Los plazos de cuatro años, en los que suelen moverse los políticos, son la causa de que los temas forestales, que suelen funcionar en períodos de tiempo que se miden en siglos o a lo sumo en décadas, suelan pasar desapercibidos para la mayor parte de la población. Por eso y siendo Ingeniero de Montes, me ha parecido oportuno dar a conocer los datos siguientes.
Desde que en 1877 comenzasen a recogerse datos estadísticos sobre las repoblaciones forestales realizadas en España, hasta la actualidad, se han repoblado unos 5 millones de hectáreas, lo que supone el 10% de toda la superficie del Estado y el 18% de la superficie forestal.
El hombre lleva plantando árboles en los montes desde hace relativamente muy poco tiempo, ya que evolutiva e históricamente hablando nuestra especie se ha caracterizado por ser una gran destructora de los bosques y las selvas del planeta. El desarrollo de la agricultura, la ganadería y la industria se ha realizado, en la inmensa mayoría de los casos, a costa de terreno que antaño estuvo cubierto por bosques y selvas.
No os asustéis, no os voy a aburrir con un aluvión de áridos datos históricos sobre cual ha sido la evolución de nuestras masas forestales en los últimos siglos, pero sí quería hacer algunas reflexiones, más desde lo emotivo y lo sociológico que desde lo puramente técnico forestal.
Está demostrado que la decadencia de las sociedades e imperios más poderosos de la historia está relacionada con fenómenos de intensa deforestación y agotamiento de los recursos forestales, siendo los principales y por este orden de importancia: el suelo, el agua y la madera. Actualmente, parece claro que ésta fue la causa principal del declive de las culturas maya, griega y romana.
Conviene recordar que la existencia de suelos fértiles en los que podemos cultivar nuestros alimentos, se debe a que durante muchos millones de años las rocas primigenias han estado cubiertas de vegetación, de la que sus máximos exponentes son los bosques, junto a los procesos erosivos de la lluvia y los ríos que, posteriormente, han ido acumulando capas más profundas de suelo, principalmente en los valles de los ríos y antiguos lagos.
El hombre evolucionó como especie en un paisaje de sabana o bosque abierto, quizás por eso el bosque espeso siempre se ha considerado como un lugar oscuro y tenebroso, refugio de fieras y alimañas, un lugar perfecto para que los enemigos realizasen "emboscadas" y, en general, un lugar salvaje e inhóspito que sólo servía para cazar, recoger leña o aprovisionarse de madera de vez en cuando.
En el caso de España, la aversión atávica hacia los bosques ha sido indudable. Recuerdo que un veterano compañero forestal de la Mancha me comentó que en cierta ocasión, hace ya bastantes años, le propuso a un agricultor de la zona que si no les vendría bien que hubiese algún árbol, al menos en los ribazos o en los bordes de los caminos, aunque sólo fuese para poder sentarse a la sombra y poderse tomar a gusto el bocata y un trago de vino, a lo que el paisano manchego respondió: "¿La tortilla?…¡A la sombra del carro!".
Como contraste, en Europa, conscientes del problema que suponía tener un déficit de productos forestales y un excedente de muchos productos agrícolas, en 1992 se aprobó una importante reforma de la Política Agrícola Comunitaria (PAC) que propició la publicación del Reglamento 2080/92, por el que se estableció un régimen comunitario de ayudas a las medidas forestales en la agricultura, mediante el cual se pagaban los gastos de forestación, las obras complementarias (caminos, cercados, cortafuegos, puntos de agua), unas primas anuales de mantenimiento para realizar los cuidados necesarios durante los cinco primeros años e, incluso, otra prima anual añadida para compensar al agricultor que forestase, de la pérdida de renta que dejaba de obtener del cultivo que previamente ocupaba ese terreno, durante los veinte años posteriores a la plantación de especies forestales.
Este hecho, aparentemente gris y anodino, escondido entre la prolija reglamentación que regula las numerosas ayudas con que cuentan los agricultores europeos, supuso un hito sin precedentes en la Historia de la Humanidad. Por primera vez, el hombre, voluntariamente, cede terreno de la agricultura y pone dinero para crear nuevos bosques o, mejor dicho, para devolver al bosque parte de sus antiguos dominios (de ahí el término habitualmente empleado de "reforestación" o "volver a ser bosque").
A raíz de la publicación de dicho Reglamento 2080/92 y de la normativa que lo desarrolló y posteriormente modificó, en España se han forestado 685.000 hectáreas desde 1994, lo que supone que se han plantado unos 650 millones de árboles. Y el objetivo se mantiene, con la publicación del nuevo Reglamento 1698/2005, el 20 de septiembre de 2005, que establece un nuevo fondo comunitario (FEADER, que sustituye al anterior denominado FEOGA) para la financiación de ésta y otras medidas agrícolas, sociales y medioambientales, que contribuyan y favorezcan el desarrollo rural en Europa.
Además de estas ayudas para la reforestación, lo cierto es que el abandono del campo producido en las últimas décadas está favoreciendo también el avance espontáneo del bosque sobre los antiguos cultivos y prados, lo que, a su vez, está propiciando la expansión de las especies de caza mayor (jabalíes, corzos y ciervos) y de algunos de sus predadores naturales, tales como el lobo (ver entrada del 1 de febrero "Lobos").
Resuena en el sombrero: "A forest".- The Cure (Crawley (UK), 1982): Ver entrada del 25 de marzo "Aquellos Primeros 80".
2 comentarios:
Pues no se si la decadencia de culturas como la maya o romana deban su decadencia directamente a la falta de suelo, agua o madera, yo creía que se debía mas bien a su propia decadencia como seres humanos, en cualquier caso, es muy interesante lo que argumentas aunque no se si hoy influiría mas la falta de recursos naturales como el petroleo en la decadencia de primeras potencias como Europa o USA, antes que el agua o la madera que "parecen" ser recursos menos demandados o sustituibles por otros en el caso de la madera (otra cosa son los árboles y la función que cumplen en la tierra, que es insustituible, claro) o en el caso del agua "parece" que tenemos todavía suficiente acceso a ella.
No lo digo yo, hay estudios históricos que parecen confirmarlo.
La decadencia del Imperio Español se debió en parte también a que se nos acabaron los árboles (principalmente robles) para seguir construyendo y reparando los barcos de nuestra nutrida y poderosa flota naval. Hay un libro muy interesante que lo explica, titulado "Los Bosques Flotantes".
También se dice que las próximas guerras mundiales serán a causa del agua.
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