El biólogo inglés, neodarwinista, comunista y ateo, J.B.S. Haldane (1892-1964), al ser preguntado, en cierta ocasión, por un teólogo sobre lo que podría deducirse de Dios a través del estudio de las formas de vida, exclamó: “Una desmedida afición por los escarabajos”.
Indudablemente, en cuanto a biodiversidad se refiere, la mayoría de las especies que habitan nuestro planeta son insectos, y dentro de este grupo, la mayor diversidad de especies corresponde a la del orden de los coleópteros, vulgar y genéricamente conocidos como escarabajos.
Ciertamente, los coleópteros pueden encontrarse en la mayoría de los ecosistemas terrestres y dulceacuícolas, y algunos de ellos se han especializado en la explotación de nichos ecológicos que a primera vista podrían resultar tan duros e inhóspitos como la madera, tanto la del interior de los árboles, ya sea vivos o muertos, como la que se encuentra ya procesada e incluso formando parte de objetos fabricados por el hombre.
Una de estas familias especializadas en la xilofagia es la de los llamados escarabajos longicornios o capricornios (Cerambycidae), que pasan la mayor parte de sus vidas en forma de robustas larvas blanquecinas que horadan agujeros en el interior de la madera, de forma que algunas especies resultan dañinas para numerosas especies de plantas leñosas de interés agrícola, forestal y ornamental.
Dentro de la amplia familia de los cerambícidos, hay una subfamilia, Lamiinae, que agrupa a algunos géneros que están resultando especialmente problemáticos, tales como:
Anoplophora, cuyas especies A. glabripennis y A. chinensis, producen daños en las choperas, jardines y bonsáis de las zonas de Asia de donde proceden, y están causando problemas al haber alcanzado Norteamérica y Europa (Decisión 2008/840/CE de la Comisión, de 7 de noviembre de 2008), donde resultan muy dañinas para diversas especies de frondosas autóctonas y cultivadas como: álamos y chopos (Populus), sauces (Salix), arces (Acer), manzanos (Malus), perales (Pyrus), cerezos (Prunus), alisos (Alnus), abedules (Betula), carpes (Carpinus), hayas (Fagus), fresnos (Fraxinus), plátanos (Platanus), castaños de indias (Aesculus) y falsas acacias (Robinia y Sophora), entre otras.
Monochamus, por ser el agente vector que transporta en su cuerpo al peligroso nematodo de la madera del pino (Bursaphelenchus xylophilus), originario de Norteamérica y que está causando estragos en las masas de coníferas de Asia, habiendo alcanzado ya Europa en Portugal (1999) y Extremadura (2008), obligando a exhaustivas y caras medidas de control (Decisión 2006/133/CE de la Comisión, de 13 de febrero de 2006) que incluyen la corta y trituración o quema de miles de pinos (los que se encuentren en un radio de 3 km alrededor de cada foco).
Saperda, algunas especies (S. carcharias y S. populnea) atacan los plantones de clones híbridos de chopos (Populus x euramericana) productores de madera en las choperas cultivadas.
También fundamentalmente en chopos, álamos, sauces y abedules, vive la especie autóctona cuyo género da nombre a esta subfamilia, Lamia textor, si bien resulta un insecto escaso al desarrollarse principalmente sobre la madera muerta de árboles viejos en pie, por lo que se encuentra protegido en algunos países europeos.
Acanthocinus: Género especializado en el reciclado de la madera muerta de coníferas, lo cual viene bien para eliminar los tocones y las ramas caídas, pero obliga a que la época de cortas evite la primavera y el verano, estaciones durante las cuales vuelan y ponen los huevos los adultos de éstos y de otros coleópteros xilófagos, como los escolítidos (géneros Ips y Tomicus), cuya excesiva proliferación puede resultar dañina para árboles sanos.
Los huevos y larvas de los cerambícidos son parasitados por pequeñas avispillas (himenópteros de las familias Ichneumonidae y Eulophidae, entre otras) que resultan fundamentales para la salud y el equilibrio de los ecosistemas forestales.
En la primera foto: Hembra adulta de Anoplophora chinensis, reconocible (con respecto a otras especies autóctonas) por sus tonos azulados, y por tener las antenas más cortas y el cuerpo más robusto que los machos de su misma especie.
En la segunda foto: Himenóptero eulófido del género Aprostocetus que parasita los huevos y larvas de los amenazantes Anoplophora.
En los dibujos (extraídos de “Fauna Ibérica (Vol. 12) Coleoptera: Cerambycidae”): Esquema de las partes de una larva de cerambícido. Debajo (F): detalle de la cápsula cefálica (en su vistas dorsal y ventral) de una larva perteneciente a la subfamilia Lamiinae, que se caracteriza por su forma, más larga que ancha.
2 comentarios:
Y a mi que me encantan los escarabajos...
Al menos fotografiarlos...
Muy bien "Futuro Beetle", y recuerda que a los escarabajos les gusta la hierba...
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