jueves, noviembre 03, 2016

POLLOS PREHISTÓRICOS






Será mera casualidad, pero el hecho de que anoche, en la sala “Biribay” de Logroño, estuviésemos disfrutando del magnífico concierto de los “MFC Chicken”, y esta mañana, en la plaza de toros de esta misma ciudad, hayan desembarcado los camiones de “Dinosaur Expo”, me ha hecho recordar que las aves son las descencientes directas de los dinosaurios, por eso me pregunto ¿Será posible que los pollos nos conecten con nuestras entrañas más primitivas y ancestrales?

No en vano, los pollos, las gallinas, proceden de las profundas selvas de Asia e Indonesia, y la base de su alimentación suele ser el maiz, el mágico “oro comestible” que cultivaron las primitivas culturas amerindias.

El rito ancestral dio comienzo, al ritmo tribal y sincopado de los tambores, como un caballo que se pone en marcha al galope, al que enseguida se suma el relincho poderoso del saxo, como un dorado cuerno de la abundancia que vierte un fluido vital corrosivo, que se filtra por las grietas del suelo hasta llegar al centro de la Tierra, donde licua y remueve el magma, que fluye entonces hacia arriba, llegando al estrato donde se encontraban los fósiles de lo huesos de pollo que se comió Little Richard. Ese magma líquido se convirtió en la sangre que devolvió a la vida a esos pollos, que saltaron a la superficie del planeta, bailando frenéticamente al son de los “MFC Chicken”.

El saxo, con su silueta sinuosa, su sonido cálido y aterciopelado, nos seduce recordándonos sutilmente que la “a” de su nombre podría convertirse en una “e”, en el momento más inesperado. Su vibración telúrica nos sacude las entrañas, es como el “intestino del alma”, el cordón umbilical que nos conecta con nuestro lado animal y salvaje.

Este primitivo ritual es celebrado por unos maestros de ceremonias jóvenes, pálidos y enjutos, que mezclan la elegancia y sobriedad del detective inglés Sherlock Holmes, con la cercanía e informal uniformidad de los camareros de alguna cadena de comida rápida. Por el día se dedican a diseccionar con precisión nuestras entrañas, a la búsqueda de las pruebas del pecado, mientras que por la noche nos sirven generosas raciones de pollo frito, con patatas asadas, regadas con litros y litros de grandes pintas de cerveza.

El concierto destiló una gran calidad y profesionalidad, no exenta de su dosis de locura e improvisación, incluyendo coreografías sincronizadas, sentadillas y atléticas flexiones sobre el escenario, paseillos y caravanas entre el público, vimos con sorpresa como tres de sus miembros se subieron a la barra del fondo del local, actuando allí de pié durante un buen rato. El saxofonista llegó a tocar tumbado de espaldas sobre el suelo e incluso desplazándose lateralmente en cuclillas, mientras imitaba a la perfección con su instrumento el cacareo de una gallina.

Además de sus temas propios, casi todos con títulos que contienen la palabra “chicken”, interpretaron fabulosas versiones del “Lucille” de Little Richard y el “Psycho” de los Sonics, que consiguieron retrotraernos a los gloriosos tiempos del North West Garage, cuando el rock and roll todavía era un baile.

Todas las fotos by Mad Hatter.

Resuena en el sombrero: “Chichen Baby”.- MFC Chicken (Sala “El Sol” (Madrid), 21 de octubre de 2016).

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