La primavera avanza y del húmedo suelo, ya algo calentado por el sol, surgen por doquier extrañas estructuras vegetales cuya finalidad no es otra que la reproducción.
El afán egoísta de los genes por perpetuarse en las siguientes generaciones es la poderosa fuerza que empuja a estos turgentes mástiles a emerger enhiestos del suelo, para desplegar en su extremo superior extrañas y estrambóticas mitras, en cuyo interior se gesta el germen de la vida.
Se trata de hongos ascomicetos del orden Pezizales, entre los que tenemos varias familias (ver 5º esquema) como las Colmenillas (Morchella), de las que existen diversos tipos o secciones, las hay “rubias”, “morenas” y “grises”. Entre las “morenas” colonizadoras tenemos la Morchella importuna de la 1ª foto, capaz de fructificar entre la tierra removida y las piedras del talud de un camino, muy cerca del césped en el que salieron la primera vez que la vi (ver enlace anterior), pero no en el mismo sitio, porque el nombre de “importuna” podría significar más bien “desconcertante”, ya que este tipo de colmenillas de forma de vida saprófita oportunista, suelen salir sólo una vez en el mismo sitio, diseminan sus esporas y Dios dirá dónde y cuándo vuelven a fructificar.
Actualmente, parece que no se han encontrado diferencias genéticas suficientes como para separar el género Mitrophora del Morchella, por lo que el primero ha sido considerado como una sección del segundo.
El género Gyromitra tiene aspecto de nuez o cerebro, como la Gyromitra esculenta que aparece en la 2ª foto, abriéndose paso entre las acículas y ramitas muertas del suelo de un pinar.
El género Verpa se caracteriza por asemejarse a un dedal boca abajo sujeto por un pie que puede ser más o menos largo, en la 3ª foto tenemos un ejemplar de Verpa digitaliformis emergiendo junto a una plántula recién germinada de Cerezo (Prunus avium), cerca del borde de un arroyo.
Por último, tenemos el género Helvella, con sus extraños sombreros en forma de copa, silla de montar o simplemente deformes, sobre un pie que puede presentar surcos y cavidades, tal y como sucede en los ejemplares de Helvella crispa de la 4ª foto.
No se recomienda el consumo de ninguno de estos hongos, ya que son venenosos en crudo y más o menos tóxicos aunque se cocinen. Incluso las Colmenillas (Morchella), que tradicionalmente se han considerado buenos comestibles, se ha comprobado que, aún conservándolas secas o congeladas durante más de seis meses y tras cocinarlas bien, puede no ser suficiente para eliminar las sustancias responsables del denominado “síndrome cerebeloso”, que produce mareos y pérdida del equilibrio.
La fructificación de muchos de estos hongos coincide con la emisión de los tallos fértiles (esporofitos) de las Colas de caballo o Equisetos (Equisetum), unas plantas muy arcaicas, que tuvieron su apogeo en la Era primaria o Paleozoico, cuando tenían porte arbóreo y formaban extensos bosques, mientras que ahora son unas humildes hierbas que sobreviven en los bordes húmedos de cunetas, arroyos, lagunas y pantanos. Existen numerosas especies, una de las más llamativas, cuyos esporofitos nos recuerdan las mitras de las Colmenillas, es el Equisetum arvense de la 6ª foto. Su ciclo reproductivo se muestra en el último esquema.
Todas las fotos (que no los esquemas) tomadas en La Rioja by Mad Hatter.
Resuena en el sombrero: “Shapes of Things”.- The Yardbirds (London (UK), 1966).
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