viernes, mayo 24, 2013

CUANDO EL ROCK AND ROLL DEJÓ DE SER UN BAILE


El Rock and Roll fue, desde sus inicios, una música concebida esencialmente para bailar. En el crisol de culturas que es EEUU se mezclaron el Blues cantado por los descendientes de los esclavos negros, el lado más animado del country (Hill Billy) e influencias europeas como la Polka y la canción italiana, si a todo ello le sumamos la chispa de la guitarra eléctrica de Les Paul, con una potente base rítmica de bajo y batería, ya tenemos montado el estilo que revolucionó la música del siglo XX y que sigue muy vivo en lo que llevamos del XXI.

Así surgieron artistas como Chuk Berry, Bill Halley, Carl Perkins y el rey Elvis Presley, quien se caracterizó, entre otras cosas, por su extraordinario movimiento de cadera, que le llevó a ganarse el apodo de “Elvis Pelvis”.

Casi al mismo tiempo (si no antes) surgieron artistas más interesados en las posibilidades sonoras y musicales que ofrecían las guitarras eléctricas y los amplificadores, empezó a desarrollarse toda una tecnología asociada, fundamentada en palancas, pedales y botones que conseguían curiosos efectos sonoros, tales como reverberaciones, ecos, distorsiones y ruidos varios. Entre estos artistas tenemos a Link Wray, The Ventures o Dick Dale, precursores de lo que, años más tarde, acabaría derivando en lo que se llamó música Surf, ya que avocaba las trepidantes sensaciones, ritmos y vibraciones que sentían quienes se lanzaban al mar subidos en sus tablas en busca de la ola perfecta. En este estilo, el rock más vibrante y guitarrero se combina con ritmos exóticos procedentes de Oriente Medio para formar un irresistible cocktail.

Cuando el recién nacido rock cruzó el Atlántico y arribó a las costas de las Islas Británicas surgieron, a principios de los 60, grupos que se convertirían en auténticos pilares del estilo como son The Beatles y The Rolling Stones. Particularmente los primeros, empezaron a experimentar con teclados, mezclas y grabaciones, en búsqueda de un sonido sofisticado que tratase de emular la magia y las extrañas experiencias sensoriales producidas por efecto de las drogas, que también estimulaban su inspiración creadora, fue lo que se llamó Psicodelia.

Sin duda influenciados por los Beatles y otros grupos como The Velvet Underground, que trataban de profundizar en la vertiente más artística, poética, transgresora e intelectual del rock, algunos jóvenes alemanes que, tras la Segunda Guerra Mundial, sentían que su cultura había sido sustituida por la norteamericana, trataron de desarrollar un estilo propio denominado Krautrock, basado en la exploración de las posibilidades que ofrecía el gran desarrollo tecnológico que se estaba produciendo a mediados de los 70, con los sintetizadores, cajas de ritmos y secuenciadores. Así surgieron grupos como Kraftwerk y Tangerine Dream.

En el extremo opuesto, de vuelta al continente americano, la influencia de los Beatles se mezcló con el Folk para expresar el ansia de cambios, la rebeldía, la rabia y la frustración que bullían en una juventud profundamente defraudada por un sistema político que les estaba conduciendo a un capitalismo exacerbado y a la muerte en lejanos campos de batalla como Corea y Vietnam. De modo que, en este caso armados con instrumentos primitivos y sin ninguna sofisticación tecnológica, tales como guitarras, banjos, mandolinas y armónicas, surgieron trovadores libres y rebeldes como Bob Dylan o The Byrds.

Sí, sí, todo esto está muy bien pero… ¿Que fue del baile? Pues de manera paralela a todo este desarrollo poético-filosófico-intelectual del rock, la llamada “British Invasion” produjo, en el lado más eléctrico de una juventud norteamericana que tenía muchas ganas de divertirse, toda la explosión de grupos de Garage, a mediados de los 60. Mientras que numerosos artistas de raza negra desarrollaron un estilo con una mayor carga de ritmo, visceralidad y pasión, me estoy refiriendo al Soul, uno de cuyos principales padrinos fue el gran James Brown, a quien, a finales de los 60, se le ocurrió la brillante idea de pasar del “upbeat” al “downbeat” para crear el Funk. El enorme desarrollo que tuvo la música Funky a principios de los 70, produjo que todo el mundo se lanzase en masa a las pistas de baile de las discotecas donde se acuñó el término de música “disco”.

Y, hete aquí, que, en las populosas ciudades industriales de Detroit y Chicago es donde, a principios de los 80, se cierra el círculo cuando los ritmos afro del funk, el disco y el free jazz, se combinan con el arsenal tecnológico del krautrock alemán para crear nuevos estilos denominados “Techno” y “House”, que resultaron ideales para ambientar la cultura de clubs y discotecas de las ciudades del mundo occidental.

Al mismo tiempo, en Inglaterra, la influencia de Kraftwerk se combinó con el pop de la “new wave” y los nuevos románticos para dar lugar al llamado “Tecno-pop” con grupos como Depeche Mode, Human League, Heaven 17, etc.

A finales de los 70 tuvo lugar la revolución punk, que evolucionó en los 80 hacia un “afterpunk” de tintes oscuros, siniestros o góticos, el cual también fue adquiriendo una progresiva sofisticación tecnológica que ya empezó a vislumbrarse con las cajas de ritmos de Sisters of Mercy o de New Order (herederos de Joy Division), unos sonidos que fueron convergiendo hacia la música electrónica con el “Dark Ambiet” y el “Goth Industrial”. Una vez más, se aprecia ese destino inexorable que conduce a numerosos estilos desde los bares, pubs y pequeños garitos o salas hasta las macrodiscotecas y las naves industriales.

O sea que, por mucho que nos empeñemos, el rock está avocado a ser fundamentalmente una música de baile, … Eso sí, personalmente, me quedo con el garage hecho en pequeños garitos donde pasan cosas como esta.

Resuena en el sombrero: “Theme from the Vindicators”.- The Fleshtones (New York, 1980).

Foto: Cliff Richard bailando rock´n´roll en 1958.

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