La combinación de altas temperaturas, debido al calentamiento global, con la contaminación atmosférica, debido al ozono y óxidos de azufre, nitrógeno y carbono, ha producido un debilitamiento de los recubrimientos céreos de la epidermis de los vegetales, así como una mayor concentración de azúcares en la savia elaborada, lo cual ha favorecido una gran proliferación de insectos homópteros chupadores, los conocidos pulgones (áfidos) y cochinillas, así como hemípteros como las chinches.
Seguro que en alguna ocasión, al pasear bajo los árboles de sombra de vuestra ciudad, habéis sentido el pavimento pegajoso bajo las suelas de los zapatos, o cuando estáis sentados tomando algo en una terraza, a la sombra de algún árbol, os ha caído alguna gota de líquido o se os ha posado en la camisa alguna chinche o pulgón alado. Ese líquido pegajoso es la melaza o exceso de almíbar azucarado que expulsan los pulgones que se alimentan de la savia de los árboles y muchas otras plantas.
Afortunadamente, los pulgones y las cochinillas tienen numerosos predadores o enemigos naturales como las conocidas Mariquitas (Coleópteros, Cocinélidos) y las Chrisopas (Neurópteros). Menos conocidas son algunas pequeñas y vistosas moscas (dípteros) de la familia de los sírfidos, que con frecuencia imitan los colores y el aspecto de himenópteros temidos y respetados por su picadura como las avispas y las abejas. Seguro que los habéis visto volando inmóviles como un helicóptero o posados sobre alguna flor libando el néctar. Algunas especies (Syrphus ribesii y Scaeva pyrastri) se alimentan principalmente durante su estado adulto de la melaza que expulsan los áfidos, pero en su estadio larvario se alimentan de los propios pulgones.
Estas diminutas orugas tienen el aspecto de sanguijuelas verdosas que van avanzando por los tallos y hojas de la vegetación, tanteando con su delgada cabeza, cuando tocan un pulgón, lo levantan con sus ganchos (tercera ilustración), absorben sus jugos en un santiamén y tiran el exoesqueleto vacío como si fuese el casco de una botella, antes de capturar al siguiente áfido, y luego otro... y otro... Y así sigue hasta la cifra de 150 al día.
Otras moscas de costumbres terroríficas, aunque útiles, son los Tachínidos del género Gymnosoma (fotos primera y segunda). Con sus tres gruesos botones negros alineados sobre su chaleco rojo, esta mosca realiza cómicos movimientos sobre el suelo y la vegetación del bosque. Sin embargo, a ciertos insectos como las chinches pentatómidas, no les hace mucha gracia su presencia. Este pequeño payaso, con gorro de conejo, les salta encima y, aprovechando el instante en que éstas apartan sus alas instintivamente para recobrar el equilibrio, les pega su huevo sobre la espalda.
De este huevo sale pronto una larva que se introduce rápidamente en el interior del cuero de la chinche, horadando un minúsculo túnel en el que se aloja durante semanas. Para respirar se conecta con una de las tráqueas de la chinche (imagen izquierda del último dibujo). La larva de la mosca pasa todo el invierno dentro del cuerpo de la chinche. No será hasta la primavera siguiente cuando decida evadirse de la misma forma que entró, haciendo una fina hendidura en el cuerpo de la chinche, a través de la que se desliza mediante increíbles contorsiones. Pero lo más sorprendente de todo es que la chinche logra sobrevivir durante unas pocas horas más a esta terrible aventura.
Otras extrañas larvas de dípteros son la del sírfido Volucella pellucens, cuyos orondos y vistosos adultos ya vimos hace poco libando el dulce néctar de la Valeriana. Si bien sus larvas son una especie de babosas con pinchos (imagen central del último dibujo) que viven en el fondo de los nidos subterráneos de las avispas, donde se alimentan de todo tipo de desechos y restos.
Otra larva de sírfido que no se caracteriza por la higiene y pulcritud de sus hábitos alimenticios es la de la “Mosca cernícalo” (Helophilus pendulus), que vive en aguas no muy limpias, donde se pudren detritus vegetales junto a la orina y excrementos que aportan las vacas, dando aún más sabor al caldo. La larva come concienzudamente todo eso, mientras respira bajo el agua con la ayuda de la pajita periscópica que despliega en su parte posterior (imagen derecha del último dibujo).
Fotos by Mad Hatter tomadas en la Sierra de Cameros (mayo-junio de 2010): Tachínido Gymnosoma rotundatum sobre la orquídea saprofita Limodorum abortivum. Dibujos de Pierre Déom, copiados de la revista “El Cárabo” de “Quercus”: Larva de Syrphus ribessi devorando áfidos. Larvas de Gymnosoma sp., Volucella pellucens y Helophilus pendulus.
2 comentarios:
Ay! me pica todo después de leer tu post...jodidos bichos. Besitos, ras, ras, ras
Pero si estas moscas son buenas, Lula, que matan a los bichos malos.
Besos bicho!
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