Cuando Machín se murió y subió al cielo, Dios le tomó con suavidad sus maracas, le miró a los ojos y le dijo: “Dámelas Antonio, que las convertiré en angelitos negros”. Machín miró al Creador dibujando en su rostro una amplia sonrisa de agradecimiento y complacencia, mientras se adentraba, lleno de paz y serenidad, en las luminosas brumas celestiales.
Las maracas de Machín, convertidas en angelitos negros, descendieron a la Tierra con la misión de dar alegría y esperanza a los seres humanos, pero, por alguna extraña razón, estos pícaros angelitos morenos se fijaron de manera claramente desproporcionada en los individuos del género femenino y desarrollaron un inusual y excesivo gusto por los dulces, especialmente por el chocolate y las chuches de fresa, hasta el punto que llegaban a embriagarse a base de Bonys y palotes de fresa, entonces se ponían “idem”, y se dedicaban a levantar las faldas de las muchachas, aprovechando su invisibilidad.
El buen Dios, que todo lo ve, al darse cuenta del comportamiento inapropiado de los nuevos angelitos de color, descolgó el teléfono rojo de las emergencias y les advirtió que se comportasen de una manera más angelical o se vería obligado a tomar medidas drásticas. Pero los angelitos negros eran incorregibles, trataron de enderezarse, pero en cuanto se cruzaba en su camino una niña comiendo un palote de fresa, volvían a las andadas ¡No lo podían evitar!
Repentinamente, el cielo se oscureció y se cubrió con un oscuro nubarrón sobre las cabezas de los angelitos negros, retumbó el estruendo de un poderoso trueno y un rayo abrió un agujero humeante en el suelo, junto a ellos. Entonces se escuchó una profunda voz que dijo: “Si no sois capaces de ser ángeles del cielo, os sepultaré bajo tierra, que bastante tuve ya con un Ángel caído” Inmediatamente, los ángeles se convirtieron en una especie de trufas negruzcas que cayeron por el agujero humeante, el cual, casi al instante, fue sellado con tierra.
El otro día, en un remoto paraje serrano cubierto por rebollar (Quercus pyrenaica), la perra trufera que mencioné en la entrada anterior detectó y desenterró unos extraños Elaphomyces (en la primera foto), muy negros y con un curioso aroma a palotes de fresa, que han resultado ser de la especie E. anthracinus.
Resuena en el sombrero: “Angelitos Negros”.- Antonio Machín (Sevilla (España), 1947). Y “Telephone”.- Black Angels (Austin (Texas), 2012, en la tercera foto).
Texto y 1ª foto by Mad Hatter. Pintura: “Angels of the Lord” de Hulis Mavruk.
¡Feliz Semana Santa!
No hay comentarios:
Publicar un comentario