El viento frío y reseco del nordeste tiraba como un demonio de mis sienes y tensaba mis labios haciendo que el cigarro quedara tan firmemente prendido en mi boca como el muñón de una rama en el viejo tronco de un roble.
En el precioso cielo escarlata del crepúsculo, las nubes se arremolinaban presagiando tormenta. Una racha de viento ascendió por el barranco, avivó la punta de mi cigarro y produjo un chorro de chispas que subió al cielo frente a mis ojos. Aquel chisporroteo se transformó en una siniestra estampida de vacas con los ojos rojos, que respiraban fuego y atronaban en el cielo con su poderoso galope.
Entonces, desde las cuatro esquinas del cielo, aparecieron unos jinetes persiguiendo aquel ganado infernal, tratando de rodearlo, pero era inútil, por más que sudaban y se esforzaban, nunca conseguían reunir aquellas vacas del diablo, y el eco de sus gritos y lamentos retumbaba en las paredes rocosas del cañón, mientras, dentro de mi cabeza, escuchaba una voz que me decía: “Si no cambias tu camino, formarás parte de nuestra cuadrilla y cabalgarás eternamente, a través del cielo infinito, detrás de este ganado infernal”.
Cuando la voz calló y el viento se calmó, escupí el cigarro, el último cigarro que he fumado en mi vida.
Resuena en el sombrero: “Ghost Riders in the Sky”.- Johnny Cash (Nashville (Tennessee), 1979). Esta canción, basada en una leyenda vaquera, fue compuesta por Stan Jones en 1948, fue cantada por primera vez en 1949 por Burl Ives, pero no fue conocida por el gran público hasta que Johnny Cash la llevó al número uno de las listas de country en 1979.
En el video del enlace a "Ghost Riders in the Sky", grabado en 1987, puede verse, sentado a la batería, al no menos legendario W.S. Holland, a quien tuve el placer de saludar personalmente en 2007.
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