martes, septiembre 26, 2017

PUEBLO NÓMADA / PUEBLO SEDENTARIO




A menudo se invoca al término “pueblo”, una palabra cuyo significado es un tanto difuso, ambiguo e indeterminado, porque “pueblo” no es lo mismo que el conjunto de la población que habita un determinado territorio. Una cosa es la gente y otra diferente el territorio, si bien es cierto que, desde hace muchos siglos, la relación entre personas y territorios viene implicando no pocos problemas.

Personalmente (no conozco ningún filósofo, pensador, antropólogo ni humanista que apoye esta teoría) he llegado a la conclusión de que, debido a su evolución como especie, el ser humano lleva en sus genes y en su psyche la vida nómada, por lo que no terminamos de adaptarnos correctamente al sedentarismo, si bien es cierto que ese estilo de vida conlleva grandes y atractivas ventajas y ha propiciado un enorme desarrollo científico, técnico y demográfico.

El hecho de que nos estableciéramos sobre un terreno para dedicarnos a cultivar la tierra y pastorear determinadas zonas, implicó tener que empezar a delimitar propiedades, medirlas, cercarlas, ponerles precio y defenderlas. Incluso, desde el punto de vista emocional y psicológico, surgió un fuerte apego a la tierra, pero no en sentido abstracto o espiritual, refiriéndonos a la “Madre Tierra”, sino un apego a nuestro terruño, nuestra finca, nuestro coto, nuestro pueblo, nuestra comarca, nuestra región, nuestro país, que, por supuesto, es muy distinto (siempre mejor), que el de los extranjeros, a quienes se mira con recelo y suspicacia, ya que son posibles invasores, o sea enemigos en potencia.

Los seres humanos nos hemos desarrollado con éxito en el planeta debido, básicamente, a dos capacidades o fuerzas contrapuestas: Por un lado está el espíritu solidario que promueve la colaboración y el trabajo en equipo; y por otra parte está el espíritu de lucha, la exaltación del guerrero que defiende a la tribu, al clan propio, frente a los demás. Es evidente que esta segunda faceta es la más negativa y la que resulta más problemática en la actualidad, y, en mi opinión, resulta obvio que el sedentarismo y el concepto de propiedad privada propician la prevalencia y continuidad de ese ardor guerrero, junto con el individualismo y el materialismo.

Actualmente, es evidente que la inmensa mayoría de las personas vivimos en “núcleos de población”, o sea en pueblos y ciudades, si bien cada vez existe una mayor movilidad, viajamos con frecuencia, ya sea por placer, por trabajo o por necesidad (huída de conflictos o catástrofes, refugiados como los de la foto de arriba), algo que debería acercarnos a nuestros valores humanos más genuinos y primigenios, forjados durante los miles de años de vida nómada, como son: la solidaridad, la colaboración, la generosidad y la hospitalidad, unos valores que propician una cultura en la que el forastero no es visto como una amenaza, ni como un enemigo en potencia, sino como una bienvenida fuente de noticias, de conocimientos y de nuevos genes (al objeto de evitar la consanguinidad y la decadencia genética). Pero, paradójicamente, resulta que no, que es todo lo contrario, les echamos la culpa de todos nuestros problemas a los inmigrantes, a los refugiados, a los turistas, a esos malditos extranjeros ¿Por qué? Sencillamente, porque nuestro primigenio “Homo sapiens nomadensis solidarius” ha sido enterrado por siglos de “ego” sobrealimentado por la abundancia generada en el seno de la vida sedentaria.

Otra consecuencia de los milenios de evolución como especie nómada, es nuestro intrínseco espíritu aventurero, muy relacionado con el espíritu de lucha, de hecho sería una buena manera de canalizar ese “ardor guerrero” de una forma más positiva y constructiva. Pero el aventurero que todos llevamos dentro se ahoga y se aburre sentado en el sofá de su casa, lo que a menudo nos mueve a emprender proyectos o acciones impulsivas, poco meditadas y que muchas veces chocan con la realidad o con los impulsos, deseos y aspiraciones de otras personas, lo que es fuente de no pocos conflictos y problemas.

Es tiempo de replantearnos nuestra forma de vida y nuestro modelo de desarrollo, es tiempo de reconstrucción.

Resuena en el sombrero: “Reconstrucción (el mejor momento)”.- Deluxe (Galicia (España), 2008).

2 comentarios:

gemmacan dijo...

Buena reflexión, Mad, ideal para los tiempos tan crispados que corren.
Relaciono el sedentarismo con poca ambición, y no me refiero a una ambición económica, que nos haga más ricos o poderosos, sino a un ansía de crecer, de conocer, de experimentar, de enriquecerse, de otros lugares, otras personas, otras culturas.
Soy de culo inquieto en ese sentido, y no me importa cambiar de casa y de ciudad cada tanto tiempo; no tiene que ser mejor que la postura contraria, pero a mí, que no me ancla nada a la tierra de por vida, me proporciona una biografía que me enorgullece y satisface.

Salud!

Mad Hatter dijo...

Gracias por tu comentario gemmacan!
Todo el mundo tenemos espíritu aventurero, en mayor o menor medida, para algunos coger el metro en Madrid ya es toda una aventura, mientras que otros necesitan tirarse en paracaidas sobre el Himalaya para salvar al oso panda.
Con respecto a la ineviteble cuestión política, me parece muy curioso que a casi nadie se le ocurra la "aventura" que supondría luchar por alcanzar el ideal o el sueño de una Península Ibérica unida, uniéndonos con Portugal en un solo Estado. Al parecer, es más fácil romper y dividir que construir y unir, por eso me ha parecido oportuno hablar de "reconstrucción".
Saludos.