No deja de ser curioso como, en ocasiones, pequeños actos que nos parecen nimios, aunque se salgan de nuestro trabajo habitual, resultan ser los más valorados, mientras que un gran esfuerzo en nuestras tareas propias pasa con frecuencia desapercibido. Supongo que es debido a que el primer caso se considera algo extraordinario, que no estamos obligados a hacer pero que sin embargo hacemos por iniciativa propia, mientras que en el segundo, como se supone que es lo que tenemos que hacer, resulta menos valorado.
No deja de tener su lógica, pero deberíamos ser más proclives a agradecer a los demás todos los trabajos bien hechos, pararnos un momento para dar una palabra de ánimo, en lugar de dar tantas cosas por supuestas y pensar que son gestos innecesarios.
No debemos subestimar el enorme poder de la palabra, que muchas veces no es lo que se dice, sino más bien cómo y cuándo se dice, e incluso lo que no se dice, ya que el silencio y el saber escuchar también tienen gran importancia.
Un buen ejemplo de esto se refleja muy bien en la fábula de “La Rana Sorda”:
“Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un hoyo profundo. Todas las demás ranas se reunieron alrededor del hoyo. Cuando vieron cuan hondo era el hoyo, le dijeron a las dos ranas en el fondo que para efectos prácticos, se debían dar por muertas. Las dos ranas no hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar fuera del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras seguían insistiendo que sus esfuerzos serían inútiles. Finalmente, una de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió. Ella se desplomó y murió. La otra rana continuó saltando tan fuerte como le era posible. Una vez más, la multitud de ranas le gritaba y le hacían señas para que dejara de sufrir y que simplemente se dispusiera a morir, ya que no tenía caso seguir luchando. Pero la rana saltó cada vez con más fuerzas hasta que finalmente logró salir del hoyo. Cuando salió, las otras ranas le dijeron:"nos da gusto que hayas logrado salir, a pesar de lo que te gritábamos". La rana les explicó que era sorda, y que pensó que las demás la estaban animando a esforzarse más y salir del hoyo”.
MORALEJA: 1. La palabra tiene poder de vida y muerte. Una palabra de aliento a alguien que se siente desanimado puede ayudar a levantarlo y finalizar el día. 2. Una palabra destructiva dicha a alguien que se encuentre desanimado puede ser lo que lo acabe por destruir. Tengamos cuidado con lo que decimos. 3. Una persona especial es la que se da tiempo para animar a otros.
Resuena en el sombrero: “Shake!”.- Otis Redding & Eric Burdon (London (UK), 1966). Si esto no te levanta el ánimo es que estás muerto.
La caricatura de arriba corresponde a aquella rana que cantaba y bailaba “One froggy Evening” ¿Recordáis aquella entrada?
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