A menudo, el matorral, sobretodo si es espinoso, es despreciado y minusvalorado, mientras que el paisaje ideal para la mayoría de la gente es un bosque abierto o adehesado, compuesto por grandes árboles maduros y con el suelo cubierto por un fino césped, lo cual sin duda constituye un ecosistema de gran valor y altamente productivo (leña, madera, corcho, miel, frutos y pastos con los que se alimenta una cabaña ganadera que genera productos de alta calidad).
Sin embargo, el matorral o los arbustos, con frecuencia son calificados como “maleza” y, por el contrario, está formado por especies en su mayor parte improductivas o de las que se obtienen pocos productos y, además, su presencia supone un incremento en el riesgo de incendios.
Debido a ello, los desbroces o eliminación del matorral son unas de las labores forestales más comunes en nuestros montes. Si bien, probablemente, nunca seremos capaces de desbrozar lo suficiente como para suplir los antiguos aprovechamientos que realizaban las gentes antiguamente para aprovisionarse de leña y apacentar a sus ganados en los montes.
No obstante, conviene recordar que el matorral espinoso brinda una valiosa protección a los retoños (brinzales) de los árboles que germinan junto a este, tal y como puede apreciarse en las cuatro primeras fotos de arriba, donde vemos como el regenerado del Pino laricio (Pinus nigra) prospera bajo la protección que le brindan las aulagas (Genista scorpius), los escaramujos (Rosa canina), los enebros (Juniperus communis) y los espinos (Crataegus monogyna).
Una vez superada la altura crítica (unos 2 m.) que les libra del diente y el roce de los grandes herbívoros, los Pinos laricios, salgareños o cascalbos crecen sin problemas, hasta alcanzar el majestuoso porte catedralicio, con pilares de corteza plateada, que se aprecia en la quinta foto.
Las acículas de este duro y bello pino son muy apetecidas por las orugas de la llamada Procesionaria (Thaumetopoea pityocampa), que suelen nacer por estas fechas de las puestas de huevos que colocaron cuidadosamente las mariposas hembra, formando unos característicos canutillos dorados que no son otra cosa que los huevos dispuestos en espiral alrededor de un par de acículas, finalmente recubiertos por las escamas doradas de su abdomen.
Nada más nacer (ver sexta foto), las diminutas orugas empiezan a roer las acículas de las que se alimentan, dejando en el extremo de los brotes de los pinos unos característicos mechones de color pajizo. Más adelante, a medida que crecen y van mudando la piel (hasta 5 veces desde septiembre hasta marzo), los daños van siendo mayores y las colonias de orugas fabrican unos bolsones de seda blanca que les sirven de refugio donde pasar las frías noches invernales. De manera que, en unos pocos meses, pueden llegar a defoliar completamente los pinos (ver séptima foto), si bien esto no suele producirles la muerte, sino que la inmensa mayoría de los árboles rebrotarán sin problemas a la primavera siguiente.
Conviene recordar que la Procesionaria es un insecto autóctono, con el que nuestras especies de pinos llevan conviviendo millones de años, por lo que hay todo un ejército de seres vivos (principalmente otros insectos, aves y hongos) que se alimentan fundamentalmente de este lepidóptero, en sus distintas fases de desarrollo (huevo, oruga, crisálida y mariposa adulta). En la octava foto podemos ver las crisálidas del taquínido Phryxe caudata (pupa pequeña de color marrón rojizo) y del sírfido Xanthandrus comptus (pupas blanquecinas), en el interior de un bolsón de Procesionaria, ambos dípteros están especializados en la predación de sus urticantes orugas. Mientras que en la novena foto vemos una puesta que ha sido parasitada por el himenóptero calcídido Baryscapus servadeii, una diminuta avispita de menos de 1 mm de longitud, cuyas larvas se desarrollan dentro de los huevos de la Procesionaria, dejando esos pequeños orificios circulares al salir.
Otros habitantes comunes en nuestros pinares y que, al alimentarse de piñones, también producen ciertos daños, son la Ardilla roja (décima foto) y el Piquituerto, que, sin embargo, al tratarse de animales superiores vertebrados, vistosos y coloridos, caen mucho más simpáticos a la gente que los insectos ¡Es natural!
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