiendo, hasta cierto punto (el punto que mi información me permite) que existen distintos tipos de cazadores. Se me ocurren ahora estos:
- El que mata por matar. Sí. Aquel que mata buscando placer; buscando paliar problemas propios, relajarse. Tras la actividad de este tipo se encuentran, quizás, una miriada de frustraciones que no sabe o no quiere afrontar.

- Como el primero, mata por matar; pero además apunta y dispara a todo aquello que se mueve, violando conscientemente toda época y normativa. La violación de la normativa forma parte del atractivo de la actividad.

- El que respeta normas. Caza "lo que sobra" y para contribuír a la regulación del ecosistema. No es que me guste este tipo, pero como a mi sí me gusta respetar las normas (sin dejarlas de cuestionar) entiendo y respeto su papel.

- El furtivo que caza para comer: Su abuelo cazó, y también su padre. Sólo caza aquello que va a comer. No es conocedor, las más de las veces, de las especies protegidas, y, generalmente, tampoco supone un peligro para el ecosistema. Él, en su tradición, forma parte del ecosistema.

Mad Hatter dijo...

Gracias por tu realista aportación "Mosquito", yo añadiría un tipo más: Las mafias de delincuentes furtivos, que no cazan para comer, sino para comerciar ilegalmente con trofeos y partes diversas de animales que se utilizan en perfumería, farmacia, adornos, etc.
Éstos son sin duda los más peligrosos ya que son criminales armados que en ocasiones no dudan en liarse a tiros con la Guardia Civil cuando son descubiertos.
Pero insisto en que no deberían denominarse "cazadores" a los "escopeteros" o "delincuentes" que eventualmente se dedican a matar o disparar contra animales, ya que no me parece justo meter a todos en el mismo saco.

Le Mosquito dijo...

No recordaba ese nombrecito: "escopeteros". Sí, creo que están bien definidos.
Yo no paso de pescar lanzado pesado, en playa, y recojo la caña una vez que tengo un par de peces (tamaño legal) para mi mujer y para mi.
Gracias a ti.

Mad Hatter dijo...

Menos mal que no pescas a "mosca", perdona la broma, pero es que me lo has puesto a huevo (je, je).