Muchas veces pensamos que en tiempos de la “Transición” o incluso en la época de Azaña, los políticos tenían una calidad intelectual, dialéctica y moral superior a la de los actuales.
Sí, ya sé que quizás no llevamos tantos años de democracia como para hacer ese tipo de comparaciones, pero escuchen lo que dijo el sabio Thoreau en los albores de la primera democracia moderna del mundo, ni más ni menos que en 1850:
“La política es, por así decirlo, la molleja de la sociedad, está llena de arena y grava y los dos partidos políticos son sus dos mitades enfrentadas. A veces se dividen en cuatro y entonces se restriegan unas contra otras. No sólo los individuos sino también los Estados han confirmado de este modo su falta de buena digestión, lo cual se manifiesta por una inusitada sonoridad que podéis imaginar. Nuestra vida no es sólo un olvidar, sino también, en gran medida, un recordar aquello de lo que nunca debimos ser conscientes, al menos no en nuestras horas de vigilia. ¿Por qué no nos reunimos alguna vez, no como dispépticos, para contarnos nuestros malos sueños, sino como eupépticos, para congratularnos mutuamente por el glorioso amanecer de cada día? No pido nada excesivo, os lo aseguro”.
Extraído de “Una vida sin principios”.- Henry David Thoreau (Concord (Massachusetts), 1850).
¿Verdad que suena extraordinaria e increíblemente actual? Quizás se pueda aplicar aquello de que “mal de muchos consuelo de tontos”, pero al menos alivia saber que la preponderancia de las vísceras en la política no es algo nuevo ni exclusivo de los países latinos.
Resuena en el sombrero: “Not proud of the USA”.- The Mice (Cleveland (Ohio), 1986).
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