Será mera casualidad, pero el hecho de que anoche, en la sala “Biribay” de Logroño, estuviésemos disfrutando del magnífico concierto de los “MFC Chicken”, y esta mañana, en la plaza de toros de esta misma ciudad, hayan desembarcado los camiones de “Dinosaur Expo”, me ha hecho recordar que las aves son las descencientes directas de los dinosaurios, por eso me pregunto ¿Será posible que los pollos nos conecten con nuestras entrañas más primitivas y ancestrales?
No en vano, los pollos, las gallinas, proceden de las profundas selvas de Asia e Indonesia, y
la base de su alimentación suele ser el maiz, el mágico “oro
comestible” que cultivaron las primitivas culturas amerindias.
El rito ancestral dio comienzo, al ritmo tribal y sincopado de los tambores, como un
caballo que se pone en marcha al galope, al que enseguida se suma el
relincho poderoso del saxo, como un dorado cuerno de la abundancia
que vierte un fluido vital corrosivo, que se filtra por las grietas
del suelo hasta llegar al centro de la Tierra, donde licua y remueve
el magma, que fluye entonces hacia arriba, llegando al estrato donde
se encontraban los fósiles de lo huesos de pollo que se comió
Little Richard. Ese magma líquido se convirtió en la sangre que
devolvió a la vida a esos pollos, que saltaron a la superficie del
planeta, bailando frenéticamente al son de los “MFC Chicken”.
El saxo, con su silueta sinuosa, su sonido cálido y aterciopelado, nos seduce recordándonos
sutilmente que la “a” de su nombre podría convertirse en una
“e”, en el momento más inesperado. Su vibración telúrica nos
sacude las entrañas, es como el “intestino del alma”, el cordón
umbilical que nos conecta con nuestro lado animal y
salvaje.
Este primitivo ritual es
celebrado por unos maestros de ceremonias jóvenes, pálidos y
enjutos, que mezclan la elegancia y sobriedad del detective inglés
Sherlock Holmes, con la cercanía e informal uniformidad de los
camareros de alguna cadena de comida rápida. Por el día se dedican
a diseccionar con precisión nuestras entrañas, a la búsqueda de
las pruebas del pecado, mientras que por la noche nos sirven generosas
raciones de pollo frito, con patatas asadas, regadas con litros y
litros de grandes pintas de cerveza.
El concierto destiló una
gran calidad y profesionalidad, no exenta de su dosis de locura e
improvisación, incluyendo coreografías sincronizadas, sentadillas y
atléticas flexiones sobre el escenario, paseillos y caravanas entre
el público, vimos con sorpresa como tres de sus miembros se subieron
a la barra del fondo del local, actuando allí de pié durante un
buen rato. El saxofonista llegó a tocar tumbado de espaldas sobre el
suelo e incluso desplazándose lateralmente en cuclillas, mientras
imitaba a la perfección con su instrumento el cacareo de una
gallina.
Además de sus temas propios, casi todos con títulos que contienen la palabra “chicken”,
interpretaron fabulosas versiones del
“Lucille” de Little
Richard y el “Psycho”
de los
Sonics, que consiguieron retrotraernos a los gloriosos tiempos del
North West Garage, cuando el
rock and roll todavía era un baile.
Todas las fotos by Mad
Hatter.
Resuena en el sombrero: “Chichen Baby”.- MFC Chicken (Sala “El Sol” (Madrid), 21 de octubre de 2016).
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