miércoles, marzo 23, 2011

EL QUE AVISA NO ES TRAIDOR



¿Os acordáis de Knut? Aquel osito polar que rechazó su madre, en el zoo de Berlín, por lo que tuvo que ser criado por los cuidadores del zoo, tras no pocas polémicas, debido a que una sociedad protectora de animales opinaba que había que sacrificarlo al no poderse adaptar nunca a su medio natural?

Pues resulta que, cuatro años después, Knut ha aparecido ahogado en su piscina del zoo de Berlín, debido a una lesión cerebral, y la pregunta que surge es ¿Detectó la madre osa algún síntoma que le indicase que su cachorro recién nacido padecía una lesión cerebral que le impulsó a rechazarlo por encima del poderoso instinto maternal?

Los seres humanos somos bastante aficionados a jugar a ser Dios, una vez que hemos tomado una decisión que nos parece la correcta, nos empeñamos en ponerla en práctica, haciendo gala de loables virtudes como son el tesón, el ahínco y la perseverancia. Sin embargo, a veces la Naturaleza nos suele dar sutiles avisos de que estamos equivocados o de que, al menos, existen mejores opciones de la que hemos elegido.

Pondré un ejemplo en el sector forestal, que es el que mejor conozco: A veces, por sencillez, comodidad y economía, nos empeñamos en realizar plantaciones monoespecíficas de árboles sobre extensas superficies en las que siempre existe cierta heterogeneidad, ya que, dependiendo de las zonas, puede haber afloramientos rocosos, zonas encharcadizas, vetas calizas, yesíferas o salinas en el suelo, collados venteados o incluso corrientes subterráneas que crean distorsiones electromagnéticas que impiden o dificultan el arraigo y el crecimiento de determinadas especies vegetales. Ciertamente, en ocasiones, estos factores limitantes o condicionantes son muy difíciles de ver y aún más difícil es predecir cuáles van a ser sus consecuencias, por lo que lo más frecuente es que, al cabo de unos años, aparezcan enfermedades o plagas a las que les echamos la culpa del problema, frente al que la respuesta más habitual suele ser buscar en la química un remedio que cure o elimine el problema de raíz, lo antes posible, y para ello no dudamos en realizar esfuerzos en forma de tiempo y dinero que, en la mayoría de las ocasiones, acaban resultando inútiles. Sin embargo, no acostumbramos a caer en la cuenta de que esas patologías suelen ser los síntomas o la forma que tiene la Naturaleza de hacernos ver lo poco naturales que son las actuaciones que pretendemos, al menos en determinadas zonas concretas.

Una enfermedad bastante grave y frecuente en gran parte del mundo (afortunadamente en España es bastante rara) es la pudrición de las raíces de las coníferas producida por el hongo basidiomiceto Heterobasidion annosum, que ataca especialmente los árboles que viven en suelos con PH alto (alcalinos y frecuentemente ricos en calcio), suelos en los que muchas coníferas tienen problemas para desarrollarse de manera óptima, mientras que suelen ser zonas con una alta productividad de pastos (plantas herbáceas, principalmente gramíneas y leguminosas). Indudablemente, para el propietario de una homogénea y densa plantación productora de madera supone un problema que se formen algunos claros sin arbolado, pero lo cierto es que un paisaje de bosque más o menos abierto, según las zonas, y con algunos claros de distintos tamaños y perímetros irregulares resulta mucho más natural, diverso, productivo y adecuado para un mayor número de especies de flora y fauna que pueden habitar en él.

En un entorno más conocido y mediterráneo, algo parecido podría interpretarse de los periódicos ataques que sufren muchas repoblaciones de pinos producidos por las orugas de procesionaria (Thaumetopoea pityocampa), las cuales, por estas fechas, realizan las características procesiones que le dan nombre, para descender de los árboles y enterrarse en el suelo, donde se transforman en crisálidas.

El problema surge cuando, debido a la globalización de la economía y al comercio internacional, organismos exóticos patógenos se ponen en contacto con huéspedes susceptibles que evolutivamente no están preparados para convivir con los nuevos organismos nocivos.

Pero, en términos generales, no pasa nada porque, en ese lugar concreto, finalmente crezca un cardo en lugar del pino pretendido. Si bien, comprendo que en una plantación de melocotones o en un maizal no haya cabida para la existencia de claros “naturales”, debidos a plagas o enfermedades, y se tenga que recurrir a la lucha directa, para la que, afortunadamente, cada vez existen más alternativas y soluciones biológicas o más naturales que los pesticidas y fungicidas químicos tradicionales.

Ya lo dice el sabio refranero: “El que avisa no es traidor” y “Dios aprieta pero no ahoga”. No queramos jugar tanto a ser Dios, porque no tenemos el mismo tacto, ni el mismo cuidado, y a nosotros se nos suele ir la mano y bien nos pasamos o no llegamos.

Fotos: Knut en su segundo cumpleaños (Berlín, 2009); Claro producido por Heterobasidion annosum (Fotografía tomada por el USDA Forest Service, en Texas).

No hay comentarios: